Agua de todos
EN ESPA?A no llueve m¨¢s ni menos que, antes; lo que ha variado son los h¨¢bitos de consumo de agua por parte de los espa?oles. De ah¨ª que sea cada vez m¨¢s acuciante contar con una pol¨ªtica rigurosa de racionalizaci¨®n de recursos h¨ªdricos que termine con el imparable crecimiento actual del consumo industrial y humano y que, con una media de 1.200 metros c¨²bicos al a?o por habitante, coloca a nuestro pa¨ªs en el tercer lugar del mundo desarrollado, tras EE UU y Canad¨¢.El Plan Hidrol¨®gico Nacional (PHN), prometido por el Gobierno para esta legislatura (pero del que se duda que llegue a tiempo al Congreso, dada su indudable incidencia electoral), busca precisamente establecer un marco estable a largo plazo -de aqu¨ª al a?o 2012- para el aprovechamiento racional del agua y su trasvase desde las cuencas excedentarias a las deficitarias, de acuerdo con un sistema de compensaciones entre ellas. Se podr¨¢ discutir -y ser¨¢ obligado hacerlo, primero en el Consejo Nacional del Agua y despu¨¦s en el Parlamento- algunos o muchos de los aspectos parciales del plan, pero ser¨¢ dificil no mostrarse de acuerdo con la filosof¨ªa de equidad y solidaridad que lo inspira.
El progreso social y econ¨®mico, a cualquier escala, se aviene mal con las actitudes aut¨¢rquicas. Pueden existir diferencias pol¨ªticas o rencillas de origen hist¨®rico entre poblaciones o regiones, pero es dificil que su desarrollo econ¨®mico pueda tener futuro d¨¢ndose la espalda entre ellas y sin articular un sistema en el que est¨¦n equilibradamente representados sus mutuos intereses. De ah¨ª que, adem¨¢s de los problemas estructurales que gravitan desde hace tiempo sobre la pol¨ªtica hidr¨¢ulica (aumento de la capacidad de almacenamiento, aprovechamiento de acu¨ªferos, p¨¦rdidas en la red de distribuci¨®n -en gran medida obsoleta-, consumo excesivo, desequilibrio entre precios y costes, entre otros), se plantee cada vez con m¨¢s urgencia el dise?o de un sistema de redistribuci¨®n del agua que responda al reequilibrio territorial y socioecon¨®mico habido en Espa?a durante los ¨²ltimos lustros. Tales cuestiones dif¨ªcilmente Podr¨¢n encontrar respuesta en un debate presidido por consideraciones de rivalidad corporativa o agravios regionales. El agua es un elemento estrat¨¦gico para un desarrollo econ¨®mico y social arm¨®nico del conjunto de la sociedad espa?ola.
Hasta ahora, la Espa?a h¨²meda y la Espa?a seca han vivido de acuerdo con sus propios recursos h¨ªdricos: relativamente abundantes en la primera, manifiestamente insuficientes en la segunda. S¨®lo en la Espa?a seca ha tenido lugar un trasvase de envergadura entre una cuenca y otra (el del Tajo-Segura) que hist¨®ricamente se ha revelado insuficiente. Cuando los indicadores econ¨®micos y demogr¨¢ficos apuntan -en algunos supuestos se trata de datos incontestables- a la existencia de zonas con grandes perspectivas de desarrollo situadas en la Espa?a seca, ser¨ªa de todo punto inconcebible que la Espa?a h¨²meda arrojase al mar el agua que le sobra. De ah¨ª la generalizaci¨®n de las transferencias de recursos h¨ªdricos de unas cuencas a otras que prev¨¦ el Plan Hidrol¨®gico Nacional, fundamentalmente de la m¨¢s excedentaria (la del Norte-Ebro) a la m¨¢s deficitaria- (la del Sureste). Econ¨®mica y socialmente, est¨¢ plenamente justificada una pol¨ªtica hidr¨¢ulica cuyo eje fundamental sea convertir el agua en recurso uniforme y de calidad para todos los habitantes de Espa?a. De alcanzarse este objetivo se habr¨¢ dado cima a la mayor transformaci¨®n social de una comunidad humana cuya primera fuente de heterogeneidad radica, tal vez, en su dispar hidrolog¨ªa.
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