M¨¢s de 300 presos ocupan The Wolds, la primera c¨¢rcel privada en el Reino Unido
Parece una c¨¢rcel como cualquier otra, s¨®lo que m¨¢s nueva, m¨¢s limpia, m¨¢s c¨®moda. Los presos se deshacen en elogios cuando hablan de The Wolds, la primera prisi¨®n brit¨¢nica bajo gesti¨®n privada, inaugurada en abril del pasado a?o. The Wolds es la punta de lanza de la campa?a de privatizaci¨®n penitenciaria emprendida por el Gobierno ingl¨¦s, y, como tal, ha levantado una formidable pol¨¦mica. Los sindicatos y la oposici¨®n laborista la toman casi como un insulto, como una dejaci¨®n de los deberes del Estado. La empresa gestora, Group 4, y sus clientes (Gobierno y m¨¢s de 300 reclusos) se muestran satisfech¨ªsimos.
Group 4 Securitas es una de las mayores empresas mundiales en el sector de la seguridad privada. Seg¨²n un portavoz de la compa?¨ªa, "la privatizaci¨®n es imparable".The Wolds est¨¢ en Wrough, al norte de Inglaterra, y ocupa la s¨¦ptima de las diez zonas en que se ha dividido el pa¨ªs (Escocia al margen, de momento) a efectos de privatizaci¨®n. El mes pasado se adjudic¨® a otra compa?¨ªa de seguridad la contrata de una segunda c¨¢rcel inglesa bajo gesti¨®n privada.
The Wolds es una c¨¢rcel para presos en custodia, pendientes de juicio y, por tanto, t¨¦cnicamente inocentes. Pero muchos de ellos son veteranos en materia de rejas, y todos los testimonios coinciden: lo privado es mejor. "La diferencia es que aqu¨ª te tratan como un ser humano", dice Rick, de 24 a?os. "?Y sabes por qu¨¦ es as¨ª? Porque esta gente no pertenece a la raza de los funcionarios de prisiones, que son todos polic¨ªas frustrados y gente s¨¢dica".
Rick conoce varias prisiones, incluida la de Ibiza, en Espa?a, ("nada, un peque?o l¨ªo de drogas", la califica), y ha cumplido condena en r¨¦gimen de m¨¢xima seguridad. Admite que "no todos los funcionarios son malos, pero acaban corrompi¨¦ndose por el ambiente general. Los tipos de aqu¨ª, en cambio, son gente sana, normal; si hay alg¨²n loco, le despiden, o cambia de empleo".
Vicios p¨²blicos
El director de la c¨¢rcel, James Twinns, fue funcionario durante nada menos que 21 a?os, y rechaza que las prisiones estatales sean necesariamente peores que las privadas. Admite, sin embargo, que "el sistema p¨²blico hereda vicios de comportamiento que nosotros no tenemos. Si uno es bueno, los presos abusan; si abusan, uno tiende, a abusar de ellos. Y el ambiente se degrada, ayudado por la inercia de la vida del funcionario: anonimato, falta de responsabilidad personal, carencia de est¨ªmulos, frustraci¨®n, etc¨¦tera. ?sa es la herencia"."Nosotros", sigue contando el director. "somos una unidad peque?a, nueva, incorporamos gente ajena al sistema penitenciario, y podemos luchar contra ese c¨ªrculo vicioso del abuso mutuo y la desesperanza. En centros de custodia, como este, y en prisiones de m¨¢xima seguridad. En cualquier tipo de centro", termina Twinns.
La c¨¢rcel tiene una capacidad m¨¢xima para 320 reclusos, y cobra del Estado una cantidad mensual -secreta- para su manutenci¨®n. Nunca ha llegado al m¨¢ximo de ocupaci¨®n (ahora hay 314), y en esa diferencia est¨¢ el beneficio.
Las condiciones de la adjudicaci¨®n a la empresa Group 4 tambi¨¦n son secretas, pero John Bates, portavoz de la compa?¨ªa, se?ala que "el coste est¨¢ muy cerca del promedio de las prisiones p¨²blicas". "El Estado no ahorra dinero. El objetivo no es ese, sino ofrecer mejor servicio", afirma Bates.
El servicio es bueno, indudablemente. The Wolds es objeto de la m¨¢xima atenci¨®n, tanto entre los partidarios de la privatizaci¨®n como entre los que se oponen a ella, y Group 4 tiene un obvio inter¨¦s comercial en obtener nuevas contratas.
Las celdas son individuales o dobles, con lavabo y retrete; cada uno de los seis pabellones dispone de una gran sala de juegos, lavander¨ªa, televisi¨®n y tel¨¦fono; adem¨¢s, se imparten clases de inform¨¢tica, cocina y artesan¨ªa (a cargo de una firma subconcesionaria de material did¨¢ctico); y hay un formidable polideportivo donde hoy, como experimento, los presos con hijos podr¨¢n pasar un d¨ªa de "convivencia familiar".
"Esto est¨¢ muy bien, t¨ªo", asegura Fred, un recluso desdentado y lleno de tatuajes. La prueba est¨¢ en que los presos procuran alargar su estancia retrasando el juicio: casi sistem¨¢ticamente despiden a su abogado la v¨ªspera de la vista. Saben que el tiempo cumplido en The Wolds cuenta como condena, y que cualquier otra prisi¨®n a la que se les traslade ser¨¢ peor.
"Un elemento clave a favor de la c¨¢rceles privadas, como esta, radica en lo que no podemos hacer. Una c¨¢rcel p¨²blica tiene problemas presupuestarios, y para ahorrar cierra el gimnasio. Nosotros tenemos los mismos problemas de dinero, pero no podemos recurrir al cierre de ning¨²n servicio: vulnerar¨ªamos el contrato. Tenemos que aguzar el ingenio, y eso es bueno", explica el director de la prisi¨®n.
Muchos de los empleados (prefieren no ser llamados carceleros) de The Wolds proceden del Ej¨¦rcito. "Yo ped¨ª este empleo porque me pareci¨® interesante y, quiz¨¢, porque me permit¨ªa seguir llevando uniforme", comenta Shaun, que pas¨® nueve a?os como mec¨¢nico en la fuerza a¨¦rea. "Nunca me he sentido carcelero, y prefiero pensar que no lo soy", agrega.
Un buen empleo
"Al principio ten¨ªa un poco de miedo, y a veces se me contagia la angustia del preso, pero es llevadero. Es un buen empleo", dice. Los sentimientos de Shaun los comparte Peter, el encargado del polideportivo (ex profesor de educaci¨®n f¨ªsica en el Ej¨¦rcito, ex director de un gimnasio municipal), a quien le cost¨® "mucho, mucho" acostumbrarse "a los insultos de los presos: hay una tensi¨®n constante en una c¨¢rcel, por el simple hecho de serlo, y hay que vivir con ello".Twinns, el director, advierte contra "la impresi¨®n err¨®nea que puede extraerse de los elogios de los presos: aqu¨ª hay los mismos problemas de indisciplina y drogas que en cualquier prisi¨®n p¨²blica, y ya hemos tenido dos conatos de mot¨ªn. Esto no es un hotel, sino una c¨¢rcel. Pero pretendemos ofrecer al preso lo que se supone debemos ofrecerle: oportunidades para rehabilitarse".
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