En el curso de la mirada
Marisa Gonz¨¢lez
Galer¨ªa Aele.
Puigcerd¨¢, 2.
Madrid.
Abierto los meses de enero y febrero.
Partiendo de una ¨²nica imagen -un emblema encantador, dotado de esa ambigua seducci¨®n que caracteriza a los mecanismos aleg¨®ricos de las enso?aciones publicitarias-, Marisa Gonz¨¢lez ha construido, en este ciclo de trabajos recientes que presenta en la galer¨ªa madrile?a Aele, una sugerente cadencia de meditaciones sobre la identidad y sus fantasmas, que contiene momentos de una rotunda y memorable intensidad po¨¦tica.Marisa Gonz¨¢lez se cuenta entre los creadores que, dentro de nuestro panorama, han desarrollado una actitud de mayor inter¨¦s en cuanto a la aplicaci¨®n de nuevos territorios tecnol¨®gicos a la esfera de la creaci¨®n.
En su caso, centrado en la utilizaci¨®n de t¨¦cnicas electrogr¨¢ficas, la solidez del discurso creativo queda garantizada precisamente por su emancipaci¨®n frente a las fascinaciones m¨¢s inmediatas que suelen contagiar las nuevas tecnolog¨ªas, libertad que se hace tanto m¨¢s palpable, en ocasiones como la de esta muestra, cuando la artista explora una opci¨®n in¨¦dita como la impresi¨®n por tecnolog¨ªa de inyecci¨®n de burbujas.
Lejos de toda sumisi¨®n mec¨¢nica e ingenuista a sus efectos m¨¢s obvios, la artista se sirve estrat¨¦gicamente de las opciones impl¨ªcitas por la fotocopiadora.
Ello implica, por supuesto, a un primer nivel, aspectos estrictamente pl¨¢sticos, pero tambi¨¦n, y ante todo, una dimensi¨®n conceptual de naturaleza m¨¢s compleja que Marisa Gonz¨¢lez ha sabido apropiarse con acierto.
Formaci¨®n musical
Creo oportuno recordar, en ese sentido, la formaci¨®n musical que la artista Marisa Gonz¨¢lez comparte junto con sus propias ra¨ªces pict¨®ricas, en un cruce revelador que, a mi juicio, es esencial a la hora de entender c¨®mo su secuencia de manipulaciones y trasformaciones, realizadas a partir de la imagenmotivo, se impregna significativamente de una conciencia de temporalidad.
En ese sentido, m¨¢s que en ning¨²n otro, los momentos de este ciclo se articulan como un todo indivisible, ligados por una estructura subterr¨¢nea cuya materia es no tanto el icono que comparten, sino el tiempo. De hecho, su resonancia quedaba ya impl¨ªcita, m¨¢s all¨¢ del proceso espec¨ªfico de elaboraci¨®n de este ciclo, por la relaci¨®n misma que esa imagen encontrada manten¨ªa desde hace a?os, con su pulsi¨®n inquietante, con la intimidad cotidiana del estudio.
Y te?ida pues, desde su origen, por el flujo de la memoria, cerrar¨¢ tambi¨¦n su discurso con una impactante met¨¢fora de rara melancol¨ªa -sin duda, el punto m¨¢s rotundo de toda la exposici¨®n-, espejo de una identidad que se disuelve, a su vez, en el curso del tiempo.
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