Desarmar, desarmar
LA DESAPARICI?N de la guerra fr¨ªa que ten¨ªa al mundo separado en dos bloques opuestos y a menudo al borde del enfrentamiento armado ha hecho posible el planteamiento del desarme en t¨¦rminos realistas. Y ello en las dos direcciones que a¨²n presentaban graves carencias: el armamento nuclear intercontinental y el armamento qu¨ªmico. Los presidentes de Rusia y Estados Unidos firmaron hace unos d¨ªas el tratado START II -una considerable reducci¨®n del armamento nuclear de ambos- Es un nuevo paso hacia el fin de una loca carrera en la que de lo que se trataba era de fabricar, poseer, ensayar y preparar para su posible utilizaci¨®n tantas y tan perfeccionadas armas como lo permitieran las respectivas econom¨ªas.Las dificultades para la definitiva aplicaci¨®n del START II han sido puestas de manifiesto por numerosos expertos. En efecto, quedan fuera del mismo, por el momento, los restantes pa¨ªses en posesi¨®n de armamento nuclear, algunas rep¨²blicas ex sovi¨¦ticas, Francia y el Reino Unido. Es necesario seguir presionando para que se sumen al acuerdo. Queda pendiente tras el acuerdo el desmantelamiento de las armas. No es tarea sencilla, debido a los formidables problemas econ¨®micos, medioambientales y de seguridad que plantea. No ser¨ªa aceptable que la sustancia de los tratados de desarme se diluyera con el pretexto de esas dificultades. El arsenal nuclear almacenado es una pesada responsabilidad en que algunos pa¨ªses han incurrido y cuya resoluci¨®n requiere un precio, que es necesario pagar para acabar con la pesadilla.
Casi simult¨¢neamente, 127 pa¨ªses han empezado a firmar en Par¨ªs el tratado para la eliminaci¨®n de lo que se ha llamado la bomba at¨®mica de los pobres; as¨ª, se regula la producci¨®n, el almacenamiento y el empleo de armas qu¨ªmicas (TAQ). El TAQ se firma cuatro a?os despu¨¦s del t¨¦rmino de la conferencia internacional preparatoria, en la que los asistentes se compromet¨ªan a negociar el acuerdo que ahora se firma y que es un paso de gigante en relaci¨®n con la convenci¨®n previa, la de Ginebra de 1925. En efecto, en ¨¦sta s¨®lo se prohib¨ªa el uso de armas qu¨ªmicas, pero no su fabricaci¨®n y almacenamiento. Y, pese a que lo hab¨ªan ratificado 101 pa¨ªses, nadie le hizo demasiado caso, como demostr¨® espantosamente la guerra de Ir¨¢n contra Irak.
Menos conocido, y menos temido, pero no menos temible, el stock del armamento qu¨ªmico y biol¨®gico debe ser totalmente destruido en un plazo de 10 a?os a contar desde 1995. Pero el TAQ presenta las mismas dificultades que el desarme nuclear: no abarca a la totalidad de los pa¨ªses (t¨ªpicamente, Irak y Corea del Norte no lo han suscrito, y los restantes pa¨ªses ¨¢rabes condicionan su firma a que Israel acepte el Tratado de No Proliferaci¨®n Nuclear), y la destrucci¨®n del armamento qu¨ªmico es cuesti¨®n compleja y onerosa.
El procedimiento es, con frecuencia, harto m¨¢s dificil y costoso que el de la fabricaci¨®n, de modo que los problemas planteados, especialmente en territorio ex sovi¨¦tico, son de una envergadura muy superior a la que presentan las armas nucleares. De hecho, subsisten problemas t¨¦cnicos y econ¨®micos no resueltos, hasta el punto de que los expertos se encuentran en una fase muy preliminar de la discusi¨®n acerca de cu¨¢l puede ser el m¨¦todo m¨¢s racional para deshacerse de tan peligrosas sustancias. No va a ser f¨¢cil desembarazarse de las secuelas de la carrera de armamentos, aun en la mejor de las hip¨®tesis, es decir, aun cuando pol¨ªticamente exista la voluntad de ponerle un t¨¦rmino definitivo. Acabar con la mort¨ªfera quincalla almacenada va a requerir un esfuerzo suplementario que, sin duda, merece la pena hacer. Sobre todo si se compara con la ruinosa, en m¨¢s de un sentido, operaci¨®n que fue su fabricaci¨®n.
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