El descubridor de los efectos de la talidomida, condenado por fraude cient¨ªfico en Australia
El m¨¦dico australiano William McBride se convirti¨® en un h¨¦roe cuando, en 1961, descubri¨® los terribles efectos de la talidomida sobre los fetos cuyas madres tomaron este tranquilizante durante el embarazo. Durante los siguientes 25 a?os se hizo rico y famoso Despu¨¦s, hace cinco a?os, cay¨® en desgracia. Ayer fue declarado culpable de fraude cient¨ªfico por un tribunal de Sidney por haber imputado los mismos efectos sobre los fetos a otro f¨¢rmaco prenatal, el Debendox. McBride, de 65 a?os, puede ser inhabilitado para ejercer la medicina. Mientras tanto ha perdido casi todas sus posesiones y tambi¨¦n su honor.
El juicio ha sido el m¨¢s largo que ha habido en el mundo contra un m¨¦dico y culmina una investigaci¨®n judicial de tres a?os y medio sobre las acusaciones contra McBride: haber falsificado experimentos con el Debendox y mentido sobre las dosis administradas a ratones durante los mismos. Brian Wall, presidente del tribunal que ha juzgado al ginec¨®logo, ha declarado que todav¨ªa tiene que decidir si le inhabilita para la pr¨¢ctica de la medicina, como solicita el Ministerio de Sanidad australiano. El tribunal, por otra parte, s¨®lo ha aceptado una de las otras ocho acusaciones interpuestas por tratamiento de pacientes.La forma de examinar estos temas -al menos en Australia- es obviamente imperfecta. Un juicio que se calculaba que durar¨ªa seis semanas se convirti¨® en un monstruo superior a la peor pesadilla de cualquiera. Seg¨²n se alargaban m¨¢s y m¨¢s los procedimientos en el antiguo Tribunal Supremo de Nueva Gales del Sur, con experto tras experto desfilando por el estrado de los testigos sin ponerse de acuerdo unos con otros -uno trajo al tribunal una placenta en una bandeja de metal-, incluso el presidente, el juez Brian Wall, se vio inducido a preguntar el d¨ªa 149 de la vista: "?C¨®mo empez¨® todo esto?".
Es una pregunta pertinente. Hace cinco a?os, McBride, que entonces ten¨ªa 60, un hombre hecho a s¨ª mismo, de or¨ªgenes modestos, era el m¨¦dico m¨¢s conocido de Australia. Era director de la Fundaci¨®n 41 (llamada as¨ª por las 40 semanas de embarazo y la primera despu¨¦s del parto), un instituto de investigaci¨®n privado creado en 1971 para estudiar las causas de las disminuciones f¨ªsicas y mentales de los beb¨¦s, recibi¨® medallas y honores y era un conferenciante muy solicitado en Australia, Europa y Estados Unidos. Ejerci¨® como toc¨®logo en Sidney con gran ¨¦xito, especializ¨¢ndose en infertilidad. Su esposa, la doctora Patricia Glover, ten¨ªa su propia consulta privada. Ten¨ªan una preciosa casa de ¨¦poca en un barrio exclusivo de Sidney, un chal¨¦ en la plaza de moda de Palm Beach y una granja en el campo. Sus cuatro hijos estaban iniciando brillantes carreras.
La ca¨ªda
Tras las acusaciones de fraude cient¨ªfico, incompetencia profesional, mala conducta y publicar informaci¨®n falsa y enga?osa, McBride sigui¨® siendo asesor de obstetricia en dos importantes hospitales de Sidney, pero otros le excluyeron. Su consulta privada, por la que ha tra¨ªdo al mundo 9.000 beb¨¦s, ha quedado reducida a pr¨¢cticamente nada. Todas las casas de McBride han desaparecido y ha vendido su granja. Le hicieron un by-pass en el coraz¨®n hace un a?o y padece de insomnio. La Fundaci¨®n 41 lucha por seguir adelante en circunstancias dif¨ªciles. De un experimento realizado en la fundaci¨®n naci¨® su desgracia.
En marzo de 1980, McBride declar¨® que una medicina para los mareos matinales llamada Debendox, comercializada por el gigante norteamericano Merrell Dow, era "capaz de causar deformidades en un peque?o porcentaje de los embriones de las mujeres que la tomaran al principio de su embarazo". En junio de 1982 public¨® un art¨ªculo sobre los experimentos de la Fundaci¨®n 41 con un medicamento relacionado que parec¨ªa apoyar su descubrimiento. Pero uno de los ayudantes de investigaci¨®n que hab¨ªa trabajado en los experimentos, Phil Vardy, descubri¨® que McBride hab¨ªa alterado algunas de las cifras originales. Vardy consult¨® a su abogado, tuvo una reuni¨®n poco satisfactoria con McBride y cuatro meses despu¨¦s, en octubre de 1982, present¨® su dimisi¨®n en la fundaci¨®n.
Y as¨ª qued¨® el asunto hasta 1987, cuando el doctor Norman Swan, un pediatra brit¨¢nico, entr¨® en la refriega. Swan, que cre¨ªa que el Debendox era una medicina segura, dice que hab¨ªa estado investigando a McBride durante siete a?os, tras escuchar chismes sobre ¨¦l en los c¨ªrculos m¨¦dicos de Sidney. El 12 de diciembre, Swan difundi¨® un informe en un programa de televisi¨®n. Utilizando a Vardy y a otra antigua investigadora de la Fundaci¨®n 41, Jill French, como sus testigos principales, Swan acus¨® sin rodeos a McBride de fraude cient¨ªfico.
Antes de conocer la sentencia, McBride afirm¨® que el origen de sus problemas radica en que se convirti¨® en una amenaza para las empresas farmac¨¦uticas: "Tienen un inter¨¦s personal en mantener sus medicamentos en el mercado. Yo tengo un inter¨¦s personal en proteger a los beb¨¦s no nacidos; es tan sencillo como todo eso".
Tras el fallo del tribunal, McBride no ha querido hacer declaraciones, aunque ya dijo que, si falla en su contra, probablemente abandonar¨¢ Australia y vivir¨¢ en el Reino Unido.
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