Siguen sin despejarse las m¨²ltiples inc¨®gnitas del accidente de Zaragoza
?Estaba la aguja del acelerador engatillada o simplemente s¨®lo reflejaba lo que pasaba: que el aparato estaba irradiando dosis alt¨ªsimas? ?Por qu¨¦ est¨¢n en el banquillo responsables del hospital y no de General Electric, fabricante del acelerador y encargada de su mantenimiento? ?C¨®mo es posible que una inspecci¨®n del Consejo de Seguridad Nuclear durante los d¨ªas que el acelerador funcionaba sin control no detectara nada? Tras cinco d¨ªas de juicio por el accidente del acelerador del Cl¨ªnico de Zaragoza que ha causado 20 muertes, tales cuestiones no se han despejado y la pr¨®xima semana se replantear¨¢n.
Si se hiciera una reconstrucci¨®n de lo que ocurri¨® en la sala del acelerador lineal de electrones entre el 5 y el 21 de diciembre de 1990, se ver¨ªa a enfermos que son colocados para someterse a una sesi¨®n. A enfermeras que siguen las instrucciones de los m¨¦dicos sobre los par¨¢metros que tienen que introducir en la consola de mandos del aparato.Tambi¨¦n se ver¨ªa muchas veces a un hombre que entraba y sal¨ªa de la sala de m¨¢quinas para reparar aver¨ªas. Justo al lado, se ver¨ªa a los m¨¦dicos del servicio de oncolog¨ªa examinar a algunos pacientes que ya sufr¨ªan los efectos de una sobredosis latente. En la sala, se oir¨ªa lo que se comentaba entre las ATS, el t¨¦cnico de la General Electric, la responsable de protecci¨®n radiol¨®gica, las f¨ªsicas y los m¨¦dicos: que la aguja estaba bloqueada en el lado que indica la mayor potencia del acelerador. Si se repitiera lo que ocurri¨®, tambi¨¦n se escuchar¨ªa a Mariano Conte, el t¨¦cnico, decir que no pasaba nada y que la aguja estaba encasquillada, pero que la m¨¢quina funcionaba bien.
Lo que ser¨ªa imposible de reconstruir es c¨®mo funcion¨® la comunicaci¨®n de la aver¨ªa dentro del hospital y c¨®mo se hizo la supervisi¨®n de los "arreglos" realizados por un operarlo que posee la titulaci¨®n de t¨¦cnico en electr¨®nica por la Armada. Lo que demuestra las consecuencias del accidente -la muerte de 20 enfermos oncol¨®gicos- es que cada vez que el acelerador ten¨ªa alg¨²n problema se llamaba al t¨¦cnico, como quien llama al fontanero, ya que despu¨¦s no se tomaban precauciones para comprobar el correcto funcionamiento del aparato.
Descoordinaci¨®n
No las tomaron ni en el hospital, donde hubo una completa descoordinaci¨®n entre los servicios, ni en la General Electric. En la empresa, en principio, se deb¨ªa estudiar el informe hecho por cada reparaci¨®n realizada por el t¨¦cnico para informar detalladamente al hospital. Eso tampoco se hizo, por lo menos con la diligencia que cab¨ªa esperar. Cuando el t¨¦cnico consult¨® telef¨®nicamente a su supervisor sobre una de las aver¨ªas, obtuvo como respuesta que el acelerador no estaba capacitado para emitir intensidades tan altas. El caso es que s¨ª lo hizo.Muchas de las preguntas de los abogados se encaminan a intentar demostrar que podr¨ªa haber otros responsables del accidente, como los superiores del t¨¦cnico de la General Electric. Tambi¨¦n cuestionan el correcto control por parte del Consejo de Seguridad Nuclear de las instalaciones radiactivas. Sin embargo, muchas de esas preguntas se quedan sin respuesta porque la magistrada Mar¨ªa Josefa Gil las declara "impertinentes".
Ni el juez instructor, ni el fiscal, ni siquiera la Audiencia de Zaragoza se mostraron conformes con las peticiones de inculpaci¨®n de jefes de la multinacional o del inspector del Consejo de Seguridad Nuclear. El fiscal no lo solicit¨®. "En este caso, juez y fiscal han ido de la mano", comentaba uno de los abogados. As¨ª que el criterio del juez instructor, Javier Seoane, para quien el hospital deb¨ªa supervisar las reparaciones del t¨¦cnico, se ha mantenido. Mientras, los afectados no cejan en su empe?o de llevar a los tribunales a la empresa como causante directa del accidente y ya han presentado dos demandas millonarias, una en Espa?a y otra en el pa¨ªs de la multinacional, Estados Unidos.
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