Una enfermedad incurable
El psiquiatra Jer¨®nimo Sa¨ªz no es muy optimista. Est¨¢ al frente de uno de los pocos programas de atenci¨®n a los lud¨®patas que existen en Espa?a. Por su consulta del hospital Ram¨®n y Cajal ha visto desfilar, en 10 a?os, a unos 300 ciudadanos con afici¨®n patol¨®gica al juego. "Es una enfermedad que no se cura", afirma el m¨¦dico. Sin embargo, desdramatiza el alcance del problema: "El porcentaje de lud¨®patas es bajo sobre el total de personas que juegan". No hay cifras fiables sobre el n¨²mero de lud¨®patas, aunque se maneja un n¨²mero en torno a los 300.500 ciudadanos en toda Espa?a.
La ludopat¨ªa est¨¢ reconocida como enfermedad por la Organizaci¨®n Mundial de la Salud. Para tratarla se recurre, fundamentalmente, a la terapia de grupo. El primer obst¨¢culo es que el paciente se reconozca como enfermo.
La mitad de quienes acuden a la consulta por primera vez no regresa jam¨¢s. De los que s¨ª lo hacen, el 45% ha dejado de jugar al cabo de medio a?o de tratamiento. En opini¨®n de Sa¨ªz, no existe cura total, porque nunca se anula el riesgo de reca¨ªda. Ricos y pobres se hacen adictos por igual.
Los juegos que m¨¢s enganchan -y lo hacen de una forma parecida a la de la droga dura- son aquellos en los que transcurre menos tiempo entre la apuesta y el premio. Tal es el caso, por ejemplo, de las tragaperras. ?ngel sabe mucho de ellos. Durante tres a?os fue adicto a estos ingenios. "Me gastaba una media de 6.000 o 7.000 pesetas diarias en las m¨¢quinas. Para poder afrontarlo, hasta me busqu¨¦ un empleo por la tarde", afirma.
Este lud¨®pata rehabilitado asegura que "la compulsi¨®n por jugar existe siempre". "Es como un virus que. est¨¢ vegetando. Se sigue sintiendo ansiedad por el juego", a?ade. Por eso, cree que habr¨ªa que poner alg¨²n coto a las tragaperras, igual que existe una lista de excluidos en el casino y los bingos. ?l considera que hasta las m¨¢quinas de marcianitos son un riesgo para la adicci¨®n.
"El lud¨®pata pierde la libertad frente al juego. Se siente incapaz de dejarlo. No puede parar. Su vida sin apuestas est¨¢ vac¨ªa", afirma el psiquiatra Saiz. Por eso, a la hora de la terapia, es b¨¢sico rellenarla con el apoyo de la familia y la b¨²squeda de nuevas aficiones.
La ayuda de otros ex jugadores tambi¨¦n es beneficiosa. En la capital existe la Asociaci¨®n Madrile?a de Jugadores en Rehabilitaci¨®n (Amajer), que este a?o ha perdido la subvenci¨®n de la Comunidad Aut¨®noma y funciona gracias a la ayuda de la Iglesia cat¨®lica, seg¨²n explica uno de sus miembros.
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