Una ¡°sorpresa¡± para la duquesa del Infantado: ¡°ni rastro¡± de la licencia tur¨ªstica del castillo de Manzanares El Real
Tras recuperar la gesti¨®n del edificio del siglo XV, hasta ahora p¨²blica, la noble descubre que no puede abrir un lugar que atrajo a 474.150 visitantes de 2019 a 2024
El candado, de doble cierre, indica que, de ahora en adelante, el principio ser¨¢ tambi¨¦n el final del camino. La fortaleza est¨¢ cerrada. Sin embargo, ser¨ªa un juego de ni?os saltar la peque?a valla que separa el complejo del Castillo Nuevo de los Mendoza de la propia calle del Castillo en Manzanares el Real (9.386 habitantes), donde se encuentra la entrada principal. Es una peque?a verja negra, met¨¢lica, de metro y medio, reforzada con un poco de madera y unos pinchos afilados que le dan algo m¨¢s de entidad. ¡°Ya solo pasar¨¢n las hojas de los ¨¢rboles y las aves¡±, dice David Pi?eiros, un vecino algo apresurado y melanc¨®lico que, con la cabeza, se?ala a una cig¨¹e?a, la del complejo de d¨²plex y pisos de la acera de enfrente, a la que ¨¦l mismo ha bautizado como Elo¨ªsa. Y Elo¨ªsa, para deleite de Pi?eiros, termina de crotorar y se lanza a planear por la explanada verde y perfectamente cuidada que rodea esta ciudadela construida a finales del siglo XV, donde se aprob¨® el Estatuto de Autonom¨ªa de la Comunidad de Madrid en 1983, y por donde, entre 2019 y 2024, desfilaron 474.150 visitantes. Ninguno volver¨¢ a hacerlo, por ahora.
La duquesa del Infantado, Almudena de Arteaga y de Alc¨¢zar, recuper¨® el pasado 5 de enero la gesti¨®n del castillo tras vencer el contrato de alquiler que ha permitido que durante 60 a?os este complejo hist¨®rico fuera gestionado por la Comunidad de Madrid. Y, desde entonces, lo mantiene cerrado a cal y canto despu¨¦s de una inesperada ¡°sorpresa¡±, en palabras de su abogado, Miguel Temboury: no tiene la licencia necesaria para abrirlo a los turistas. Por su parte, la Comunidad ya ha comenzado a vaciar el interior y los tapices, por ejemplo, han sido trasladados a la Real F¨¢brica.
La noticia se ven¨ªa mascando entre los vecinos de Manzanares desde hac¨ªa meses, m¨¢s a¨²n despu¨¦s de que Arteaga recuperara a principios de septiembre el terreno donde se ubicaba el parque Duque del Infantado, lugar de recreo para los ni?os de la localidad, apenas a cien metros del castillo, y que hoy es un solar abierto, sin columpios y con peluches y excrementos de perros tirados por el suelo. Pi?eiros explica con sarcasmo que el Manzanares que a ¨¦l ¡°le gustaba¡± ya solo se puede ver ¡°en Google Maps¡±. Aunque el plan de la familia ducal segu¨ªa siendo la explotaci¨®n tur¨ªstica del Castillo de los Mendoza, la falta de una licencia que les permita hacerlo como particulares obliga ahora a cerrar el lugar hasta nuevo aviso.
Cada a?o, el Castillo Nuevo de los Mendoza facturaba una media de 390.000 euros entre la taquilla, las visitas teatralizadas y el alquiler para algunos rodajes. Por otro lado, el coste ascend¨ªa a los 1,4 millones entre el mantenimiento, la seguridad y los empleados que trabajaban a diario entre los muros de la fortificaci¨®n, seg¨²n la Consejer¨ªa de Cultura.
La alcaldesa de Manzanares, la socialista Alicia Gallego, afirma que todos ¡°pensaban que iba a ser r¨¢pido el trasvase¡± y que la actividad continuar¨ªa igual pese al cambio de due?o. En cambio, ¡°hace 15 d¨ªas¡±, tanto la Comunidad como el Ayuntamiento comenzaron una ¡°b¨²squeda¡± infructuosa entre sus archivos hist¨®ricos para localizar la famosa licencia. ¡°No hay ni rastro de ella. No existe¡±, apunta Gallego desde su despacho.
Cultura alega que ¡°en el a?o 56, cuando se hizo el contrato de arrendamiento, no era necesario una licencia, sino simplemente que se comunicara al Ayuntamiento¡±. Posteriormente, en 1977, cuando el castillo se abri¨® al p¨²blico, todav¨ªa bajo los mandos de la extinta Diputaci¨®n Provincial, el Real Decreto 1346/1976, de 9 de abril, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley sobre R¨¦gimen del Suelo y Ordenaci¨®n Urbana, establec¨ªa que ¡°los actos promovidos por ¨®rganos de derecho p¨²blico estaban sujetos a licencia, aunque se exceptuaba su obtenci¨®n cuando razones de urgencia o excepcional inter¨¦s p¨²blico lo exigieran¡±. ¡°Desde el inicio, la Comunidad ha entendido que la Diputaci¨®n Provincial cumpli¨® con sus obligaciones de acuerdo con la normativa vigente en cada momento¡±, justifica la consejer¨ªa.
A pesar de ello, la licencia parece que nunca existi¨®. El abogado Temboury reconoce que fue una ¡°sorpresa¡± descubrir que la Comunidad operaba sin licencia. ¡°Nosotros lo que propusimos era subrogarnos a la posici¨®n de la Comunidad, en las mismas condiciones, pero la licencia no existe y ahora hay que llevar a cabo otros tr¨¢mites¡±, asegura. ¡°No har¨ªa falta cambiar la ley. El Ayuntamiento tendr¨ªa simplemente que concedernos la licencia, cambiando, eso s¨ª, la calificaci¨®n del suelo, que en estos momentos est¨¢ catalogado como urbanizable no sectorizado. Tambi¨¦n se podr¨ªa hacer un proyecto especial para este tipo de suelo o una modificaci¨®n puntual del planeamiento. Lo bueno en esta ocasi¨®n es que las tres partes tenemos el mismo inter¨¦s¡±, finaliza.
Manzanares es hoy un pueblo m¨¢s triste que ayer. Aunque su alcaldesa se reafirma en que ¡°no viven del turismo¡±, sino que la mayor¨ªa de los vecinos trabajan en Madrid, las calles est¨¢n fr¨ªas y desapacibles. En la plaza del Pueblo y las Casas del Ayuntamiento, una cuadrilla de ocho venezolanos se consuela haci¨¦ndose fotos con las luces apagadas de la Navidad. Detr¨¢s de ellos un operario va quitando las estrellas una a una.
¡°Daros prisa que se las llevan¡±, espeta a sus compinches Dixon D¨ªaz, de 33 a?os. El grupo vino esta ma?ana desde Alcobendas en moto para ver el castillo y pese a encontr¨¢rselo cerrado, no cesa en su empe?o. ¡°?Por la tarde abrir¨¢n?¡±, pregunta una amiga. Dixon, que parece erigirse en l¨ªder, asegura que ellos, dadas las circunstancias, se conforman con acercarse a las cosas ¡°todo lo posible¡±.
¡°Nos hemos acercado al castillo cuanto hemos podido, nos acercamos al lago tambi¨¦n, y luego nos acercaremos a la Pedriza hasta donde seamos capaces¡±, dice Dixon, porque, a?ade, tampoco ¡°es cuesti¨®n de jugarse la vida¡±. ¡°Nosotros ven¨ªamos equipados para ver un monumento medieval, no para ir al campo¡±, se despide.
La cuesta de enero
En la Tahona Ideal sobra el pan y sobran los dulces. Su due?a, Mar¨ªa Herrero, de 53 a?os, se lamenta por la cuesta de enero que le espera. ¡°Econ¨®micamente, esto se vendr¨¢ m¨¢s abajo, se hundir¨¢ a¨²n m¨¢s si cabe. No hab¨ªa d¨ªa que no me comprara alguien que ven¨ªa de visita al castillo. Aqu¨ª se tomaban los churros con chocolate por la ma?ana y, despu¨¦s de comer, se llevaban unas perrunillas, tortas de an¨ªs o empanadillas veganas¡±, cuenta. ¡°En el fondo se ve¨ªa venir. ¡®Algo va a pasar, algo va a pasar?, me dec¨ªa a m¨ª misma. Cuando ¨²ltimamente ve¨ªa gente aqu¨ª tomando el caf¨¦ por las tardes les preguntaba que si hab¨ªan ido a ver el castillo. Como me dijeran que no, les advert¨ªa de que lo hicieran antes de Navidad o de lo contrario puede ser que no lo pudieran hacer m¨¢s¡±, recuerda.
Por lo pronto, en el interior del obrador se escucha c¨®mo su compa?ero de trabajo, Juan S¨¢nchez, de 53 a?os, le explica por tel¨¦fono a su proveedor de papel para envolver que este a?o ¡°retrasar¨¢ el pedido¡±. ¡°Esto del castillo, ya sabes, no sabemos si va a arrancar o no. Mira que lo siento, pero vamos a vender mucho menos, tengo que esperar a ver hasta qu¨¦ punto nos afecta¡±, se justifica. S¨¢nchez asegura que, de su volumen de ventas, el 40% corresponde a los turistas. Trata de animarse pensando que a¨²n le quedan los que vienen atra¨ªdos por la monta?a y el Parque Nacional, aunque termina indignado por la falta de entendimiento entre la familia de Almudena de Arteaga, el Ayuntamiento y la Comunidad: ¡±Cuando el orgullo es m¨¢s grande que el cerebro, estamos como estamos. Primero sin parque y ahora sin castillo. Esto nos afecta a todos y, el que diga que no, miente¡±.
Antes del cierre, un joven de 24 a?os con una naranja en la mano izquierda y una maleta de ruedas se acerca hasta el mostrador de la Tahona. No es turista. Se llama Christian y prefiere no decir su apellido. Trabaja, varios d¨ªas a la semana, en el puesto de la ONCE de la calle de Morales. Mar¨ªa le vacila con cari?o: ¡°Hoy te has aburrido, ?eh? Que te he visto con el m¨®vil toda la ma?ana¡±. El chico, algo extra?ado, dice:
¡ªPero, ?qu¨¦ ha pasado?
¡ªPues qu¨¦ va a pasar. Que han cerrado el castillo, Cristian. ?No ves que no hay nadie?
¡ªNo s¨¦. Yo solo miraba al horizonte sin hacer nada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.