La memoria de Hipercor

EL ATENTADO de Hipercor en Barcelona, el 19 de junio de 1987, ha pasado a ser, entre todos los que jalonan la historia criminal de ETA, el paradigma de la infamia y de la crueldad sin l¨ªmites. Quien coloc¨® el coche bomba en el aparcamiento del hipermercado y lo hizo explosionar a la hora en que las familias suelen hacer la compra semanal sab¨ªa de antemano que las v¨ªctimas ser¨ªan ante todo mujeres y ni?os, como as¨ª sucedi¨® efectivamente. De ah¨ª que la detenci¨®n en Francia del presunto autor material de aquella sangrienta haza?a tenga, por encima de cualquier consideraci¨®n sobre su importancia en el desmantelamiento de ETA, un significado eminentemente reparador: a la memoria de los 21 asesinados, para sus familiares, para las decenas de heridos y de quienes han quedado marcados de por vida por las secuelas f¨ªsicas y ps¨ªquicas del atentado.La captura del etarra Rafael Caride satisface, pues, una exigencia b¨¢sica de ]ajusticia: no dejar impune aquel acto de barbarie que provoc¨® un racimo de v¨ªctimas mortales y de cuerpos destrozados de ciudadanos indefensos y que conmocion¨® a la sociedad entera. De la misma manera que sucedi¨® con la detenci¨®n del etarra Henri Parot, autor de un atentado de factura semejante al de Hipercor: el perpetra do contra la casa cuartel de Zaragoza, con el que ETA demostr¨® su consumada pericia en el asesinato de ni?os.

Sin duda, atentados como los de Hipercor y la casa cuartel de Zaragoza han servido para acelerar el proceso de marginaci¨®n social y pol¨ªtica en que se encuentra actualmente ETA. Quienes hicieron de la violencia indiscriminada la punta de lanza de su estrategia pol¨ªtica han fracasado en toda regla, aunque sigan sin querer darse por enterados. Las sociedades espa?ola y vasca no han sucumbido en estos a?os al p¨¢nico del terror desencadenado contra ellas, sino que han respondido con el rechazo moral y el aislamiento social de los actores de la violencia y de quienes los apoyan. Un clima que fue perfectamente captado por los antiguos presos etarras Etxabe y Urrutia cuando, en diciembre de 1991, diagnosticaban desde la c¨¢rcel de Vitoria que los atentados de ETA "est¨¢n creando odio en todos los sitios" y que al final provocar¨¢n que nos saquen a gorrazos, que es lo que merecemos".

El lehendakari, Jos¨¦ Antonio Ardanza, ha podido reflejar la situaci¨®n en que se encuentra actualmente ETA al afirmar que "corno referente pol¨ªtico ha dejado de existir". Ello explicar¨ªa que la disidencia, el des¨¢nimo y la desorientaci¨®n se hayan apoderado de sus filas: colectivo de presos, base social, aparato pol¨ªtico. Lo cual, obviamente, ser¨ªa el efecto principal del empe?o policial en demostrar la falacia de la invulnerabilidad de los jefes terroristas tras la ca¨ªda de Pakito-Artapalo en marzo de 1992. Y que, ¨²ltimamente, se ha puesto de manifiesto en la detenci¨®n de Pedro Mar¨ªa Gorospe, responsable del aparato log¨ªstico de la organizaci¨®n terrorista; en la del propio Rafael Caride, actualmente organizador de los comandos que pasaban de Francia a Espa?a para cometer atentados terroristas, y, finalmente, en el desmantelamiento de la f¨¢brica de armas y explosivos de ETA en Bidart (Francia).

Quiz¨¢ la salida a esta situaci¨®n no pueda ser otra que el di¨¢logo, como se?ala Ardanza, pero quienes deben demostrar que est¨¢n por un final as¨ª son ETA y sus tramas civiles: simplemente acreditando de una vez que son capaces de dejar de matar. En este sentido, detenciones como las de Rafael Caride pueden resultar muy persuasivas, al margen de que consigan su objetivo fundamental, llevar ante la justicia a quienes han sido capaces de cometer atentados tan miserables como el de Hipercor.