La 'derrota' de Haider
LA RECOGIDA de firmas para promover un refer¨¦ndum a favor de la expulsi¨®n de todo aquel que no posea la nacionalidad austriaca ha congregado a algo m¨¢s de 400.000 signatarios. Austria tiene un poco menos de nueve millones de habitantes; el electorado se halla formado por 5.600.000 ciudadanos con derecho a voto, y el Partido Liberal Austriaco -que as¨ª tiene la desfachatez de llamarse el ultraderechista- grupo pol¨ªtico de Joerg Haider- obtuvo 780.000 sufragios en las legislativas de 1990.Haider esperaba obtener cerca de un mill¨®n de firmas, en el convencimiento de que la caza al extranjero era un objetivo que desborda los l¨ªmites de un mero partido pol¨ªtico, por muy xen¨®fobo que ¨¦ste sea. Es decir: Haider ha obtenido el apoyo del 7,3% del electorado, lo que equivale a algo menos del 5% de la poblaci¨®n del pa¨ªs, dos tercios del respaldo que recibi¨® en las ¨²ltimas elecciones y menos de la mitad del acopio de firmas que esperaba. ?Cabe estar tan seguro, sin embargo, de que la aritm¨¦tica no enga?a y de que, como se ha dicho, el ultraderechista austriaco ha sufrido una derrota moral con este prerrefer¨¦ndum?
El l¨ªder liberal austriaco consider¨® el resultado como bueno, ya que la totalidad de los partidos democr¨¢ticos y la Iglesia cat¨®lica hicieron campa?a en contra de la iniciativa. Efectivamente: la Austria no racista, cristiana de valores, humanista de siempre, democr¨¢tica de convicci¨®n, m¨¢s todo aquel que por razones m¨¢s o menos coyunturales no anhelaba verse asociado a un nombre propio de la m¨¢s extrema miseria espiritual, no s¨®lo han negado su concurso a la iniciativa, sino que han exhibido estent¨®reamente el disgusto que les produc¨ªa.
Pese a ello hay que declarar que Joerg Haider consigui¨® m¨¢s de 400.000 firmas. Varios estadios de f¨²tbol de buena capacidad podr¨ªan llenarse de un odio, de un rictus mal encarado multiplicado en cientos de miles de rostros, de una falta absoluta de comprensi¨®n hacia lo que es el otro, con los firmantes de tal propuesta. ?sa es la medida del verdadero ¨¦xito de Haider; y no debe echarse en saco roto en una Europa que duda y se contempla.
Naturalmente, esto no es el nazismo, se dir¨¢. Y por supuesto que no lo es. El racismo no necesita de una u otra ideolog¨ªa en particular. Si cada d¨ªa tiene su af¨¢n, cada ¨¦poca tiene tambi¨¦n su racismo. Y hoy se llama preservaci¨®n de valores, defensa de la identidad nacional y no sabemos cu¨¢ntos cosas m¨¢s. Para las ideolog¨ªas que usan la coartada de las grandes palabras, lamentablemente, no se ha producido ese famoso ocaso tan de moda. Finalmente, no nos hagamos la ilusi¨®n de que se ha acantonado en Austria, o en cualquier otro lugar del continente, el horror del racismo. Ese especial concepto del mundo que tiende siempre a culpabilizar al otro de sus propias incapacidades, que proyecta en ¨¦l sus irresueltos problemas, es consustancial a todos los pa¨ªses desarrollados y en sus sociedades late con constancia.
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