Cambio de clima moral
El cambio m¨¢s claro que veremos con la Administraci¨®n de Clinton es un cambio de clima moral. Dicho en t¨¦rminos m¨¢s amplios: con Reagan y Bush tuvimos un Gobierno que identificaba sus ¨¦xitos y sus intereses con los de los segmentos de poblaci¨®n m¨¢s ricos y, desde el punto de vista econ¨®mico, con m¨¢s talento y menos escr¨²pulos. Con ClInton tendremos un Gobierno que identifica sus intereses con los de las clases media y trabajadora y que luchar¨¢ por mejorar las oportunidades de los desvalidos. En los siguientes p¨¢rrafos procurar¨¦ ilustrar las implicaciones concretas de ese amplio contraste.El instrumento principal del Gobierno federal para influir en la econom¨ªa es la pol¨ªtica fiscal y la regulaci¨®n administrativa. Reagan, intencionadamente, concedi¨® mayores rebajas fiscales a los grupos de renta m¨¢s elevada. Tanto ¨¦l como Bush liberalizaron las principales industrias como medida para fomentar la competencia y permitir a la vez la realizaci¨®n de beneficios excesivos a trav¨¦s de compras apalancadas, la manipulaci¨®n del precio de las acciones, absorciones, etc¨¦tera. Ocultaron el criminal saqueo del sector de las cajas de ahorro hasta que el coste para el inocente contribuyente fue demasiado enorme como para ser valorado sin siquiera una explicaci¨®n parcial. Cuando, en 1990, la recesi¨®n empez¨® a sentirse de forma generalizada, la propuesta concreta de Bush para reactivar la econom¨ªa fue recomendar que se redujera el impuesto sobre plusval¨ªas, es decir, el impuesto que pagan los accionistas sobre los beneficios realizados mediante la venta de propiedades y valores, pero su propuesta fue rechazada por el Congreso, de mayor¨ªa dem¨®crata.
Esta pol¨ªtica fiscal y de liberalizaci¨®n se justific¨® con la teor¨ªa del goteo de la prosperidad: la hip¨®tesis de que los ricos emplear¨ªan sus ahorros fiscales en inversiones productivas que a su vez crear¨ªan nuevos puestos de trabajo, y de que al liberar a las empresas de engorrosas normativas federales ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil realizar inversiones rentables sin injerencias burocr¨¢ticas en nombre de los derechos civiles, la defensa del medio ambiente, etc¨¦tera. Todas las estad¨ªsticas de la d¨¦cada de 1980 mostraban que las rebajas fiscales se tradujeron en un crecimiento del consumo y en un mayor desfase entre la renta de la clase media y la de la clase alta, en vez de traducirse en inversiones productivas. Pero Bush nunca dej¨® de recomendar una reducci¨®n del impuesto sobre plusval¨ªas como la clave para una renovada prosperidad econ¨®mica.
Durante la presidencia de Reagan, la combinaci¨®n de las rebajas fiscales con unos enormes gastos de defensa fue tan. irracional que muchas personas pensaron que Reagan cre¨® intencionadamente el enorme d¨¦ficit para que a cualquier futuro Gobierno le fuera imposible luchar contra una recesi¨®n cebando la bomba con obras p¨²blicas y programas sociales. La pol¨ªtica de Reagan y Bush llev¨® al olvido premeditado de las v¨ªas f¨¦rreas, las carreteras, los aeropuertos, los parques nacionales, las viviendas urbanas, los colegios, las prestaciones sociales y la pavimentaci¨®n, iluminaci¨®n e instalaciones sanitarias de las ciudades. En las ceremonias de entrega de diplomas de colegios y universidades, genios de las finanzas a favor de la liberalizaci¨®n como Ivan Boeski y Michael Milkin (despu¨¦s declarados culpables de diversos cr¨ªmenes administrativos rec¨ªprocos y contra su propia clase de banqueros de inversi¨®n) predicaban el evangelio de "la avaricia es buena.7. El presidente Reagan insinu¨® que las n¨®minas de la Seguridad Social estaban llenas de "estafadores", y el presidente Bush recomend¨® que se abordaran los problemas del paro y los sin hogar no a trav¨¦s de la intervenci¨®n del Gobierno, sino mediante "mil puntos de luz", es decir, la limosna voluntaria de cada uno.
Estos triunfos del capitalismo liberalizado inclu¨ªan sueldos multimillonarios y acciones liberadas para altos ejecutivos que cobraban tres o cuatro veces m¨¢s que sus colegas japoneses, mientras perd¨ªan los mercados internos ante el avance de los productos japoneses, m¨¢s competitivos. La era Reagan-Bush tambi¨¦n ofreci¨® a los funcionarios una nueva definici¨®n de integridad moral. Cuando el fiscal general, entre otros, fue preguntado acerca de favores pol¨ªtico-financieros a amigos y familiares, declar¨® para justificarse que no hab¨ªa hecho "nada ilegal".
En la Administraci¨®n de Clinton, los poderes fiscales y reguladores se utilizar¨¢n sin duda con fines diferentes de los de Reagan y Bush. Habr¨¢ un ligero aumento en el impuesto sobre la renta para los ricos, tanto por razones de justicia social como por la necesidad de financiar la reparaci¨®n de las infraestructuras nacionales y urbanas. El presidente Clinton ha prometido mejorar las escuelas p¨²blicas y hacer llegar la atenci¨®n sanitaria b¨¢sica a todos los norteamericanos. Como gobernador de Arkansas aument¨® los impuestos sobre ventas espec¨ªficamente para pagar programas escolares y aument¨® los impuestos sobre la gasolina para reparar las carreteras. En el tema de la dependencia de las ayudas sociales, su actitud combina la compasi¨®n con m¨¦todos pr¨¢cticos para reducir el n¨²mero total de perceptores de subsidios. No estigmatiza a millones de madres solteras y adolescentes sin empleo como "estafadores de la seguridad social", pero propone que, despu¨¦s de un m¨¢ximo de dos a?os de recibir ayudas, los perceptores de prestaciones tendr¨¢n que aceptar un trabajo disponible o una formaci¨®n laboral.
Por consiguiente, en las cuestiones de impuestos y bienestar social parece claro que la presidencia de Clinton no actuar¨¢ en nombre de los ricos, sino de las clases menos privilegiadas y los "pobres que trabajan". Es m¨¢s dificil predecir si ser¨¢ capaz de establecer un tono moral m¨¢s saludable en la Administraci¨®n p¨²blica. Su elecci¨®n de miembros del Gobierno y otros altos responsables ha combinado los objetivos de capacidad profesional y aumento de la representaci¨®n de minor¨ªas, pero varios de ellos son abogados de empresas muy bien pagados y presionar¨¢n en favor de poderosos intereses privados. En concreto, el nuevo secretario de Comercio, Ron Brown, presidente del Partido Dem¨®crata y socio en una empresa de abogados que representa a importantes compa?¨ªas japonesas, recibir¨¢ una despedida de oro de aproximadamente un mill¨®n de d¨®lares cuando abandone temporalmente la empresa de abogados, y ha declarado que no actuar¨¢ en nombre de los clientes de su firma durante un m¨ªnimo de un a?o. Esto no concuerda muy bien con la promesa electoral de acabar con la influencia de "intereses especiales" en la legislaci¨®n nacional. Desgraciadamente, es muy posible que pr¨¢cticas como los costosos grupos de presi¨®n corporativos, el despilfarro en el Pent¨¢gono, la financiaci¨®n corrupta de campa?as para el Congreso y una rid¨ªcula exageraci¨®n en la clasificaci¨®n de documentos secretos est¨¦n tan arraigadas que ning¨²n nuevo presidente, por muy buenas que sean sus intenciones, pueda hacer demasiado para ponerles fi n.
Con respecto al medio ambiente tambi¨¦n tendremos que esperar y ver. Como gobernador de Arkansas, Clinton dio m¨¢s prioridad a las industrias creadoras de empleo que a la limpieza del medio ambiente. Pero escogi¨® a Al Gore como vicepresidente y ha nombrado a personas comprometidas con el medio ambiente para presidir el Departamento de Interior y la Agencia para la Protecci¨®n del Medio Ambiente. Moral y pol¨ªticamente, Clinton es un posibilista decente. Mi predicci¨®n es que actuar¨¢ en¨¦rgicamente en favor de la justicia social, cumplir¨¢ con el m¨ªnimo de compromisos desagradables necesarios para asegurarse el servicio de administradores competentes y no regular¨¢ demasiado estrictamente las industrias, que son las ¨²nicas fuentes posibles de nuevos empleos.
es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.