Estado de sitio
LOS ENEMIGOS interiores est¨¢n intentando arrinconar progresivamente al Estado colombiano de tal modo que el ¨¢mbito geogr¨¢fico de su soberan¨ªa se ha ido reduciendo y empieza a estar limitado a lo que podr¨ªa llamarse -exageradamente- un per¨ªmetro capitalino m¨¢s o menos extenso. Hay grandes zonas del pa¨ªs a las que la autoridad constitucional no llega con nitidez, y en las fronteras de ellas se producen enfrentamientos entre el Ej¨¦rcito y las guerrillas o los narcotraficantes que se saldan con incontables muertes y violencia. Nadie controla esta guerra, y, para hacer frente al estado de asedio, el presidente C¨¦sar Gaviria ha contrapuesto el estado de emergencia. Su duraci¨®n ser¨¢ de tres meses, pero pocos elementos inducen a pensar que en este periodo se resolver¨¢ el desaf¨ªo.?C¨®mo es posible que un pa¨ªs que a mediados del a?o pasado celebraba la promulgaci¨®n de una nueva Constituci¨®n superadora de lacras y violencia se encuentre ahora una vez m¨¢s al borde del colapso? La explicaci¨®n debe buscarse en la dualidad pol¨ªtica, social y econ¨®mica de Colombia. Gaviria hab¨ªa llegado a la presidencia de la rep¨²blica con un programa que consist¨ªa en hacer que el mismo sistema corrompido se otorgara una nueva Constituci¨®n para superar la corrupci¨®n. El proyecto fue espl¨¦ndido, y su culminaci¨®n hizo concebir esperanzas de paz. Pero 16 meses despu¨¦s ha saltado por los aires...
Ciertamente, para que el anhelado programa de regeneraci¨®n tuviera oportunidad de convertirse en realidad se necesitaba algo m¨¢s que un texto voluntarista aplaudido por todos. Se requer¨ªa tambi¨¦n un presidente seguro de s¨ª mismo y capaz de imponer disciplina a todos los estamentos sociales. La primera se?al de debilidad de Gaviria fue evidente tras la fuga, a finales del pasado mes de julio, del narcotraficante Pablo Escobar. De pronto qued¨® claro que el presidente, lejos de imponer la regla del derecho, hab¨ªa encarcelado a Escobar tras aceptar t¨¢citamente las condiciones impl¨ªcitas -el intercambio de la paz social por inmunidad a la extradici¨®n-.
La segunda indicaci¨®n de incertidumbre pol¨ªtica ha llegado de la mano de la guerrilla. Si el M-19, el grupo guerrillero m¨¢s numeroso, depuso hace tiempo las armas, no se han arbitrado los medios eficaces para mantener sentados a una mesa de negociaci¨®n a los restantes, en especial a las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC) y al Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional (ELN). Lamentablemente, y ante la inseguridad existente, Gaviria ha sugerido que acaso sea conveniente que los ciudadanos, los terratenientes, los ganaderos, monten su propia defensa paramilitar. Lo que supone la abdicaci¨®n de una de las prerrogativas esenciales del Estado.
El presidente Gaviria no tiene m¨¢s que dos caminos abiertos: endurecer las condiciones impuestas a Escobar para que se entregue y forzar a las recalcitrantes guerrillas a sentarse a negociar. Para ello, el camino elegido no es malo: aislar a todos, impedirles acudir a las radios y televisiones, castigar a quienes les financien voluntaria y forzadamente y cortar toda negociaci¨®n que, a nivel local, busque un acomodo insuficiente. Tiene 90 d¨ªas para demostrar la utilidad de las medidas.
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