SALVADOR P?NIKER Del buen morir
Tomo de prestado ese t¨ªtulo a una nota editorial de EL PA?S (27 de septiembre de 1992) en la que, con muy buen criterio, se soslayaba el uso de la palabra eutanasia, palabra equ¨ªvoca porque no deja del todo claro si la muerte dulce es o no voluntaria. Y ¨¦ste es el meollo de la cuesti¨®n: el derecho a una muerte digna, a una muerte responsablemente asumida, es, ante todo, un derecho de autodeterminaci¨®n individual. Se trata de que cada cual pueda decidir por s¨ª mismo, desde su plena capacidad jur¨ªdica o, en su defecto, a trav¨¦s de un previo testamento Vital, cuando quiere, y cuando no quiere, seguir viviendo.El tema no es nuevo. Ya el viejo emperador Marco Aurelio escribi¨® que "una de las funciones m¨¢s nobles de la raz¨®n es la de saber cu¨¢ndo ha llegado el momento de abandonar este mundo". Tambi¨¦n en la famosa Utop¨ªa, de Tom¨¢s Moro -un hombre, no se olvide, canonizado por la Iglesia cat¨®lica-, hab¨ªa un lugar para la eutanasia voluntaria. Lo nuevo es hoy un amplio clamor social, resultado de una mayor sensibilidad y consecuencia de que la misma medicina es capaz de prolongar la vida humana en condiciones muy poco humanas. T¨¦ngase en cuenta que dentro de no muchos a?os habr¨¢ en el mundo cerca de mil millones de ancianos. ?Cu¨¢ntos de ellos estar¨¢n en situaci¨®n de enfermedad irreversible? ?Estamos preparados para una actitud menos pasiva frente a la enfermedad, la decrepitud y la muerte?
Cerca de medio mill¨®n de personas mueren cada a?o en Espa?a. La mayor¨ªa son ancianos. Y n¨®tese que no siempre ha sido as¨ª. En la Europa del siglo XVIII, de cada 100 defunciones la mitad correspond¨ªa a individuos de menos de 20 a?os. Hoy las enfermedades matan mucho m¨¢s lentamente. Morir es, b¨¢sicamente, un asunto de viejos. Tambi¨¦n suicidarse. Significativamente, el porcentaje de suicidios entre la gente mayor crece exponencialmente. El caso es que la sociedad se encuentra ante situaciones radicalmente nuevas, y as¨ª va aumentando la conciencia de que es un verdadero esc¨¢ndalo que nuestra civilizacion se niegue todav¨ªa a proporcionar los medios, precisamente civilizados, para evitar los estados de indignidad y tortura.
. La consecuencia de todo ello es que se est¨¢n modificando h¨¢bitos sociales y que en algunos pa¨ªses se insin¨²an cambios legislativos. Por lo pronto, existe una tendencia universal a conceder valor legal a la declaraci¨®n escrita de una persona, estipulando lo que acepta y lo que rechaza en lo que se refiere a la fase terminal de su vida. M¨¢s todav¨ªa: se tiende a respetar la voluntad del enfermo en cualquier situaci¨®n irreversible, sea terminal o sea ¨²nicamente cr¨®nica. En Estados Unidos, y en 45 de sus 51 estados, tiene valor legal una tal declaraci¨®n; adem¨¢s, desde diciembre de 1991, ha entrado en vigor una ley federal de "autodeterminaci¨®n del paciente", que obliga a todo establecimiento sanitario a preguntar al enfermo que en ¨¦l ingrese si ha hecho una declaraci¨®n de esta naturaleza, y, caso afirmativo, a respetarla. En pa¨ªses como Alemania y Suiza, donde la ayuda al suicidio no es punible, la jurisprudencia est¨¢ perfilando nuevos supuestos. En Holanda, el valor legal del testamento vital est¨¢ ya reconocido desde hace a?os. All¨ª, la persona afectada puede pedir no s¨®lo el alivio del dolor acortando la vida, sino recibir, si as¨ª lo pide expresamente, ayuda activa para morir. (La jurisprudencia indica que un psiquiatra debe confirmar que tal petici¨®n no es el resultado de un estado depresivo que puede ser curado). La vigencia y eficacia del testamento vital ha encontrado un cauce paradigm¨¢tico en Dinamarca. En este pa¨ªs, toda persona puede registrar su declaraci¨®n en un hospital sabiendo que, autom¨¢ticamente, el documento habr¨¢ de pasar a un ordenador central que se reparte a todos los hospitales del pa¨ªs. De este modo, cualquier paciente que ingrese en un centro sanitario tiene la garant¨ªa de que ver¨¢ respetada su voluntad. En Espa?a, actualmente, se est¨¢ en trance de discutir el nuevo proyecto de c¨®digo penal.
Estamos, pues, ante un tema de la mayor actualidad y que afecta a un n¨²mero creciente de personas. Es un tema interdisciplinario, donde concurren aspectos m¨¦dicos, ¨¦ticos, jur¨ªdicos, filos¨®ficos, incluso est¨¦ticos. Ello es que el debate, a menudo, m¨¢s que ideol¨®gico es de enfrentamiento de sensibilidades. Hay quien percibe, y hay quien no, el car¨¢cter intolerable de un ser humano reducido a la condici¨®n de piltrafa vegetativa en contra de su voluntad. El caso es que muchos pensamos que la vida no es un valor absoluto; que la vida debe ligarse con calidad de vida, y que cuando esta calidad se degrada m¨¢s all¨¢ de ciertos l¨ªmites, uno tiene el derecho a dimitir. Este derecho a dimitir, el derecho a una muerte digna, a una muerte sin dolor y sin angustia, se inscribe en el contexto de una sociedad secularizada que no cree ya que el sufrimiento innecesario tenga sentido alguno. Naturalmente, a quien crea que sufrir es bueno nadie va a obligarle a no sufrir. Los partidarios de despenalizar la ayuda a la muerte digna voluntaria somos, ante todo, pluralistas.
En Espa?a, el nuevo proyecto de ley org¨¢nica del C¨®digo Penal, al despenalizar completamente la antes llamada eutanasia pasiva, ha venido a cubrir un vac¨ªo legal. Con todo, uno espera que el texto pueda mejorarse a su paso por las Cortes, con una completa despenalizaci¨®n para determinados supuestos, y siempre sobre la base del pleno reconocimiento de la voluntad del enfermo. Naturalmente, la sociedad debe protegerse contra posibles abusos. Los principales riesgos son: que el enfermo no haya expresado claramente su voluntad, que la situaci¨®n no sea irreversible, que se puedan producir da?os a terceros. Para obviar el primer riesgo est¨¢, precisamente, el tes En suma, Franco se plante¨® el r¨¦gimen como un sistema en el que ¨¦l ocupar¨ªa- siempre la c¨²spide, vitaliciamente, y dise?¨® las instituciones al servicio de ese objetivo. Franco ejerci¨® una tutela sobre el Gobierno; tutela pol¨ªtica de mantenimiento de una dictadura, pero evit¨® en lo posible intervenir en decisiones concretas. Para eso estaba el Consejo de Ministros, que constituy¨®, por ello, la instituci¨®n central de un sistema construido sobre el principio supuestamente eterno e inalterable de unidad de poder.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.