Empresas y, empleo
LOS DATOS que acaba de hacer p¨²blicos la Central de Balances del Banco de Espa?a confirman la evoluci¨®n negativa de los resultados empresariales en el pasado ejercicio, de acuerdo con otros indicadores expresivos de la desaceleraci¨®n de la actividad econ¨®mica, como la Encuesta de Poblaci¨®n Activa (EPA). Por primera vez en los ¨²ltimos 10 a?os, el resultado bruto del promedio de las 4.702 empresas informantes (p¨²blicas y privadas) fue, durante 1991, inferior al del a?o anterior en un 2,4%, con el consiguiente efecto sobre los beneficios netos despu¨¦s de impuestos, que cayeron un 37%. Una situaci¨®n que refleja, en definitiva, la falta de competitividad de las empresas y la incapacidad para aumentar sus ventas en los mercados exteriores y para defender el mercado interior de la penetraci¨®n de las importaciones.Los responsables del Banco de Espa?a, en la primera explicaci¨®n aportada al presentar los citados resultados, se?alaron que la insuficiencia en la generaci¨®n de valor a?adido de las empresas censadas est¨¢ determinada por los aumentos de costes. En todo caso, se trata de una explicaci¨®n que no puede ser considerada como suficiente. Es de todo punto cierto que las empresas espa?olas, en general, soportaron el pasado a?o costes financieros sensiblemente superiores a los de sus principales competidores. Tambi¨¦n lo es que las empresas que forman la muestra han experimentado un crecimiento de los gastos de personal de un 10,6%, dos d¨¦cimas m¨¢s que en 1990.
Pero no es menos cierto que las posibilidades competitivas de las empresas y, en consecuencia, el origen de sus limitaciones deben localizarse tambi¨¦n en factores adicionales a los costes y a los precios: la adecuaci¨®n de las organizaciones empresariales, la calidad de la gesti¨®n, las limitaciones estructurales de nuestra econom¨ªa, la menor eficacia de nuestros servicios p¨²blicos, las regulaciones existentes en numerosas actividades y, en general, la ausencia de pol¨ªticas p¨²blicas orientadas a mejorar las condiciones de oferta de la econom¨ªa, ponen igualmente de manifiesto diferencias notables con las condiciones existentes en los pa¨ªses competidores.
Ahora bien, esto no ha de impedir afrontar las reformas necesarias en el mercado de trabajo, tanto m¨¢s justificadas cuanto m¨¢s visibles son los efectos de la desaceleraci¨®n econ¨®mica sobre el empleo, pero siendo conscientes de esa diversidad de factores sobre los que es preciso actuar para mejorar el funcionamiento de la econom¨ªa. La evoluci¨®n del mercado de trabajo en el tercer trimestre de 1992, seg¨²n los datos quebizo p¨²blicos la EPA hace una semana, ratifican con contundencia los efectos de la desaceleraci¨®n en que est¨¢ inmersa la econom¨ªa espa?ola- 45.3 10 puestos de trabajo destruidos en un trimestre caracterizado por la creaci¨®n de empleo, dada la mayor intensidad de traba os de temporada. En el mismo trimestre del pasado a?o se crearon 55.000 empleos. En el conjunto de los ¨²ltimos cuatro trimestres han sido 264.640 los empleos que han desaparecido.
Al mismo tiempo, el aumento del paro por quinto trimestre consecutivo alcanz¨® a 102.900 personas entre julio y septiembre y sit¨²a la cifra total de desempleados en 2.788.940 personas, el 18,35% de la poblaci¨®n activa, dos puntos por encima de los niveles de hace un a?o. Tanto el descenso del empleo como el aumento del desempleo han afectado especialmente al sector industrial y a la construcci¨®n, al tiempo que se manifiesta una reducci¨®n significativa en el n¨²mero de contratos indefinidos: el 34% de los asalariados ten¨ªan contratos temporales al final de septiembre.
Como ha se?alado el propio ministro de Econom¨ªa, pocos paliativos pueden esgrimirse ante la elocuencia de esos datos. Junto a ellos, el Instituto Nacional de Estad¨ªstica ha dado a conocer un aumento en el n¨²mero de suspensiones de pagos: en los nueve primeros meses del a?o, las deudas declaradas por tal concepto alcanzan los 400.000 millones de pesetas, un 88% superior a las correspondientes al conjunto de 199 1. Indicadores que vienen a a?adirse al crecimiento preocupante de la morosidad en el sistema bancario o al descenso de la inversi¨®n extranjera.
El expl¨ªcito, aunque tard¨ªo, reconocimiento por Carlos Solchaga de la conveniencia de un pacto entre los agentes econ¨®micos y sociales y el Gobierno que asuma los elementos propios de una pol¨ªtica de rentas (limitaciones al crecimiento de los salarios y de los beneficios distribuidos) se presenta de complicada concreci¨®n en las circunstancias actuales. Probablemente, los resultados con que nos alerta la EPA hubieran sido menos desoladores si esa voluntad de concertaci¨®n se hubiera puesto sobre la mesa en el momento en que emergieron los primeros s¨ªntomas de desaceleraci¨®n y las dificultades para reducir los principales desequilibrios de nuestra econom¨ªa.
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