De hombres y bestias
Tras la aparici¨®n de los tres cad¨¢veres, el pueblo se agolp¨® frente al Ayuntamiento buscando la protecci¨®n de la ¨²nica autoridad comprensible. Estaban all¨ª, aterroriza-, dos por la noche y por la Bestia. Un muchacho musitaba "y si hay que cortarle los cojones, se le cortan". Pero lo dec¨ªa con el balbuceo de quien no est¨¢ seguro de poder cortar nada, si se le planta delante la Bestia. Una ni?a sollozaba y escup¨ªa ante un micr¨®fono su somera condena universal: "Son todos unos cabrones". ?Todos? ?Cu¨¢ntos atisbos de la Bestia ha tenido ya esta muchacha? El pueblo apelotonado, d¨¢ndose calor frente al Ayuntamiento, es un icono arcaico, paleol¨ªtico. Y el deseo de matar, ese contagio del asesino.El mismo d¨ªa condenaban a 44 a?os a El Boca, asesino de una ni?a de nueve, a la que viol¨® y mat¨®. El pueblo de la ni?a, unido en horda frente al Ayuntamiento, hab¨ªa tratado de linchar a El Boca temiendo lo que finalmente ha sucedido: El Boca vivir¨¢. Tambi¨¦n ayer los habitantes de Alc¨¤sser quer¨ªan matar a la Bestia, temiendo que, si la cazan, vivir¨¢. Eso es injusto, se dicen, porque la Bestia no comprende nuestras leyes.
Pocos d¨ªas antes, el martes, Dennis Nilsen, asesino can¨ªbal, narraba ante la televisi¨®n brit¨¢nica c¨®mo hab¨ªa descuartizado a 12 chicos. Le cazaron, pero est¨¢ vivo. Nilsen es la encarnaci¨®n del regreso de culturas enterradas hace milenios; a veces emergen, como burbujas que estallan en la superficie de un pantano. Nosotros somos el pantano. Y cuando emerge uno de esos fantasmas de nuestro origen, nos agrupamos aterrados recordando los tiempos de la Bestia, antes del invento de la Ley.
Cuando una Bestia emerge, el pueblo se re¨²ne aterrado en tomo al fuego y al jefe. Musitan amenazas, juran que cazar¨¢n a la Bestia y colgar¨¢n su despojo de un palo. Pero nadie se mueve. La amenaza es demasiado oscura para combatirla en solitario. Los bravos del pueblo se miran, pero no se deciden. S¨®lo la comunidad puede hacerle frente. Una batida, de noche, con perros y escopetas, dirigida por le?adores que conocen el bosque y las costumbres de los anima-les. Pero es infrecuente. Por lo com¨²n, el pueblo se mantiene apretado y atemorizado en torno al fuego y a sus jefes. Los cazadores profesionales se encargar¨¢n de la batida, si se les paga bien. Son gente de fuera y no conoce el bosque, pero son los expertos.
Pero si alguna vez la fortuna hace caer a una de estas criaturas arcaicas, a una de estas reencarnaciones de nuestros antepasados can¨ªbales, en el cerco de las carabinas, entonces la Ley lo trata como a un humano. Y debe hacerlo as¨ª para que el pueblo siga reuni¨¦ndose en torno al fuego y al jefe. Porque no es admisible la existencia de la Bestia. 0 somos humanos, o sembramos la duda m¨¢s espantosa. Suceder¨ªa que no s¨®lo algunos individuos, sino pueblos, podr¨ªan pertenecer al reino animal. Se abrir¨ªa la monstruosa sospecha de que ciertas naciones emergen a la Bestia y, se convierten en devoradores de sus semejantes. Como la Alemania nazi o la Serbia actual o la nacionalidad de ma?ana, sedienta de identidad. Pero eso no es posible. ?Verdad? Eso fue s¨®lo una aberraci¨®n hist¨®rica.
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