Sobre la corrupci¨®n
El r¨¦gimen democr¨¢tico implica la existencia de poderes independientes y que se equilibran, la existencia de controles democr¨¢ticos que impiden los excesos de poder. Por ello los abusos de poder, y entre ellos las pr¨¢cticas de corrupci¨®n, se van volviendo m¨¢s y m¨¢s disfuncionales dentro de un r¨¦gimen pol¨ªtico representativo. Pero esa disfuncionalidad no se presenta en toda su crudeza de un modo instant¨¢neo, sino a largo plazo.La raz¨®n es que los reg¨ªmenes predemocr¨¢ticos o antidemocr¨¢ticos (como los vividos por nuestro pa¨ªs en la mayor parte de los dos ¨²ltimos siglos) permiten el arraigo de pr¨¢cticas privilegiadas de acceso y disfrute del poder, que llegan a convertirse en pautas culturales, aceptadas por toda la sociedad. En el caso espa?ol, como previamente en el italiano, la sociedad que emergi¨® hacia la modernidad democr¨¢tica hace apenas 15 a?os estaba firmemente anclada en una cultura pol¨ªtica predemocr¨¢tica: clientelista, del enchufismo, del fraude fiscal y del ejercicio del poder como an-tiservicio, es decir, como despojo de guerra para ser usado en beneficio personal del gobernante, incluy¨¦ndose aqu¨ª la corrupci¨®n a peque?a o gran escala.
La cultura pol¨ªtica predemocr¨¢tica no desaparece por decreto: es multiforme, adaptable, prolonga su vida por encima del cambio de sistema pol¨ªtico, intenta sobrevivir dentro del nuevo r¨¦gimen pol¨ªtico representativo, aunque sea (como en el caso del sottogoverno italiano) a costa de la crisis permanente de la democracia.
En Espa?a estamos viviendo durante los ¨²ltimos a?os un proceso apasionante de maduraci¨®n democr¨¢tica que, en mi opini¨®n, diverge afortunadamente de la trayectoria italiana. La cultura pol¨ªtica predemocr¨¢tica est¨¢ siendo sustituida, al lento paso que caracteriza las transiciones culturales, por una cultura pol¨ªtica democr¨¢tica. El enchufismo, aunque a¨²n exista, es una pr¨¢ctica ileg¨ªtima. Con la puesta en pie de los servicios de bienestar universales se van abriendo paso las pr¨¢cticas de servicio y ecuanimidad de los organismos p¨²blicos. Se ha optado por la lucha contra el fraude fiscal, aunque a¨²n no hayan terminado de desaparecer ni el dinero negro ni las cajas B en la vida cotidiana espa?ola. A pesar de que a muchos les cueste reconocerlo, en todos estos hitos de la transici¨®n cultural, el socialismo espa?ol ha estado al frente de la tarea. No en vano sus posibilidades de reforma desde el poder han sido mayores y, adem¨¢s, ha empu?ado la antorcha de la modernizaci¨®n como su objetivo pol¨ªtico casi exclusivo a lo largo de estos a?os.
Sin embargo, la transici¨®n cultural espa?ola no ha terminado, y ahora el proceso se ha concentrado, con toda su crudeza, en aspectos relativos a la corrupci¨®n. En buena l¨®gica, otra vez deber¨ªa el socialismo espa?ol asumir el papel de ofensiva e iniciativa. Pero he aqu¨ª que, en esta ocasi¨®n, es ¨¦l quien se encuentra en el centro de las sospecha, a la defensiva y con dificultades evidentes para tomar la iniciativa.
En mi opini¨®n, cuando se habla en la actualidad de corrupci¨®n en Espa?a, se est¨¢ haciendo relaci¨®n a dos elementos complementarios: a la sospecha de que los modos de financiaci¨®n (en primer lugar) y el ejercicio del poder (en segundo lugar) de los partidos pol¨ªticos hayan generado un ¨¢rea no transparente de enriquecimiento personal. Como quiera que es el PSOE el partido con m¨¢s poder y con una financiaci¨®n mayor, y como quiera adem¨¢s que es el ¨¢rea socialista la implicada en un n¨²mero mayor de procesos judiciales en torno a estos temas, la interrogante social recae centralmente sobre ¨¦l, por m¨¢s que no haya partido que se libre.
Las reacciones defensivas a este estado de cosas por parte de muchos pol¨ªticos socialistas son muy explicables. Pues, sin duda, esta hoguera de sospechas se ve diaria y machaconamente atizada por el casticismo demag¨®gico, retroalimentado en el esp¨ªritu de sobreexigencia para con el poder, y en la tradici¨®n inquisitorial que a¨²n anida en nuestra mente colectiva. Pero ser¨ªa una gran equivocaci¨®n atribuir los problemas actuales del socialismo espa?ol a una gran conspiraci¨®n contra ¨¦l y el proyecto que defiende. Lo cierto es que los indicios est¨¢n ah¨ª, y han ocasionado un problema de primer orden de credibilidad frente a muchos sectores sociales, problema que no se resuelve echando mano a la teor¨ªa de la conspiraci¨®n, por m¨¢s que ¨¦sta exista.
De las reacciones defensivas entre los socialistas, la m¨¢s sofisticada consiste en. pedir silencio y suspensi¨®n de cualquier evaluaci¨®n en tanto no existan responsabilidades penales probadas. Esto es absolutamente imprescindible. En un momento en el que parece como si la lucha pol¨ªtica se hubiera desplazado a los tribunales, el compromiso con el sistema democr¨¢tico demanda una actuaci¨®n exquisita por parte de todos: de los pol¨ªticos, facilitando el progreso de la actuaci¨®n de los jueces en pro de la finalidad que les es propia, la defensa del imperio de la ley, y reservando serenamente para el final de las actuaciones judiciales la evaluaci¨®n del proceso. Pero, al mismo tiempo, nadie deber¨ªa adelantar su propio veredicto, y en ese sentido la prudencia hasta que existan conclusiones judiciales en firme es un requisito b¨¢sico de compromiso con la democracia. Sin embargo, quedarse ah¨ª tampoco es suficiente. Para seguir liderando la transici¨®n hacia esa cultura pol¨ªtica democr¨¢tica a la que antes se hac¨ªa referencia, el socialismo espa?ol est¨¢ ahora obligado a dar pruebas fehacientes de ejemplaridad colectiva.
Dicho de otro modo, una resoluci¨®n del caso Filesa a lo Naseiro podr¨ªa zanjar la cuesti¨®n de posibles responsabilidades legales, pero no restituir¨ªa al socialismo espa?ol el grado de legitimaci¨®n de su liderazgo que precisa.
Por ello, independientemente de lo que ocurra en los casos concretos bajo procedimiento judicial, ?no requiere este estado de cosas una acci¨®n de ejemplaridad paralela desde las instancias propiamente pol¨ªticas? En tal sentido, cabr¨ªa plantear tres posibles iniciativas.
En primer lugar, lo que est¨¢ claro es que a¨²n existen en nuestro pa¨ªs resquicios para que se produzcan pr¨¢cticas irregulares. Si bien es verdad que las normas en s¨ª mismas no son un remedio universal, sin embargo, la iniciativa normativa para cegar hoy tales resquicios (parece imprescindible. Los problemas m¨¢s evidentes que se han planteado en el inmediato pasado son de tres tipos: las necesidades y los modos de financiaci¨®n de los partidos pol¨ªticos, la normativa de contratos de obras y servicios p¨²blicos y las recalificaciones municipales de suelo. Si bien se est¨¢ avanzando, y muy correctamente, en alguno de estos aspectos, ?no se deber¨ªa tomar una iniciativa normativa decidida, frontal y de conjunto para cerrar estas tres v¨ªas?
En segundo lugar, ?no ser¨ªa necesario proceder, en un plazo estrictamente pol¨ªtico, y m¨¢s all¨¢ de la esfera judicial, contra aquellos que se han beneficiado de la corrupci¨®n o han colaborado con ella? Hace ya algunos a?os, en la clausura del 300 Congreso del PSOE, Felipe Gonz¨¢lez llamaba a los socialistas a luchar contra los corruptos que pudieran existir en las filas socialistas. ?No adquiere ahora ese llamamiento importancia para todo el socialismo espa?ol, como colectividad unida en torno a un proyecto de modernizaci¨®n para Espa?a? Sin acciones ejemplarizantes, ?ser¨¢ posible zanjar definitiva y taxativamente las sospechas no s¨®lo en lo que hace al proyecto socialista, sino, m¨¢s all¨¢, respecto a la clase pol¨ªtica espa?ola?
En tercer lugar, quiz¨¢ todos estos episodios est¨¢n poniendo en primer plano una cuesti¨®n que ata?e directamente a un rasgo estrictamente profesional de los pol¨ªticos: su ejemplaridad. La ejemplaridad en los pol¨ªticos es un requisito b¨¢sico, ya que los ciudadanos les votan no s¨®lo por lo que dicen, sino por lo que representan, por el simbolismo de su imagen, por el ejemplo que sientan. La ejemplaridad se sustancia de modo diferente en diferentes pa¨ªses. En Estados Unidos se ha centrado durante tiempo en ser un prototipo de los valores familiares tradicionales (un clich¨¦ que ha roto Clinton); en el Reino Unido la ejemplaridad necesaria tiene su centro en la moralidad sexual (un clich¨¦ que no ha podido romper Major). Cada pa¨ªs tiene sus clich¨¦s respecto a la ejemplaridad de sus pol¨ªticos.
En Espa?a, y de modo invariable en los ¨²ltimos 200 a?os, la ejemplaridad del pol¨ªtico se ha definido centralmente en tomo a su honradez. Honradez que significa no enriquecerse a la sombra del poder, y no encumbrarse excesivamente cuando se pasa por ¨¦l. La fijaci¨®n con este clich¨¦ tiene ra¨ªces buenas y ra¨ªces bastardas. Teniendo en cuenta el pasado antidemocr¨¢tico o predemocr¨¢tico espa?ol, es hasta cierto punto natural este recelo frente a los gobernantes. Y, al mismo tiempo, existe un punto de hipocres¨ªa y de esp¨ªritu heredero de la contrarreforma, al colocar este clich¨¦ como referencia para los pol¨ªticos, cuando en diversos ¨¢mbitos de la propia sociedad civil no impera precisamente. Con todo, la sociedad espa?ola est¨¢, a¨²n anclada en este clich¨¦ recurrente, y s¨®lo lo abandonara en su avance hacia la cultura pol¨ªtica democr¨¢tica, en el progreso en la transici¨®n cultural a la que antes me he referido.
Todo esto significa que el pol¨ªtico debe considerar, desde un punto de vista estrictamente profesional, la honradez ejemplar como un dato de partida, como una exigencia social que va m¨¢s all¨¢ de la pura legalidad de sus actos. Los pol¨ªticos han de aparecer frente a sus representados como personas honradas, que no se mezclan ni en chanchullos de miles de millones ni tampoco de unos cuantos duros; que no se despegan en exceso de los h¨¢bitos de vida de sus representados, ni aprovechan con fines personales su paso por las responsabilidades pol¨ªticas.
?Cabe reafirmar esto hoy en una especie de c¨®digo deontol¨®gico? Desde luego, cabe reafirmarlo como un elemento expl¨ªcito de la profesionalidad de los pol¨ªticos socialistas. Tal reafirmaci¨®n parece hoy necesaria, si se trata de pasar a la ofensiva, aspirando a mantener el liderazgo que hasta ahora han tenido los socialistas en el fortalecimiento de la cultura pol¨ªtica democr¨¢tica en Espa?a. Y, adem¨¢s, no es tarea dif¨ªcil, pues, como todo el mundo sabe, a pesar de los pesares, la inmensa mayor¨ªa de los pol¨ªticos socialistas se ajusta en su vida y en su acci¨®n a este requisito de ejemplaridad.
es miembro del Comit¨¦ Federal del PSOE.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.