Coda singular
Todo se acaba, incluso un festival tan maratoniano como el XIII Festival de Jazz de este a?o, y es momento de recapitular lo sucedido a lo largo de estos conciertos. Esta edici¨®n ha logrado incluir en sus muchas jornadas gran parte de las variadas manifestaciones del jazz actual, si exceptuamos algunas poco comerciales a las que, hoy por hoy, est¨¢ tristemente demostrado que el p¨²blico no acude.Otra asignatura pendiente, la del recinto, se ha superado gracias a la carpa permanente, de tama?o razonable y sonido acorde con sus caracter¨ªsticas, que ha evitado a los aficionados la penosa peregrinaci¨®n de local en local de festivales anteriores y ha aguantado el tipo ante fiestas multitudinarias y celebraciones m¨¢s ¨ªntimas. Resultado, pues, positivo y plural, sobre todo despu¨¦s de la singular sesi¨®n de clausura.
Nina Simone
Nina Simone (voz y piano), Al Schackman (guitarra, teclados, vibr¨¢fono y voz) y Paul Robinson (bater¨ªa y voz). Carpa de Conde Duque. Madrid, 18 de noviembre.
No hay mejor lugar para Nina Simone que el ¨²ltimo, el de cierre y colof¨®n, a modo de coda y resumen aglutinador de los elementos que forman parte de la m¨²sica negra. En su voz, solemne, emotiva, y profunda hasta l¨ªmites casi masculinos, resuenan el gospel, el blues, la huella africana, el jazz y, por encima de todo, la historia del pueblo al que pertenece.
Hab¨ªan llegado noticias de sus triunfos recientes y se especulaba sobre qu¨¦ clase de milagro habr¨ªa sido capaz de transformar a la cantante y de borrar tan fulminantemente su fama de diva venida a menos, de voz quebrantada y modo de decir las letras caprichoso y an¨¢rquico., Tras su concierto de anoche se comprob¨® que no hab¨ªa tal metamorfosis.
Desde luego, Nina Simone conserva el alma de artista orgullosa, de genio indomable; sigue expres¨¢ndose con garra y profunda convicci¨®n, pero afea su canto con remates de frases des.templados y tiende a apoyar sus letras m¨¢s combativas con arreglos lastrados por cierto aire tremebundo.
Grandeza
Sin embargo, su imagen tiene autoridad y grandeza. Sali¨® ceremoniosamente, vestida de naranja integral, con el Impressions de John Coltrane de fondo, y se dej¨® querer por el p¨²blico que llen¨® a reventar la carpa de Con.de Duque.Sigui¨® con un ritmo simple y obsesivo, propio de ceremonia ritual, que provoc¨® su pizca de perplejidad en el respetable. Tras canciones de Los Beatles y Jacques Brel se repleg¨® sobre su faceta de alertadora de conciencias y cant¨® Images, una pieza compuesta en homenaje a la mujer negra.
Hacia el ecuador del breve concierto, se aplic¨® a congraciarse con sus seguidores. Con unos pasitos de baile anim¨® la fiesta para, poco despu¨¦s, volver a su estilo herm¨¦tico en un blues surrealista llamado I put a spell on you, el mismo t¨ªtulo que le ha puesto a su autobiograf¨ªa, recientemente editada.
El final fue el esperado: I love you, Porgy, en versi¨®n tierna e ir¨®nica a la vez, y la propina de My baby just cares for me, recitada m¨¢s que cantada. Si existe acuerdo sobre el hecho de que, de una forma u otra, todos los grandes artistas son controvertidos, habr¨¢ que concluir que la Simone es una gran artista, muchas veces incluso contra su propia voluntad.
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