El h¨¦roe de las mujeres
La apuesta de Juan Luis Moraza (Vitoria, 1960) se define, esencialmente, a trav¨¦s de la extra?a alianza simbi¨®tica que mantienen textos y propuestas art¨ªsticas, y en el modo como resultan. soportes indistintos para quien sit¨²a su objetivo principal sobre estrategias de actuaci¨®n en el territorio de las ideas.Y hablo aqu¨ª de simbiosis, porque hay casi siempre en la pr¨¢ctica dual de Moraza una especie de contaminaci¨®n mutua, m¨ªmesis que contagia en ambos sentidos, condicionando una relaci¨®n de dependencia cuya orientaci¨®n se invierte seg¨²n las prioridades estrat¨¦gicas se inclinen hacia el estilo del discurso especulativo o las pautas relativas a la producci¨®n de objetos.
Sentido dual
Juan Luis Moraza
Elba Ben¨ªtez Galer¨ªa (San Lorenzo, 11. Madrid. Hasta el 6 de marzo.
En ese sentido dual, el flujo de estos nuevos trabajos se asimila al de la aventura mental definida por el libro publicado a la par por Moraza, que actuando a modo de programa especulativo -o a¨²n como libro de estilo-, condiciona tanto el contenido metaf¨®rico de las piezas, como su territorio iconogr¨¢fico y hasta el tono de los juegos de lenguaje.La muestra pone en escena una representaci¨®n de esa trama argumental que subvierte toda escala territorial, disciplinar o cronol¨®gica en su asalto a la memoria cultural, y cuyo tal¨®n de Aquiles se sit¨²a all¨ª donde el atractivo potencial del irreverente juego anal¨®gico se deval¨²a por arrimar el ascua a la sardina de la tesis que parece haber puesto en pie tan aparatoso edificio.
As¨ª, el atractivo impl¨ªcito en esa misma forma de iluminar la imagen fantasmal de la mujer como met¨¢fora que integra mitos de creaci¨®n o reproducci¨®n, terrores primordiales y rituales de dominio, pierde gran parte de su gas cuando centra su obsesi¨®n principal en una suerte de exaltaci¨®n paranoide y oportunista de las paradojas de la condici¨®n posmoderna. Y, sin embargo, pese a las debilidades del discurso detonante, las piezas e instalaciones resultan incomparablemente m¨¢s sugestivos, hasta el punto de componer uno de los conjuntos m¨¢s atractivos e intensos que recuerdo en Moraza. Ello se debe a la feliz alianza que establecen entre s¨ª la energ¨ªa conceptual de los materiales empleados y la fertil intuici¨®n que el artista despliega frente a este tipo de asociaciones imaginarias.
La muestra abre hacia una mayor ambivalencia de ramificaciones insondables, ese juego desgarrado sobre la imagen de la mujer. Contribuyen a ello algunas confrontaciones objetuales especialmente inquietantes, as¨ª como el monstruoso mestizaje de los collages y dibujos nacidos de la apropiaci¨®n de sendos recursos picabianos: la fusi¨®n despiadada de im¨¢genes y la superposici¨®n por transparencia. En fin, frente a lo que es norma para las adaptaciones cinematogr¨¢ficas, no se pierdan esta exposici¨®n, pero ah¨®rrense el libro.
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