Catarroja pide perd¨®n
Antonio Angl¨¦s ocup¨® los ¨²ltimos meses con pel¨ªculas de vaqueros y libros de psicolog¨ªa
Los habitantes de Catarroja, la localidad donde residen los presuntos asesinos de las ni?as de Alc¨¤sser, est¨¢n conmocionados. Cerca de 800 vecinos se concentraron ayer ante el Ayuntamiento para instar a la corporaci¨®n a encabezar una manifestaci¨®n hasta Alc¨¤sser en muestra de solidaridad con sus habitantes. En la casa de Antonio Angl¨¦s, uno de los presuntos asesinos, la puesta en libertad de su hermano Enrique llenaba de satisfacci¨®n a la familia.
Los vecinos de Catarroja no s¨®lo quer¨ªan ir a Alc¨¤sser -que est¨¢ a cuatro kil¨®metros- a mostrar su dolor y su comprensi¨®n a sus habitantes. En la concentraci¨®n, reclamaron al Ayuntamiento la expulsi¨®n del pueblo de las personas que comercian con droga. "Esto es un nido de droga", afirm¨® Javier, un inform¨¢tico de 26 a?os. "La polic¨ªa sabe d¨®nde viven y d¨®nde est¨¢n los traficantes, pero pasan de todo", a?adi¨®.Un fuerte sentimiento de culpa se ha extendido en Catarroja. La actitud hostil de alguna localidad cercana ha agrandado la herida. "Todo esto ha repercutido en la gente joven que va a Picassent [la poblaci¨®n donde est¨¢ la discoteca a la que se dirig¨ªan las ni?as de Alc¨¢sser]. No les dejan entrar en la discoteca. Les han llegado a cortar las ruedas de las motos. Creen que todos somos iguales aqu¨ª", coment¨® Asunci¨®n Mu?oz, un ama de casa de 47 a?os. "Imagino que esto ha sido un arranque del momento; que la gente reconocer¨¢ que no todos somos iguales", afirm¨® Asunci¨®n.
Los vecinos de Catarroja negaron con insistencia que los asesinos fueran naturales del pueblo y acusaron a la polic¨ªa de permitir que traficantes de droga y delincuentes de otras localidades residan en la poblaci¨®n. "Toda la gentuza que echan de otros; sitios se ha juntado en Catarroja. No hay derecho a esto: que vengan de fuera -porque ¨¦stos no son del pueblo- y que todo sean robos, violaciones, tr¨¢fico de drogas...", explic¨® Nebot, un obrero de 29 a?os. "Catarroja es limpia. Por culpa de cuatro maleantes ahora estamos en boca de toda. Espa?a", concluy¨®.
Por contra, la familia de los Angl¨¦s rebosaba ayer de satisfacci¨®n. En el comedor, destaca una litera sucia, un aparador desvencijado y un dibujo de una cacer¨ªa inglesa. Ruk, una perra de color canela, jugaba con Enrique Angl¨¦s. El suelo de dos dormitorios estaba salpicado de excrementos de Ruk. Tras su puesta en libertad, Enrique estaba satisfecho y mostraba su deseo "de encontrar faena, en la naranja o en alg¨²n sitio".
"Dominar la mente"
Dos de sus hermanos -Mauricio, de 15 a?os, y Carlos, de 13- comentaban las actividades de Antonio durante los ¨²ltimos meses. "Ve¨ªa muchas pel¨ªculas de vaqueros y de Fernando Esteso. Tambi¨¦n le¨ªa libros de ¨¢rabes, no con letras de ¨¢rabes, sino libros de gente que se pone as¨ª", afirm¨® Mauricio cruzando los brazos y las piernas, encaramado sobre la litera del comedor. "De yoga", aclar¨®; "son libros de gente negra, que es muy inteligente, que sabe c¨®mo dominar la mente". En una de ]as habitaciones donde sol¨ªa dormir Antonio, C¨®mo dominar la psicolog¨ªa, de T. H. Swanson, y un libro escrito por dos lamas asomaban por un caj¨®n.
Miguel Ricart, el ¨²nico presunto asesino detenido, viv¨ªa con 12 familia Angl¨¦s. "Era un poquito juguet¨®n. Me ayudaba a hacer la paella", afirm¨® Neusa, la madre de Antonio Angl¨¦s. Durante los meses posteriores al crimen, Antonio y Miguel paraban poco en casa. "Ven¨ªan a veces, cada dos semanas... Nosotros no nos preocup¨¢bamos por ello. No pens¨¢bamos que les hubiera pasado algo porque son mayorcitos", dijo Mauricio.
Los dos amigos ve¨ªan la televisi¨®n y "se iban a ligar", seg¨²n los hermanos. "¨²ltimamente dec¨ªan que todas las mujeres son unas putas", evoc¨® Enrique, que guarda un mal recuerdo de Antonio. "No me llevo bien con ¨¦l. Tiene muy mal genio y es muy agresivo", agreg¨®. "Tengo mucho miedo. Antonio es capaz de todo, de matar a una familia entera", concluy¨® la madre.
Los vecinos del inmueble donde viven los Angl¨¦s no desean que nadie les relacione con ellos. Ausentes de sus domicilios o parapetados en sus hogares, no abr¨ªan ayer la puerta a extra?os ni respond¨ªan al portero autom¨¢tico. Un hombre de unos 40 anos puls¨® dos veces el bot¨®n del portero autom¨¢tico y, desde la calle, le grit¨® a una vecina para que bajara. "A Antonio Angl¨¦s no le conozco. Tenemos mucho foll¨®n. No queremos saber nada", dijo el hombre mientras esperaba. La mujer, muy arreglada, sali¨® del portal con el miedo dibujado en los ojos.
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