La triste resaca de A?o Nuevo
Un grupito de ancianos se acerc¨® antes de la cena de fin de a?o a la estatua ecuestre de Svaty Vaclav (San Wenceslao) en Praga. Alguno lloraba. En el enorme pedestal marm¨®reo, alguien hab¨ªa colocado una gran foto de otro Wenceslao, de Vaclav Havel, el ¨²ltimo presidente de la ya extinta Checoslovaquia. Puede que pronto sea el presidente de la nueva Rep¨²blica Checa. El poeta seguir¨¢ siendo una instancia moral para los checos, tenga o no despacho en el palacio presidencial del Castillo de Praga, pero ya no ser¨¢ la autoridad del Estado. El que ahora manda en Praga es otro, el tercer Wenceslao, Vaclav Klaus, el primer ministro de la Rep¨²blica Checa, un hombre duro que cree que los poetas deben limitarse a la escritura y a las tertulias filos¨®ficas.Las l¨¢grimas de estos ancianos praguenses quiz¨¢ eran en recuerdo a la gran manifestaci¨®n de dignidad y entusiasmo que se hab¨ªa celebrado en esta misma plaza el 28 de octubre de 1918, el d¨ªa de la proclamaci¨®n del Estado checoslovaco.
A los pies de la estatua de San Wenceslao, horas antes alguien hab¨ªa colocado varias largas listas de nombres, la mayor¨ªa ya olvidados, de v¨ªctimas de la represi¨®n comunista, ejecutados y desaparecidos. Estas listas evocaban la otra manifestaci¨®n multitudinaria celebrada aqu¨ª y sentida con emoci¨®n tanto en Praga como en la ahora extranjera Bratislava, la del 17 de noviembre de 1989, que acab¨® con el poder de los responsables de aquellos cr¨ªmenes.
Acto simb¨®lico
A las doce de la noche del d¨ªa 3 1, sin embargo, la gritona algarab¨ªa de turistas y cuadrillas de adolescentes borrachos se adue?¨® de esta hist¨®rica plaza como en un acto simb¨®lico del relevo consumado entre los ideales que acabaron con la dictadura y las pros¨¢icas intenciones que los nuevos dirigentes promulgan.
"Aqu¨ª hace tres a?os estaba lo mejor de la naci¨®n checa, hoy, ya ve usted, s¨®lo borrachos rompiendo botellas en el suelo, tirando petardos" dec¨ªa un anciano que se arrepent¨ªa de haber salido a dar un paseo por el centro.
S¨ªmbolos de este cambio hay cientos. La centenaria cervecer¨ªa Al Tigre de Oro, en la que Bohumil Hrabal escribi¨® algunos de sus mejores cuentos, cierra, vendida a una cadena confitera extranjera. Cerca del U Kaliju, escenario de las andanzas del c¨¦lebre soldado Swejk, han abierto una cervecer¨ªa nueva, se llama Wall Street. En la pugna entre Wenceslaos, el mundo de Klaus se ha impuesto al de Havel en Praga.
En Bratislava, capital de la nueva Eslovaquia, ni los fuegos artificiales ni las salchichas gratuitas en que el Ayuntamiento hab¨ªa invertido parte de su precario presupuesto animaron a los eslovacos a celebrar su independencia. Menos de tres mil personas, en su mayor¨ªa tambi¨¦n juerguistas, acudieron a la cita. En otras ciudades eslovacas, las fiestas oficiales se vieron a¨²n menos concurridas. Al despertar la ma?ana, las dos plazas hist¨®ricas de Praga y Bratislava estaban cubiertas de basura y cristales, ol¨ªan a alcohol barato y v¨®mitos.
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