Miedo y oscuridad en Medell¨ªn
La crisis econ¨®mica y la guerra contra el narcotr¨¢fico presagian una Navidad de pesadilla en la ciudad colombiana
La ciudad de Medell¨ªn prepara la Navidad casi a escondidas, sin luces en la calle y con el miedo metido en el cuerpo. La reciente ola de atentados contra polic¨ªas trae los peores augurios. Los ametrallamientos y los coches bombas, como el del d¨ªa 3, sirven de recordatorio: Pablo Escobar sigue fugado y dispuesto a vengar con sangre la muerte violenta de dos de sus lugartenientes: Brance Mu?oz y Johnny Rivera, en sendos cercos policiales.
"Adem¨¢s de todo, ¨¦ste es el primer a?o que no tendremos alumbrado, que aqu¨ª es el anuncio de la Navidad", afirma apesadumbrada una se?ora. Con el recrudecimiento de la violencia, el racionamiento energ¨¦tico que afecta a todo el pa¨ªs desde marzo, se siente con m¨¢s rigor en Medell¨ªn, que durante d¨¦cadas estuvo orgullosa de tener colgadas de sus calles las bombillas de colores m¨¢s vistosas de pa¨ªs.Aparentemente, la vida sigue igual. El aguardiente con el que se acompa?an las celebraciones y las cenas sigue presente en las fondas situadas a las afueras de la ciudad y en las discotecas de barrio. Sin embargo, la Licorera Departamental de Antioqu¨ªa, provincia de la que Medell¨ªn es la capital, estima que este a?o no se alcanzar¨¢ la meta de ventas de dos millones de botellas.
"Es que las cosas han cambiado. La gente tiene ahora m¨¢s cuidado y no frecuenta algunos sitios que pueden ser blanco de atentados", afirma Pedro, un taxista, quien se queja adem¨¢s de la inseguridad ciudadana. "Aunque el taxi tenga radiotel¨¦fono, siempre se corre riesgo. Sobre todo por la delincuencia com¨²n, que es muy grande. F¨ªjese, por aqu¨ª, en el centro, no se ve ni un s¨®lo polic¨ªa. Los quitaron del medio para que los narcos no los matasen".
Autovigilancia urbana
Antonio Pic¨®n, director ejecutivo de la secci¨®n de la Federaci¨®n Nacional de Comerciantes, explica que junto a la alcald¨ªa y la comandancia de polic¨ªa se intenta "dise?ar de forma arm¨®nica las herramientas que nos permitan defender a la ciudadan¨ªa. En este momento hay una red de informaci¨®n ciudadana conformada por 4.000 vigilantes privados (sin armas) y taxistas dotados de aparatos de comunicaci¨®n para alertar a las autoridades sobre cualquier hecho sospechoso.Pero la medida es de todo insuficiente, pues el plan de los comerciantes apenas cubre el centro. El resto de la ciudad queda indemne. Medell¨ªn, que se extiende por m¨¢s de diez mil hect¨¢reas, est¨¢ dividida en 229 barrios distribuidos en 16 distritos, de los que s¨®lo uno es de clase pudiente, con ingresos familiares por encima de las 42.000 pesetas.
En los distritos nororientales, los m¨¢s pobres, estigmatizados por las bandas de sicarios en la ¨¦poca dura del narcoterrorismo, crecen unas milicias populares con cierta influencia guerrillera, que hacen justicia por su cuenta. All¨ª, la tensi¨®n aumenta cada noche con el sobrevuelo de helic¨®pteros norteamericanos que participan en la caza de Escobar.
La noche de los Alumbrados (un festejo popular que se celebra el 8 de diciembre y que marca el inicio de las fiestas de navidad), los 112 j¨®venes agrupados en Corazones Abiertos, una organizaci¨®n alentada por la parroquia del barrio de Villa Niza, decidieron no bajar al desfile de la playa. Edison Uribe, su presidente, de 23 a?os, explica las razones: "La cosa est¨¢ dura. Mejor nos quedamos en el barrio y salimos disfrazados de Madremonte", figura legendaria que evoca un pasado rural todav¨ªa muy cercano y con la que las abuelas todav¨ªa asustan a los nietos que se portan mal.
Edison no se resigna a que la violencia ocupe otra. vez, como en 1991, todos y cada uno de los rincones de la ciudad, con registros a gente por el simple hecho de ser j¨®venes, "algo que aqu¨ª se volvi¨® sospechoso".
Por encima de la zozobra cotidiana en Medell¨ªn, el sentimiento m¨¢s generalizado es el de intentar preservar a toda costa los espacios para la vida. En un muro del barrio de Villa Tina, donde unos pistoleros mataron en noviembre, a r¨¢fagas de metralleta, a nueve ni?os de un grupo de una pastoral cat¨®lica, se lee con clarida una pintada: "Podr¨¢n quitamos todo, pero nunca la alegr¨ªa... Y menos, la imaginaci¨®n".
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