No deja de ser curiosa
la r¨¢pida reacci¨®n ante las palabras del se?or Corcuera sobre la prudencia que han de tener los que conceden los permisos de salida a los presos. En primer lugar, no se refiri¨® a los jueces, y tanto los jueces (el que se pica ajos come) como los partidos pol¨ªticos habituales lo han supuesto. En segundo lugar, porque se supone que son declaraciones en caliente, cuando lo que sucede esquela reiteraci¨®n de tales casos produce malestar en la sociedad.Las defensas basadas en porcentajes no sirven. En unos permisos se trata de que un reincidente vuelva a robar, sin m¨¢s; en otros, si reincide, que mate o viole. Son probabilidades incomparables e inconmensurables socialmente. Es una defensa vilmente burocr¨¢tica.
Hasta ahora se sigue sin entrar en el debate p¨²blico sobre la reinserci¨®n. ?Hay delincuentes que son enfermos y otros que no? ?Cu¨¢les son las v¨ªas para su tratamiento y recuperaci¨®n social? ?C¨®mo tienen que ser los centros que los alberguen? No puede tratarse de la misma forma a la persona que se ve obligada a delinquir contra la propiedad por hambre o marginaci¨®n social, que a la que es incapaz de medir la responsabilidad de sus actos y es capaz de matar.
No conviene que nadie se enga?e, no se trata de izquierdas o derechas. Hemos tenido que padecer, por ejemplo, que se permitiera que fr¨ªos asesinos fascistas con sangre en sus manos se fugaran de sus reclusiones gracias a permisos incomprensibles o que redimieran sus penas. Esto tambi¨¦n es un escarnio social.
Tambi¨¦n es cierto que avanzar en las reformas supone pol¨¦mica y debate; eso es bueno, pero es lo que falta. Igual que en su momento se reform¨® el r¨¦gimen de los sanatorios psiqui¨¢tricos y hoy nadie se acuerda de ello, debemos ser capaces de reformar el r¨¦gimen penitenciario y hacerlo socialmente eficaz y asumible.-
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