?Qu¨¦ es pornograf¨ªa?
Una fotograf¨ªa es una imagen luminosa. Un fon¨®grafo te da im¨¢genes sonoras. En griego, porne es prostituta. Una imagen de una prostituta es, pues, una pornograf¨ªa. Tradicionalmente, una prostituta es una mujer cuyo nombre y opiniones son menos importantes que su funci¨®n sexual. Cualquier fotograf¨ªa de una mujer atractiva tiende a parecer una pornograf¨ªa. Esto, probablemente, implique que la mayor¨ªa de los anuncios en Vogue son pornogr¨¢ficos.Pero todo esto es demasiado f¨¢cil. Abord¨¦moslo de otra forma. Hay tres formas de emplear un medio dado de expresi¨®n -el lenguaje, por ejemplo-.Una es la forma imaginativa, que pertenece al arte. En el momento en que la imaginaci¨®n entra en juego, la pornograf¨ªa se convierte en imposible.
Otra forma es la did¨¢ctica -el ense?ar o mostrar, que para mucha gente es el ¨²nico objetivo del lenguaje- Si se escribe un libro de cocina o un manual de aviaci¨®n, si se hace un mapa del metro, si se enumeran los gases t¨®xicos, se est¨¢ siendo did¨¢ctico.
La otra forma es la pornogr¨¢fica. ?sta emplea el mejor m¨¦todo para estimular la carne y conseguir una descarga sexual. Puede considerarse antisocial. Desde luego lo es. Y como tal, no puede ser inmoral.
Est¨¢ claro que la pornograf¨ªa ha ido mucho m¨¢s all¨¢ de la simple representaci¨®n de un compa?ero sexual deseable. La pornograf¨ªa m¨¢s censurable es aquella que lleva los elementos estimulantes al ¨¢mbito del dolor. Hoy en d¨ªa se da por hecho que la verdadera pornograf¨ªa es s¨¢dica, o masoquista, o ambas cosas. El resto es para la p¨¢gina de arte del Sun.
Al marqu¨¦s de Sade se le considera el pr¨ªncipe de los porn¨®grafos. Era ¨¦ste un noble franc¨¦s al que no excitaba hasta la pasi¨®n sexual lo que suele bastar para excitar a la mayor¨ªa de los hombres: la desnudez femenina y una abierta invitaci¨®n.
A Sade s¨®lo le estimulaban fantas¨ªas de crueldad, algunas de las cuales eran tan grotescas que parec¨ªan estar m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites de lo realizable. Dichas fantas¨ªas aparecen expuestas en sus grandes libros pornogr¨¢ficos; lo que no se sabe a ciencia cierta es si de hecho se realizaron alguna vez.
Leopold von Sacher Masoch era un vien¨¦s que dio su nombre a los sue?os de dominaci¨®n del hombre por la mujer. Sus im¨¢genes favoritas son las de mujeres lujosamente vestidas dando latigazos a acobardados hombres de clase media.
Creo que la mayor¨ªa de los seres humanos experimentan simult¨¢neamente deseos s¨¢dicos y masoquistas, y, nos guste o no, es muy dif¨ªcil mantener la sexualidad apartada de tendencias criminales o pol¨ªticas como el deseo de dominaci¨®n f¨ªsica. Hay que dar rienda suelta a esas fantas¨ªas, y el mejor medio para hacerlo es la pornograf¨ªa. La pornograf¨ªa, al igual que la prostituci¨®n, es una de las v¨¢lvulas de seguridad del Estado.
La palabra clave aqu¨ª es catarsis. Es la que Arist¨®teles utiliza para describir el proceso por el cual los impulsos peligrosos pueden expulsarse de la mente por medio del est¨ªmulo del gran arte. Ya no pensamos que el gran arte tenga un valor social. El gran arte est¨¢ en el Covent Garden o en el Teatro Nacional y es demasiado caro para el ciudadano medio. La pornograf¨ªa es mucho m¨¢s barata y puede considerarse como el elemento cat¨¢rtico de la gran mayor¨ªa.
Entonces, ?por qu¨¦ es el Estado tan ambiguo con respecto a la pornograf¨ªa? Al Estado nunca le ha agradado el sexo, porque el sexo es la ¨²nica actividad humana poco dada a ser dirigida por la Iglesia o el Gobierno. El sexo descontrolado pone en peligro la familia. El impulso sexual es m¨¢s fuerte que el impulso pol¨ªtico o que el impulso de obediencia a los l¨ªderes pol¨ªticos. En la novela de George Orwell 1984 se denomina crimen sexual a una relaci¨®n amorosa. El partido en el poder exige devoci¨®n total , la pasi¨®n sexual es una desviaci¨®n de esa devoci¨®n. No es probable que el Estado, por muy democr¨¢tico que sea, haga de Eros su santo patr¨®n. No le gusta el sexo ni en carne ni en libros.
Pero ?est¨¢ justificado que, en ocasiones, el Estado embista contra la pornograf¨ªa por considerarla un est¨ªmulo probado para las mentes criminales? El Estado ha condenado algunas importantes obras de la literatura en la creencia err¨®nea de que eran pornogr¨¢ficas: El amante de lady Chatterly, Ulises, The well of loneliness, Lolita, Historia de 0. Tiende a mezclar la velocidad con el tocino. Confunde la pornograf¨ªa con lo puramente sincero.
El ¨²nico ejemplo que conozco de una influencia casi pornogr¨¢fica en la mente criminal tuvo lugar durante los espantosos asesinatos de Moor, en los que Brady, el asesino de ni?os, cre¨ªa que posiblemente la novela del marqu¨¦s de Sade Justine le hubiera influenciado. Pero no estaba de ning¨²n modo seguro, y no es infrecuente que un criminal le cargue el mochuelo a otro, aunque sea un marqu¨¦s franc¨¦s muerto.
Sin embargo, s¨ª hay casos plenamente probados de influencia de la santa Biblia en una mente criminal. El Viejo Testamento ha conferido a muchos asesinos del tipo Jack el Destripador la autoridad de Jehov¨¢ para sus asesinatos en serie de mujeres. El asesino de ni?os del Estado de Nueva York que confes¨® que intentaba emular a Abraham y sus sacrificios en serie es tambi¨¦n caracter¨ªstico.
En Inglaterra, Haigh mataba en masa a las mujeres y luego se beb¨ªa su sangre. Estaba muy influido por la doctrina de la transustanciaci¨®n en el sacramento de la eucarist¨ªa. Antes de prohibir la pornograf¨ªa deber¨ªan prohibir la religi¨®n.
S¨®lo condenamos la pornograf¨ªa cuando pretende ser algo que no es, es decir, una obra de arte. El prop¨®sito del arte es disparar la imaginaci¨®n. El de la pornograf¨ªa, mantener la atenci¨®n anclada en la carne. El arte puede evocar a los ¨¢ngeles; la pornograf¨ªa no tiene alas.
Todo su prop¨®sito es provocar actos satisfactorios de autoerotismo. Por tanto, es a la vez ego¨ªsta y desinteresada. Ego¨ªsta porque es un enorme placer para s¨ª misma; desinteresada porque no molesta a una pareja de carne y hueso.
Esto no quiere decir que sea totalmente inmune a una cierta verg¨¹enza. En un mundo ideal, en el que nuestros impulsos sexuales estuvieran bajo un estricto control cient¨ªfico, no necesitar¨ªamos la pornograf¨ªa m¨¢s de lo que necesitar¨ªamos la prostituci¨®n. El sexo, como sucede en el mundo animal, estar¨ªa ligado a la estaci¨®n del a?o, y no habr¨ªa diferencia entre sexo como mecanismo de reproducci¨®n y sexo como placer de alcoba. Desgraciadamente, los seres humanos no tienen ni la pureza de los ¨¢ngeles ni la santidad de los animales.
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, 1992.
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