El catecismo y los animales
Hay un amor que hay que reservar s¨®lo para las personas y debe negarse a los animales. Hay un dinero que es indigno gastarse con un perro, un gato e un canario cuando podr¨ªa dedicarse "a aliviar la miseria de los hombres", y es leg¨ªtimo servirse de los animales "para experimentaciones m¨¦dicas o cient¨ªficas" (l¨¦ase vivisecci¨®n).Son ¨¦stos los tres puntos que el nuevo catecismo de la Iglesia universal dedica al tema de las relaciones entre el mundo animal y las personas humanas.
Por ahora estas pocas l¨ªneas dedicadas por los obispos de: todo el mundo, con la aprobaci¨®n del papa Wojtyla, a un tema que ocupa cada d¨ªa m¨¢s la. atenci¨®n y la sensibilidad del. mundo actual, sobre todo de los, m¨¢s j¨®venes, han tenido significativamente poco eco cr¨ªtico en nuestro pa¨ªs, al rev¨¦s de lo que est¨¢ ocurriendo en otros. Y sin. embargo, son importantes porque confirman que el nuevo catecismo cat¨®lico se mueve en un. contexto m¨¢s cercano al Concilio de Trento que al Vaticano II; m¨¢s en consonancia con P¨ªo IX -que prohibi¨® que se creara. en Roma la Sociedad para la Prevenci¨®n de la Crueldad contra los Animales, fundada en el Reino Unido en 1824-, que al mismo Juan Pablo II, quien recientemente hab¨ªa llegado a afirmar en un discurso que puede, que los animales tengan un alma como los humanos.
Decir que a los animales no se les puede amar con el mismo afecto que a las personas parece demasiado obvio si se quiere indicar que hay que respetar su identidad sin confundir la con la nuestra. Tambi¨¦n a un ni?o hay que amarlo de forma diferenciada a la de un adulto, porque de lo contrario resultar¨ªa no s¨®lo antipedag¨®gico, sino tambi¨¦n rid¨ªculo. De ah¨ª el que la afirmaci¨®n de que los animales "no pueden ser objeto del afecto destinado a las solas personas" se deba interpretar m¨¢s bien como que a los animales hay que amarlos menos que a los humanos, contradiciendo el mismo axioma cristiano de que en el amor no existen l¨ªmites y que el amor dado a alguien o a algo no disminuye su potencialidad. Es como si alguien tuviera miedo a que el Sol perdiera su fuerza porque ilumina y calienta, sin distinci¨®n, todo lo que toca. No entiendo c¨®mo pueda haber otra diferenciaci¨®n en el amor que no sea su intensidad. ?C¨®mo puede haber dos amores espec¨ªficamente diversos? Que le pregunten a un aficionado al deporte si el amor por su equipo es sustancialmente diferente del que profesa a sus familiares.
El que sea indigno gastarse con un animal un dinero que podr¨ªa destinarse "a aliviar la miseria de los hombres" me parece, a su vez, m¨¢s bien una profunda hipocres¨ªa. No creo que quienes no se gastan unos duros en mantener a un perro, un gato o un papagallo dediquen ese dinero a los hambrientos de Somalia. De demasiadas cosas -y no s¨®lo de lo gastado con un animal dom¨¦stico- se podr¨ªa decir que es indigno gastarse los dineros porque podr¨ªa destinarse a los indigentes. Empezando por todo lo superfluo. Y aun aqu¨ª, ?d¨®nde est¨¢n los l¨ªmites? ?Por qu¨¦ justo con el dinero gastado con los animales el catecismo cat¨®lico se siente tan profundamente ofendido? Sin olvidarse que cualquier m¨¦dico o psic¨®logo podr¨ªan poner de relieve que en no pocos casos no se trata siquiera de un capricho (?y aunque lo fuera, qu¨¦?), sino de una verdadera terapia, de una compa?¨ªa que puede aliviar tantas soledades, curar no pocas neurosis, resolver muchos problemas afectivos adolescenciales y hasta devolver la armon¨ªa rota a una familia.
Y si era poco la aceptaci¨®n por parte del catecismo, a estas alturas, de la vivisecci¨®n de los animales y de los diversos experimentos realizados en su carne, generalmente sin anestesia y bajo atroces e in¨²tiles dolores -cuya utilidad para la medicina ha sido repetidamente contestada incluso por importantes premios Nobel de ciencia-, demuestra que la Iglesia, que se considera moderna porque ha introducido como nuevo pecado en el catecismo el no ir a votar, sigue siendo indiferente a uno de los problemas que m¨¢s ha desarrollado la sensibilidad moderna, como acaba de indicar el zo¨®logo italiano Danilo Mainardi, quien afirma que lo menos que se le pod¨ªa pedir hoy a un catecismo es un poco de "conciencia ecol¨®gica y de educaci¨®n ambiental", y que urge cada vez m¨¢s "una revoluci¨®n cultural que elimine el antropocentrismo y promueva el respeto por todos los tipos de vida existentes".
Todo ello revela que el catecismo ha mantenido el concepto tradicional judeocristiano seg¨²n el cual el hombre es el due?o absoluto e indiscutible de toda la creaci¨®n, pudiendo disponer a su propia ventaja y antojo de los seres que considera inferiores. Con esa doctrina, los hombres han podido impunemente violentar la Tierra hasta hacerla invivible y podr¨¢n seguir no s¨®lo contaminando los r¨ªos, desboscando las forestas y empudreciendo el aire que respiramos, sino tambi¨¦n seguir martirizando a los animales, que, como suele decir la sabidur¨ªa popular, son tantas veces mejores y m¨¢s humanos que los humanos mismos.
Es curioso que una Iglesia que tiene como fundador a quien se identific¨® precisamente con un animal, el cordero, siga permitiendo la crueldad de la vivisecci¨®n. Aunque no hay por qu¨¦ extra?arse demasiado, ya que el nuevo catecismo sigue aceptando que los poderes pol¨ªticos condenen a un ser humano a la silla el¨¦ctrica o a la c¨¢mara de gas, mientras los cristianos se arrodillan cada d¨ªa para rezar ante un Dios crucificado.
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