?Un neoagnosticismo religioso
El ate¨ªsmo, seg¨²n las encuestas, se mantiene m¨¢s o menos en el porcentaje de hace m¨¢s de un siglo. Pero el agnosticismo, no. Ha subido en proporci¨®n grande y acelerada. Y esto, sin duda marca tambi¨¦n a los que siguen siendo religiosos, porque los extremos se acercan.A finales del siglo pasado era frecuente que los cient¨ªficos se sintieran en muchos casos apartados de la religi¨®n. La ciencia con sus avances tan novedoso en el siglo XIX, se opon¨ªa a muchas afirmaciones que habian hecho los l¨ªderes religiosos, invadiendo irresponsablemente un campo que no les correspond¨ªa. Y se encontraron con la enemiga de esos nuevos hallazgos, que parec¨ªan enfrentarse con la religi¨®n. Varios profesores bien respetados emprendieron una cruzada contra el esp¨ªritu. Sus afirmaciones, que suenan hoy a sobrepasadas, fueron: "El pensamiento es un movimiento de la materia" (Moleschott); "el pensamiento es al cerebro, m¨¢s o menos, lo que la bilis al h¨ªgado y la orina a los ri?ones" (Vogt). El mundo planteaba en esta ¨¦poca, seg¨²n Du Bois Reymond, siete enigmas insolubles para la religi¨®n, que s¨®lo en la ¨²ltima parte de su vida los suaviz¨® este cient¨ªfico, con aquella exclamaci¨®n agn¨®stica: "Ignoramos", a la que a?adi¨® imprudentemente, "e ignoraremos".
Pero hoy, a pesar de algunas voces discordantes, son legi¨®n los cient¨ªficos mucho m¨¢s cautos respecto al conflicto ciencia y fe, y piensan en un nuevo Dios, que nada tiene que ver con las definiciones a que nos acostumbraba la teolog¨ªa de hace pocos a?os, y que sirvieron de base a la ense?anza religiosa a trav¨¦s de nuestros catecismos.
Empieza a ser verdad la observaci¨®n del profesor Bischoff, hace 100 a?os: "Hay que preservarse de un materialismo que paraliza todos los resortes del esp¨ªritu, y de un idealismo que, a cada paso, se pone en contradicci¨®n con la experiencia".
Por primera vez asume actualmente la Iglesia oficial, en la ense?anza popular de su nuevo catecismo, algo importante que la Iglesia cristiana oriental sab¨ªa y ense?aba a sus fieles, evitando as¨ª la profusi¨®n de supersticiones y conflictos que se mezclaron con nuestra religi¨®n latina. Es la afirmaci¨®n de la liturgia de san Juan Cris¨®stomo diciendo que Dios es "inefable, incomprensible, invisible, inasequible". Lo mismo que sostuvieron los grandes m¨ªsticos de cualquier religi¨®n; pero los dirigentes oficiales de ellas nos lo ocultaron, porque a un Dios as¨ª no lo hubieran podido manejar: era m¨¢s una experiencia positiva y desarrolladora, que resultaba innominable, pero que estaba a disposici¨®n de todo creyente profundo, sin necesidad de muletas manejadas por la burocracia religiosa.
Numerosos pensadores. cat¨®licos que se?alaron esto que dice el catecismo oficial fueron perseguidos y, a veces, expulsados de la comunidad creyente. Ah¨ª est¨¢n los casos del jesuita Tyrrell y del biblista Loisy, o de los fil¨®sofos Le Roy y La berthonni¨¨re y el investigador de la religi¨®n H. Dum¨¦ry, o del. experto en la m¨ªstica bar¨®n Von Hugel, Todos ellos sufrieron por lo que ahora se nos ense?a acerca de Dios, que ya no resulta un personaje antropom¨®rfico, infantil y -por tanto- rechazable por cualquier inteligencia cr¨ªtica.
, Acostumbr¨¦monos a no definirlo, sino s¨®lo a decir lo que no es (santo Tom¨¢s, S. T., I, q.3). Y, cuando m¨¢s, a utilizar im¨¢genes vitales m¨¢s que conceptos abstractos: que es lo que hace la poes¨ªa, y puede hacer la religi¨®n, que, para m¨ª, no es m¨¢s que poes¨ªa en la cual se cree".
Por eso se atreven algunos pensadores, la mayor¨ªa cat¨®licos, a decir que no es una causa (G. Marcel), sino una presencia (Newman); ni un demiurgo que se mezcla con las causas mundanas (Sertillanges), sino el fundamento (Zubiri); ni un omnipotente (L. Dewart), sino la fuerza de nuestra fuerza (H. Dum¨¦ry); ni un fr¨ªo primer acto puro inconmovible (Gilson), sino un impulso creador (Joly); ni un alejado trascendente, sino el englobante (Jaspers); ni un vago ideal, sino el principio integrador de concreci¨®n (Whitehead).
Pero esto, si no lo sentimos, no es nada: se queda ¨²nicamente en las nubes de la fantas¨ªa elucubrante; y esta manera de divagar en teolog¨ªa es la que debe ser superada.
?Podemos entonces seguir diciendo que este Dios es creador, en el sentido de que ha sacado este mundo de la nada casi por arte de magia, como si ense?aba en nuestros catecismos y libros de teolog¨ªa?
Yo creo que no podemos continuar ense?ando algo que no se sostiene, si aplicamos el rigor de nuestra raz¨®n al an¨¢lisis de esta idea. Y menos podemos utilizar, como hacen algunos apresurados apologistas, la hip¨®tesis del Big Bang para creernos que, antes de ese tiempo crucial de los primeros segundos calculados, s¨®lo cab¨ªa, para explicarlos, un acto creador de un ser omnipotente que pod¨ªa sacar de la nada la creaci¨®n.
Eso de la creaci¨®n ex-nihilo tiene que ser borrado de nuestras mentes. Y lo del Big Bang, y la creaci¨®n como punto de partida anterior a este fen¨®meno astrof¨ªsico, tambi¨¦n.
Se nos dec¨ªa que antes no hab¨ªa nada, si no era Dios. Pero recordemos que la idea de nada no es nada; y, por tanto, no hay un antes donde estar¨ªa s¨®lo Dios. La eternidad de Dios no precede al mundo, puesto que no hab¨ªa tiempo antes del tiempo; porque el tiempo es algo inherente al mundo. Un d¨ªa no se decidi¨® Dios a crear el mundo. No existe ese d¨ªa, como tampoco existe la nada ni el antes. Todo eso es una confusi¨®n que produce la manera de hablar imaginativamente. El mundo ha existido siempre, porque no hay un d¨ªa en que no haya existido, ya que no hab¨ªa tiempo antes de existir el mundo. El mundo ha existido unido a su tiempo. Por tanto, no se puede decir que primero existi¨® Dios, y despu¨¦s actu¨® creando en segundo lugar el mundo. No puede haber acci¨®n en Dios, distinta de Dios, y no existe el fundamento sin lo fundado.
Dios no est¨¢ ligado por nuestra l¨®gica humana, demasiado simplista, imaginativa y con los prejuicios del falso y rutinario sentido com¨²n, como inteligentemente critic¨® Descartes, lo mismo que los antiguos padres de la Iglesia, que prestaron a Dios una l¨®gica m¨¢s honda.
?Qu¨¦ es entonces la creaci¨®n, como dogma cristiano?
No podemos unirla al tiempo. Si Dios es el fundamento, y no otra cosa, la creaci¨®n no es sino la dependencia de Dios, la relaci¨®n que es la realidad visible; la creaci¨®n es relaci¨®n pura, dec¨ªa el padre Sertillanges, siguiendo a su mentor santo Tom¨¢s en la Suma teol¨®gica. Reflexiones que hizo en su valiente libro L'id¨¦e de creation et ses retentissements en philosophie. Lo mismo que el gran matem¨¢tico y fil¨®sofo de la ciencia, el cat¨®lico Edouard Le Roy, en sus ¨²ltimas lecciones, como profesor del m¨¢s alto nivel universitario, que es el College de France. La creaci¨®n no es una fabricaci¨®n -aunque sea de la nada-, ni una transformaci¨®n, sino pura relaci¨®n.
Y, de este modo, "Dios lo realiza todo dejando que el mundo se realice a s¨ª mismo" (Schoonenberg, jesuita). Entonces debemos desmitificar la idea infantil que tienen muchos creyentes de la Providencia. Y pensaremos que est¨¢ palabra no puede significar m¨¢s que la exigencia moral que est¨¢ dentro de nosotros -¨²nica realidad experiencial que tenemos de Dios como fundamento del mundo-, y la ¨²nica cosa que puede gobernar este mundo para que. no se disgrege.
?Y si aprendi¨¦ramos as¨ª a no hablar de Dios, como hac¨ªa el Buda?
Enrique Miret Magdalena es te¨®logo.
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