Los negros no meren ser guapos
Viene de la p¨¢gina 1La vestimenta del presidente de Dominicanos en Espa?a, su vocabulario y ademanes exquisitos desentonan con los de sus compatriotas del tinte. ?l lo sabe: "Cuando regreso m¨¢s tarde a casa pienso: 'Despu¨¦s de hablar con ellos voy a dormir en una casa limpia, con aseos, cuando mi puesto est¨¢ con mis compa?eros en Four Roses".
"Eso, eso mismo pens¨¦ yo", recrimin¨® levemente uno de los recostados en el catre.
"?Qu¨¦ contradicci¨®n tan grande! La vida es cabron¨¢ a veces", se lamentaba Reinoso.Reinoso y Mar¨ªa de Santos, de la Asociaci¨®n de Mujeres Dominicanas, son los que introducen las palabras m¨¢s pol¨ªticas.
"Ten¨¦is que decir que confiamos en el Estado de derecho de este pa¨ªs", adoctrina Reinoso a Carmelo Rodr¨ªguez, poco antes de que ¨¦ste entre en directo en antena con Onda Cero.
Francisca, la mujer de Vit¨ªn, y la de Carmelo aprovechan la ocasi¨®n reivindicativa para restregar -eso s¨ª, fuera de antena- que trabajan para sus hombres. Adem¨¢s llevan las tareas de la casa, por denominar de alguna forma al nicho. Lavan la ropa en peque?os cubos y la tienden de cara a la- carretera de La Coru?a.
Todo se dec¨ªa en broma y sin ofender. El humor de los dominicanos es epid¨¦rmico, exultante y, p ara ojos extra?os, inexplicable.
Quer¨ªan divertirse. Unos lo hac¨ªan en el tinte, y otros, en la cercana discoteca Longrei, donde bailan la bachata cuando cierran el pub Brisas del Sur.
"Van pa gastarse lo que ganan", reproch¨® Macol.
"As¨ª es la vida, compa?ero" asumi¨® Wilfredo L¨®pez, Venezuela, de 26 a?os, que filosofa sobre el conformismo caribe?o.
Venezuela -guapo, locuaz y elocuente- se sienta, se levanta, habla, r¨ªe, hace como que se enfada, sale, entra.... y todo en cinco segundos. Est¨¢ preocupado por el golpe de Estado en su pa¨ªs y quiere llamar a su madre, pero no tiene dinero.
"?Ya te gustar¨ªa dormir con periodistas mujeres, Venezuela!"."?Uuff... Ahorita mismo lo hac¨ªa".
.A las doce de la noche llamaron a la puerta. Desde el fondo se vio una corbata, una melena rubia tocada con sombrero marr¨®n, una chaqueta y una pipa. Era Jaime Sanz de Bremond, otrora abogado del caso El Nani y ahora acusador particular en nombre de los compatriotas de Lucrecia.
Comparti¨® su pipa con Venezuela y tom¨® caf¨¦, calentado por una dominicana que prendi¨® el fuego con un mechero en forma de pistola plateada. Hubo bromas f¨¢ciles sobre el arma. En ese momento, Valeria le plante¨® una pregunta tremenda al letrado: " ?Qu¨¦ es mejor, ser ruin o guapo?".
Cost¨® varios minutos comprender que, al hablar de reyertas, guapo significaba violento, agresivo, y ruin, cobarde.
Ellos refer¨ªan entre bromas que cuando muri¨® Lucrecia a muchos les "nacieron pies" y que otros ni siquiera se asomaron cuando oyeron los disparos. Se acusaban entre ellos.
"?Ruin o guapo?", repet¨ªa para s¨ª Sanz de Bremond. "Depende, depende...".
Valeria no s¨®lo admite que es ruin, sino que declara abiertamente que no ha venido a Espa?a a buscarse problemas por nadie. Los dem¨¢s le llaman "comunista" y "amigo de Fidel Castro" para hostigarle. Tambi¨¦n negro y feo.
"?Venga, hombre! Aqu¨ª soy negro y all¨¢, espa?ol", se defend¨ªa.A las dos de la madrugada cada uno se va a su habitaci¨®n. El admirador de Garc¨ªa M¨¢rquez se queda en la suya con su mujer y otros dos matrimonios. Y Valeria, Venezuela y Olmedo -que estaba presente cuando el crimen-, con los dos periodistas. Por un momento salen al exterior. Marcelo se vuelve, a dos metros de la puerta, y orina. Las necesidades higi¨¦nicas menores y las mayores las resuelven a pocos metros de sus cuartos.
El nicho lo cierra con candado al acostarse. Aunque las rendijas de la puerta se tapan con las toallas que se usan por las ma?anas para el aseo personal, el aire fr¨ªo se cuela con el olor a basura del exterior. Los desperdicios acumulados no los recogen porque "la cero noventa y dos" no les permite quemarlos.
La situaci¨®n es insalubre. Muchos dominicanos padecen frecuentes dolores de cabeza, para lo que se aplican en la frente y en las sienes una p¨®cima mentolada de Santo Domingo.
En la habitaci¨®n de Lucrecia hay buen humor. A cada frase de Valeria, le siguen contestando: "?Venga, hombre!". As¨ª hasta las cuatro de la madrugada, cuando los ronquidos se fundieron con el ronroneo de los coches.
Alguien se levanta para orinar, y lo hace en un recipiente que vac¨ªa por la ma?ana. Cuando se despiertan a¨²n est¨¢ oscuro el tinte. Pero la bombilla ya no funciona porque lleva el mismo horario que la farola a la que est¨¢ enganchada. Hay agua para lavarse la cara: la que mendigan entre los vecinos.
A las ocho de la ma?ana se ven unos 15 dominicanos, reci¨¦n terminados de hacer m¨²sica (roncar), ase¨¢ndose con peque?as palanganas, que ofrecen a los periodistas. Zibao espera en la puerta de Four Roses el autob¨²s que le llevar¨¢ a Moncloa para to.mar el metro hasta Legazpi, y desde all¨ª, otro autob¨²s a la Ciudad de los ?ngeles. El tendero que lo contrat¨® a¨²n no le ha pagado este mes, pero Zibao invierte m¨¢s de mil pesetas diarias en transporte y comida.
De otras habitaciones salen mulatas con bolsas hacia las casas de Pozuelo y hombres que buscan entre la basura pl¨¢sticos para envolver el mono de jardinero que vestir¨¢n en Boadilla. Sus se?oritos desconocen que durmieron en el tinte. Regresar¨¢n dentro de 12 horas o cuando pase un guardia tuerto. Aunque sea festivo. ?Descansar un domingo en Madrid ... ? ?Venga, hombre!
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