El Madrid hizo un partido pr¨¢ctico en Mosc¨²
El Madrid despej¨® un partido muy canalla con un sentido m¨¢s pr¨¢ctico que est¨¦tico. Son los encuentros que aborrecen los entrenadores y desprecian los jugadores: un marcador abultado en la ida, un desplazamiento lejano, un ambiente g¨¦lido en la grada y un rival enga?oso y poco conocido, de los que colocan al once de lateral derecho y se sacan de la despensa un raro delantero -Talalaev, por ejemplo- para amargar la velada a m¨¢s de uno.Como la eliminatoria qued¨® resuelta en el primer partido, lo ¨²nico que el Madrid pod¨ªa traerse de Mosc¨² era un buen susto, alguna lesi¨®n o un severo resfriado. Sin margen para lindezas, el conjunto de Floro se aplic¨® al ingrato trabajo de aguantar 90 minutos con m¨¢s m¨¦todo que instigaci¨®n y algo de tembleque en determinados momentos. Hubo varios partidos en uno y el Madrid apareci¨® en alguno y desapareci¨® en otros con preocupante irregularidad. La peor parte le toc¨® al final, con el rival a dos goles de la igualada y Sanch¨ªs en la ducha por doble amonestaci¨®n. No pas¨® del susto.Floro, el m¨¢s cauteloso del grupo en la v¨ªspera, no se sobr¨®, a pesar de la evidente inferioridad del Torpedo: coloc¨® a Jaro en el lugar de Buyo para frenar el juego a¨¦reo ruso, emple¨® a Butrague?o y sent¨® al lesionado Rocha. El resultado fue diverso: el Madrid sac¨® adelante el entuerto, pero encaj¨® tres goles (no hab¨ªa recibido ninguno en los cuatro partidos anteriores) y los tres de cabeza.
Por suerte, el trabajo qued¨® pr¨¢cticamente resuelto en ocho minutos. Los que necesit¨® el equipo espa?ol para marcar su primer gol en un ilusorio alarde de puntualidad y eficacia. Michel meti¨® un sombrero desde la derecha y Zamorano estir¨® la canilla. Cuatro goles -los que ten¨ªa que hacer el Torpedo en ese momento para superar la eliminatoria- se antojaban muchos goles para este Madrid de Floro, un bloque bastante macizo, tal vez de limitada brillantez pero con recursos.
Marcado el gol de la tranquilidad -despu¨¦s no fue tal-, restaba soportar los habituales 20 minutos de adrenalina local para coger el avi¨®n y cerrar la faena. Sin embargo, el Madrid contribuy¨® al arrebato del Torpedo con un exceso de imprecisi¨®n en la media, lo que propici¨® continuas p¨¦rdidas de bal¨®n y algo de flojera en defensa. As¨ª fue como Talalaev marc¨® su gol (minuto 11), y sus compa?eros decidieron unirse a la fiesta. El propio Talalaev fall¨® s¨®lo ante Jaro unos minutos despu¨¦s, acci¨®n que precedi¨® a dos buenos lanzamientos de Grishin y a un garrotazo a la cruceta de Tishkov. Fueron instantes que el Madrid espant¨® con cierta fortuna ya que otro gol habr¨ªa dado un giro inesperado al enfrentamiento. El equipo de Floro tuvo un magn¨ªfico retorno al terreno de juego tras el descanso. Estaba por ver la capacidad de concentraci¨®n del equipo ante una eliminatoria tan cuesta abajo. Gol de Hierro y todos tranquilos, incluso Floro, que desempolv¨® Alfonso, y recurri¨® a Milla. La tranquilidad debi¨® ser excesiva, porque el Madrid volvi¨® a esconderse. Lleg¨® el 2-2, el 3-2, la expulsi¨®n de Sanch¨ªs y las miraditas al reloj y los aspavientos al ¨¢rbitro desde el banquillo blanco. Nadie ocultaba ya el evidente deseo de acabar cuanto antes. El repertorio del Torpedo, sin embargo, estaba ya en la reserva, lo que agradeci¨® un conjunto, el Madrid, que, como en el Santiago Bernab¨¦u, acab¨® con el miedo en el cuerpo.
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