El patrocinio como estrategia de comunicaci¨®n con la sepultura
Antiguamente se tardaba mucho tiempo en construir. las catedrales. De ah¨ª que empezaran de un modo y terminaran de otro. O sea, que ajo mejor nac¨ªan rom¨¢nicas, pero al hacerse mayores ten¨ªan la melena g¨®tica. Gracias a esa mezcla, Europa cuenta con un capital arquitect¨®nico de incalculable valor. En estos tiempos de miedo y xenofobia conviene recordar que todo mestizaje alumbra riqueza cultural. Lo contrario de lo mestizo no es lo puro, sino lo endog¨¢mico, que, adem¨¢s de oligofrenia, produce realidades grasientas y llenas de rendijas donde anidan las cucarachas del fascismo. O sea, que m¨¢s delicadeza con las dom¨¦sticas dominicanas de Aravaca, que, como dec¨ªa una de ellas a este peri¨®dico, su pa¨ªs siempre ha sido generoso y tolerante con los espa?oles.El caso es que ahora las catedrales se levantan en un abrir y cerrar de ojos. Ah¨ª est¨¢ la de la Virgen Almudena, a quien debemos este lunes de asueto: se puso la primera piedra en 1883, y el mi¨¦rcoles pasado, apenas 110 a?os m¨¢s tarde, se coloc¨® la gran cruz que remata su c¨²pula. A esta velocidad, no hay tiempo para que la mezcla de estilos se integre en el proyecto con la naturalidad con la que uno se hace viejo y bastardo, por tanto, de s¨ª mismo. Parece que la catedral de Madrid al principio iba a ser g¨®tica, pero hacia 1940 se dieron cuenta de que desentonar¨ªa un poco con el palacio Real y modificaron los planos. En fin, ahora sabemos que es "muy grande y muy bonita", como le o¨ª decir a un japon¨¦s que asist¨ªa al izado de la cruz de hierro, incapaz de atribuirle alguno de los estilos arquitect¨®nicos que figuraban en su gu¨ªa. Lo importante es que puede convivir con el conjunto monumental en el que est¨¢ integrada, que una cosa es el mestizaje y otra el pastiche. A lo mejor la cosa h¨ªbrida y bastarda consigue d¨¢rsela el Ayuntamiento con los aparcamientos y zonas subterr¨¢neas con los que pretende taladrar la plaza de Oriente. Que, por cierto, a ver qui¨¦n paga los taladros, porque, seg¨²n le¨ªmos el mi¨¦rcoles aqu¨ª mismo, no queda en las arcas municipales dinero ni para sem¨¢foros. Nuestra pobreza municipal y espesa es tal que el concejal de Sanidad y gerente de la Empresa Mixta de Servicios Funerarios anda buscando patrocinadores para pagar la edici¨®n de un libro de lujo sobre la muerte que puede costarnos entre 25 y 30 millones. Parece que no le pusieron el formol a tiempo y el libro huele ya a materia corrompida. No tienen verg¨¹enza.
Digo yo que qu¨¦ clase de empresa va a atreverse a patrocinar un libro sobre la muerte: que se haya puesto de moda el patrocinio como estrategia de comunicaci¨®n no quiere decir que estemos encantados con la muerte. En mi barrio, al menos, siguen ocult¨¢ndola. Y es que el patrocinio hay que saber hacerlo, como todo. Por ejemplo, el arzobispado, que todav¨ªa necesita 600 millones para dar los ¨²ltimos remates al interior de la Almudena, en lugar de llamar patrocinio al patrocinio, lo llama donaci¨®n. En el arzobispado se lo hacen tan bien que hasta a las ventas las llaman donaciones. Yo telefone¨¦ el otro d¨ªa para preguntar por el precio de las sepulturas que quedan disponibles en el interior de la catedral, y una se?orita muy amable me explic¨® que no las vend¨ªan, sino que las regalaban a cambio de un donativo. El caso es que una sepultura de cuatro cuerpos en la nave central viene a costar un donativo de siete millones. El nicho de un solo cuerpo sale por 2.750.000 pesetas y el columbario no llega al mill¨®n. A cambio de eso, en lugar de la soledad del cementerio, puedes gozar eternamente de la compa?¨ªa de los cientos de japoneses que tras visitar el palacio Real ir¨¢n a darse una vuelta por la Almudena.
La cosa es que cruc¨¦ Bail¨¦n para ver qu¨¦ le parec¨ªa todo esto a Larra, cuya estatua pernocta, casi invisible, en los jardincillos de enfrente, pero a Larra no le llamaba la atenci¨®n nada de lo que suced¨ªa en la otra acera: permanece en actitud reflexiva, con los ojos desviados hacia donde est¨¢ el viaducto, como si pensara que la pr¨®xima vez, en lugar de pegarse un tir¨®, se arroja sobre el tr¨¢fico de la calle de Segovia, que destroza m¨¢s que una bala. ?Qu¨¦ vida!
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