Ejercito y sexo
El presidente sabe que puede tener un gran problema por hacerlo, pero, pese a ello, se decide. Ordena a las Fuerzas Armadas que traten a determinadas personas exactamente igual que al resto de los estadounidenses: iguales deberes en el combate los mismos derechos en todo momento.Los m¨¢s altos mandos y casi todo el mundo por debajo de ellos ponen objeciones deforma apasionada. Estas personas crear¨¢n problemas simplemente por su presencia en los cuarteles, afirman. Y lo primero de todo, como es sabido, desear¨¢n vivir entre nosotros, acudir a nuestras iglesias y asistir a los acontecimientos sociales. Crear¨¢n desorden e indisciplina a causa del odio que se siente hacia ellos y porque tienen formas diferentes de vivir y pensar.
Hacedlo, responde el presidente. Y as¨ª, los negros americanos se convirtieron en una parte completamente integrada de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Hubo algunos problemas al principio, pero nada en comparaci¨®n con los beneficios para las Fuerzas Armadas, para los negros norteamericanos y para el pa¨ªs.
En la actualidad, un general negro es el presidente de la Junta de Jefes del Estado Mayor, lo que, por supuesto, no hubiera ocurrido nunca sin la decisi¨®n tomada por el presidente Harry Truman 45 a?os atr¨¢s.
Este general encabeza la oposici¨®n al presidente en su decisi¨®n de levantar la prohibici¨®n a los estadounidenses homosexuales -de cualquier raza y sexo- de servir en el Ej¨¦rcito.
Ning¨²n estadounidense, a excepci¨®n del presidente, es m¨¢s importante que el general Colin Powell, porque ¨¦l es el jefe de todos los jefes, porque es negro, porque no se le puede acusar de discriminaci¨®n y porque suscita un sentimiento de respeto en toda la naci¨®n.
Adem¨¢s, como tantos otros norteamericanos tocados por el destino, es hijo de un inmigrante que estudi¨® en el Citty College de Nueva York. Al general Powell se le ha preguntado esto muchas veces: si los negros pudieron convertirse en parte de las Fuerzas Armadas, ?por qu¨¦ no los homosexuales? Sus razones son dignas de tener en cuenta, y de ser respondidas.
Son temas diferentes, afirma el general. Hace 40 a?os, los negros ya estaban en el Ej¨¦rcito, pero segregados; por tanto, fue un problema de crualdad de oportunidades, no de admisi¨®n. Lo que el general esta diciendo es que a los negros hac¨ªa mucho que se les hab¨ªa dado la oportunidad de servir y de mostrarse tal como eran, pero que a los homosexuales se les deber¨ªa seguir negando esa oportunidad.
Es dif¨ªcil encontrar una l¨®gica en ello, a menos que aceptes el argumento del general de que el color de la piel era una caracter¨ªstica "indudablemente benigna", mientras que los homosexuales, desde la perspectiva del Ej¨¦rcito, tienen el problema "much¨ªsimo m¨¢s complicado" de la identidad sexual.
El sexo, con total seguridad, puede ser algo complicado. Pero el color de la piel no era una caracter¨ªstica tan "benigna" cuando implicaba la diferencia entre libertad y esclavitud y, cuando, incluso despu¨¦s de la integraci¨®n militar de los negros, s¨®lo pod¨ªan ocupar la parte trasera de los autobuses en el sur del pa¨ªs.
Pero el general y otros opositores al servicio militar de los homosexuales se?alan asuntos en los que los gays y sus partidarios deben comprometerse. Entre ellos, los siguientes: matrimonios homosexuales, clubes gays en los cuarteles, bares y lugares de esparcimiento gays cerca de los cuarteles. Puede que mientras se ocupan de ello, las Fuerzas Armadas puedan desprenderse de todos los clubes y bares autosegregados, sean de blancos, negros u homosexuales.
Y si desagradables grupos gays empiezan a sacar a la luz a personal del servicio que quiere mantener su homosexualidad en privado, la comunidad homosexual deber¨ªa combatir a los hostigadores como lo que son: enemigos de la libertad personal, sexual y pol¨ªtica.
El principal argumento de los militares contra los homosexuales es que su presencia podr¨ªa da?ar la disciplina y el orden. ?No es un argumento extra?o para que lo presenten los militares ahora que los homosexuales son de forma abierta parte de la vida civil norteamericana?
El mundo de los negocios, las profesiones, las universidades, las Iglesias y el Congreso se las arreglan para mantener el orden al tiempo que aceptan a los homosexuales. ?Son menos las Fuerzas Armadas?
Los militares puede que tengan una mayor necesidad de disciplina que los grupos civiles, pero sus jefes tambi¨¦n tienen mucho m¨¢s poder.
Por tanto, tengo una respuesta para la pregunta que lanz¨® el general Powell el mes pasado en la American University de Washington: ?qu¨¦ puedo decirle a un joven heterosexual que viene y me dice que en su habitaci¨®n privada prefiere tener heterosexuales a su alrededor y no homosexuales? General, le preguntar¨ªa si ha sido molestado. Si no, le dir¨ªa exactamente lo que un coronel del Ej¨¦rcito al mando de una unidad del Reserve Training Corps me sugiri¨® en el Citty College durante la guerra cuando yo le hice alguna pregunta inconveniente para el peri¨®dico del campus.
"Muchacho", me respondi¨®, "sal de mi despacho y vete al infierno".
A. M. Rosenthal es comentarista pol¨ªtico de The New York Times.
Copyright The New York Times.
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