Un templo de la memoria
. Bernini es, para su compatriota Italo Rota, un ejemplo de lo que no hay que hacer con el Louvre. "No me pida nada que sea peque?o", dijo en 1667 Bernini a Luis XIV. El maestro italiano propon¨ªa arrasar el Louvre para levantarle al Rey Sol un nuevo palacio en el centro de Par¨ªs. Afortunadamente, todo qued¨® en agua de borrajas. El monarca respondi¨®: "Me molesta que se me pueda atribuir el deseo de destruir la herencia de mis ancestros".Tras haber estado asociado a los trabajos de conversi¨®n de la estaci¨®n de Orsay en museo de la pintura impresionista, Rota gan¨® en 1986 el concurso internacional para rehacer la segunda planta del edificio de la Cour Carr¨¦. Ha cumplido su misi¨®n inspirado por la idea de que en Louvre "hay que andar de puntillas".
"Aqu¨ª", dice, "todo es grandioso: los alrededores, el palacio y las colecciones. Este no es un museo como los otros, es un templo de la memoria".Testimonios del pasado
Rota cree que en nuestros d¨ªas hay "demasiada demolici¨®n". "La sociedad civil", dice, "deber¨ªa velar para que no se destruyeran tantas cosas. Lo maravilloso es conservar los testimonios del pasado como cosas nuevas y vivas. Una cierta belleza nace de las sucesivas sedimentaciones de diferentes ¨¦pocas".
El Louvre no es s¨®lo el museo m¨¢s grande del mundo, sino no de los edificios m¨¢s venerables de Par¨ªs. Su construcci¨®n es el resultado de un esfuerzo secular.
En 1200 el rey Felipe Augusto ya elev¨® un castillo en lo que hoy es la Cour Carr¨¦, pero ni ¨¦l ni sus sucesores lo adoptaron como vivienda. En 1527, Francisco I anunci¨® que iba a vivir en lo que hasta entonces tan s¨®lo hab¨ªa sido fortaleza y sede del tesoro. El arquitecto Pierre Lescot fue el encargado de hacer habitable el conjunto.
Hasta el reinado de Luis XIV el Louvre conserv¨® las fachadas g¨®ticas y renacentistas heredadas de Lescot. El Rey Sol, deseoso de que el palacio tuviera un aspecto imponente, le encarg¨® a Bernini una reforma completa. Pero la propuesta del italiano de destruir todo y levantar un nuevo edificio consigui¨® erizar la peluca del soberano. Claude Perrault hizo el trabajo, que termin¨® cuando la corte ya se hab¨ªa trasladado a Versalles.
Apegados a la idea de que sus soberanos vivieran en el centro de la ciudad, los parisienses de la revoluci¨®n de 1789 forzaron el traslado de Luis XVI desde Versalles a las Tuller¨ªas, el palacio anexo al Louvre. All¨ª agoniz¨® la monarqu¨ªa francesa. Uno de los primeros actos de los revolucionarios fue convertir al Louvre en museo. Tan s¨®lo en 1852, siete siglos despu¨¦s de la colocaci¨®n de la primera piedra, Napole¨®n III dio por terminada la obra.
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