Odio al oto?o
Los ¨¢rboles de la ciudad se preparan para pasar el invierno ligeros de equipaje. Cuando el oto?o avanza hacia su cara m¨¢s fr¨ªa, los le?osos vecinos de Madrid se desprenden al un¨ªsono de las hojas que enverdecieron los paseos. Un rom¨¢ntico paisaje incompatible con las aceras de la urbe. Los barrenderos tienen motivos para odiar el oto?o. La escoba y el rastrillo se antojan insuficientes para amontonar las hojas mientras el viento juega con ellas. El trabajador que el viernes se afanaba en el paseo del Prado aguanta con resignaci¨®n mientras sue?a con una ciudad llena de ¨¢rboles de hoja perenne o, quiz¨¢, con una ciudad sin oto?o.
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