El espectro de la guerra civil
La Comunidad Europea y Estados Unidos encontraron en agosto en Milan Panic al hombre que necesitaban para convencer al mundo de que Serbia ten¨ªa soluci¨®n pac¨ªfica y era, por tanto, "precipitado" hablar de una intervenci¨®n militar para frenar a Belgrado. Panic, se dijo entonces, podr¨ªa reconducir a Serbia al concierto de naciones y acabar la guerra por medios democr¨¢ticos. En la Conferencia de Londres se le acept¨® como interlocutor, aunque su legitimidad para tal funci¨®n fuera muy discutible. Asist¨ªa como primer ministro de un pa¨ªs legalmente no existente -la llamada nueva Yugoslavia- y no ten¨ªa representatividad alguna en las dos rep¨²blicas integrantes del mismo: Serbia y Montenegro.Ministros comunitarios hablaron en agosto en Londres del punto de inflexi¨®n" y de la gran oportunidad para la paz". Tres meses y medio despu¨¦s, la ret¨®rica comunitaria de Londres se antoja un cruel sarcasmo. Miles de personas, la mayor¨ªa civiles inocentes, han muerto desde entonces.
La Conferencia de Ginebra comienza hoy en una situaci¨®n mucho peor que la de Londres. Todos, l¨ªderes implicados, estadistas y opiniones p¨²blicas conocen los cr¨ªmenes que se cometen en Bosnia. Se sabe ya que unas 60.000 mujeres, musulmanas en su mayor¨ªa, han sido violadas. Se sabe que los objetivos civiles -apartamentos, hospitales, calles y mercados- son bombardeados sistem¨¢ticamente por el monopolio de artiller¨ªa que a¨²n ostentan las fuerzas de Radovan Karadzic.
Panic es el favorito en las elecciones del d¨ªa 20, seg¨²n sondeos poco fiables efectuados sobre todo en Belgrado y ciudades de Voivodina.
El presidente serbio, Slobodan Milosevic, tiene raz¨®n cuando asegura que una victoria de Panic situar¨ªa a Serbia en el umbral de la guerra civil. Panic no tiene programa ni poder, no posee fuerzas armadas ni cuadros pol¨ªticos. Tan s¨®lo dispone de la alianza casual de una oposici¨®n que s¨®lo comparte con ¨¦l el deseo de deshacerse de Milosevic y conseguir un levantamiento de las sanciones y el encantamiento de una comunidad internacional que se acoge a cualquier salida, por ilusoria que sea, con tal de no asumir su responsabilidad en parar la matanza diaria.
El peligro de las milicias
Una victoria de Panic har¨ªa converger en Belgrado a las milicias, armadas por el Ej¨¦rcito y acostumbradas por la comunidad internacional a una plena impunidad, para imponer al presidente electo la abdicaci¨®n de todos los planes de desmilitarizaci¨®n y de reconocimiento de las fronteras de los Estados reconocidos e independientes vecinos en el Norte y en el Oeste, Croacia y Bosnia-Herzegovina, y en el Sur, Macedonia.
Gran parte del ej¨¦rcito estar¨ªa a favor de esta lucha nacional de victoria o muerte y se unir¨ªa a estas bandas y a Milosevic. El conflicto entonces en Serbia s¨®lo podr¨ªa saldarse por las armas. El ¨²nico recurso ser¨ªa buscar la unidad nacional en un asalto a Kosovo y una limpieza ¨¦tnica aqu¨ª que afectar¨ªa al 90% de la poblaci¨®n. All¨ª las matanzas y expulsiones masivas ser¨ªan el mero preludio de la gran guerra balc¨¢nica.
Con una victoria, Milosevic desafiar¨ªa al mundo y -en la mano la prueba electoral de que la mayor¨ªa de los serbios est¨¢ con ¨¦l- impondr¨ªa lo que realmente gran parte de Serbia, de la oposici¨®n incluida, desea, que es la incorporaci¨®n oficial de los territorios ocupados en Croacia y Bosnia a la nueva Yugoslavia. Entonces Europa tendr¨ªa finalmente que comprender que Serbia, bajo Milosevic en 1992, ha llegado a la situaci¨®n en que Alemania se hallaba a finales de 1943, si bien en dimensiones regionales y no continentales.
Cualitativamente no hay diferencia. Las bandas dirigidas por Milosevic, el ej¨¦rcito y los caudillos como Karadzic han implicado a tantos hombres en armas en los cr¨ªmenes cometidos que s¨®lo una derrota militar puede lograr la catarsis necesaria para que de este hundimiento surja una Serbia capaz de asumir el futuro como una apuesta por la convivencia entre los pueblos y no por la hegemon¨ªa racial.
Si no sucede esto, tendremos diez o doce Estados, desde Tirana a Vladivostok, que, emulando a Serbia, liquiden a sus minor¨ªas y asalten a sus vecinos so pretexto de proteger a quien sea. Alguno entonces puede tener armas nucleares y aquellos que hoy se sienten tan seguros en los extremos occidentales del continente europeo habr¨¢n de tener, por primera vez, miedo a sus errores en este conflicto.
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