Mujer y participaci¨®n pol¨ªtica
Tradicionalmente, la mujer ha estado excluida de la pol¨ªtica, condicionada por su propia educaci¨®n y por la cultura pol¨ªtica imperante en la sociedad. Las mujeres no eran consideradas como sujetos pol¨ªticos y nada significaban para la ciencia pol¨ªtica. Durante siglos existi¨® un pacto social impl¨ªcito que asignaba a la mujer las tareas dom¨¦sticas y al hombre la vida p¨²blica, el trabajo y la pol¨ªtica. Hoy la situaci¨®n ha cambiado enormemente. La mujer ya no se dedica exclusivamente al cuidado de los hijos y del hogar, y su entrada en ¨¢mbitos tradicionalmente masculinos est¨¢ generando transformaciones impensables hace unos a?os. Sin embargo, el claro avance social de la mujer en el ¨¢mbito laboral y su mayor presencia social no se ha traducido en una mayor participaci¨®n de ¨¦sta en la pol¨ªtica y lo que ello conlleva de estar presente en los centros donde se toman las decisiones.No obstante, en las sociedades occidentales existe un sentimiento generalizado favorable a la participaci¨®n de las mujeres en todos los espacios sociales. En estas sociedades el objetivo inicial de los grupos feministas ha sido ampliamente conseguido: la toma de conciencia del problema y la b¨²squeda de las soluciones, entre ellas las reformas legales necesarias para que la mujer dejara de ser un sujeto de peor derecho. Desde el punto de vista pol¨ªtico, el hecho m¨¢s significativo es su paso a la condici¨®n de electoras, el derecho de sufragio, determinante para los cambios que se han ido produciendo despu¨¦s, y del que todav¨ªa no se han extra¨ªdo todas las consecuencias que tiene.
Tras conseguir la igualdad formal en las normas jur¨ªdicas, en los ¨²ltimos a?os las mujeres han ido obteniendo peque?as parcelas de poder a modo de concesiones hechas desde los responsables pol¨ªticos. La obligatoriedad de cuotas femeninas en los ¨®rganos de representaci¨®n de los partidos y en las listas electorales, la designaci¨®n de alguna mujer para las instituciones m¨¢s importantes del Estado o el nombramiento de ministras son exponentes de ello. Sin embargo, y como era de esperar, tales nombramientos se han gestionado de una forma deficiente. En las funciones p¨²blicas, salvo alguna excepci¨®n, se ha colocado a las mujeres en puestos relacionados con la actividad hist¨®ricamente propia de las mismas: asuntos sociales, culturales o relaciones p¨²blicas. Es pr¨¢cticamente nula su participaci¨®n en temas de defensa, econom¨ªa, interior, justicia o exteriores.
Estamos a¨²n en los inicios de la participaci¨®n de las mujeres en los verdaderos espacios donde se toman las decisiones. En las Cortes Generales, y a pesar del impacto de la cuota, tenemos un porcentaje de mujeres del 14,8% en el Congreso y del 12,9% en el Senado. En el conjunto de las instituciones del Estado su presencia es a¨²n menor, un 6%, mientras los hombres est¨¢n sobrerrepresentados en un 94%.
A pesar de la resistencia por parte de quienes ostentan el poder, la entrada de mujeres en campos hasta ahora reservados al hombre est¨¢ produciendo una evoluci¨®n visible sobre el modelo tradicional de mujer. Hoy se considera normal que una mujer se dedique a la pol¨ªtica, que participe en los asuntos p¨²blicos y que llegue a las m¨¢s altas responsabilidades del Estado. Existe ya un modelo de mujer p¨²blica, ejecutiva y profesional. La sociedad convive con ella, y las pr¨®ximas generaciones disponen de otras im¨¢genes a las que mirar.
Los grupos de mujeres empiezan ya a reflexionar en otra l¨ªnea. Se inicia lo que se ha dado en llamar la segunda etapa del feminismo. Hasta ahora se ha obtenido la igualdad formal, la reforma de las leyes discriminatorias y ciertas concesiones en la pr¨¢ctica. Ahora se plantea ir al centro de la cuesti¨®n: las mujeres tienen el derecho y el deber de participar en las instituciones democr¨¢ticas. Su voz y sus opiniones han de o¨ªrse en los centros de decisi¨®n pol¨ªtica, desde los partidos y sindicatos hasta las instituciones del Estado y los Gobiernos.
En otro caso no estar¨ªamos en una democracia plena, al faltar la voz de la mitad de la poblaci¨®n, del demos. En esa l¨ªnea se camina en las instituciones de la Comunidad Europea, donde las mujeres est¨¢n consiguiendo cada vez m¨¢s participaci¨®n. Con ese norte, el Manifiesto d'Aarhus, auspiciado por el Consejo de Europa y firmado en mayo de 1992, comienza as¨ª: "?Hasta cu¨¢ndo podemos tolerar una semidemocracia?". All¨ª se acu?¨® por primera vez el t¨¦rmino "democracia paritaria".
El m¨¢s reciente encuentro de Mujeres Europeas en Atenas termin¨® con la firma de una declaraci¨®n, el 3 de noviembre de 1992, en el que destacadas mujeres con responsabilidades p¨²blicas abogan porque Ia representaci¨®n en partidos y sindicatos no permita a ning¨²n sexo tener una representaci¨®n superior al 60% ni inferior al 40%". Hoy no se habla ya s¨®lo de cuotas, que implican minor¨ªas y concesiones, sino de paridad. La mujer no es una minor¨ªa, es m¨¢s del 50% de la poblaci¨®n, marginado hist¨®ricamente.
Las sociedades que se dicen democr¨¢ticas est¨¢n afrontando con seriedad esta ausencia, como una carencia de democracia plena, que en un sistema basado en la soberan¨ªa de todos los ciudadanos no puede permitirse. Se analiza la cuesti¨®n en el nivel de los principios pol¨ªticos de la democracia representativa, al considerar que no existe una verdadera democracia cuando la mitad de los miembros de la sociedad no participa en las decisiones que repercuten en la colectividad. En Atenas se ha dicho que Ia democracia sin las mujeres pertenece al pasado; la democracia paritaria, al futuro".
Los grupos de mujeres hoy se replantean su tradicional rechazo del poder. Es necesario participar si se quiere influir en la sociedad, y es preciso estar presentes en la toma de decisiones. Se admite la necesidad de formar l¨ªderes pol¨ªticas, crear redes de apoyo mutuo y motivar a las mujeres para el acceso al poder y su ejercicio.
Los cambios sociales que est¨¢ produciendo la participaci¨®n de la mujer en todos los ¨¢mbitos de la vida social incide en las pol¨ªticas a seguir y en los planteamientos sobre la organizaci¨®n de la sociedad. Cualquier discurso pol¨ªtico, tanto progresista como conservador, tiene que contar con esta transformaci¨®n. Los temas considerados habitualmente como femeninos, relativos a la vida cotidiana, a las tareas dom¨¦sticas, a la reproducci¨®n o al papel de la mujer en la familia, hoy son relevantes pol¨ªticamente dados los cambios sociales que generan.
Las mujeres en el momento actual son un factor de progreso. Su tradicional voto conservador ha cambiado radicalmente. Las recientes elecciones americanas son una buena prueba de ello. El voto de las mujeres, mayoritario sobre el de los hombres en t¨¦rminos de participaci¨®n (54% mujeres, 46% hombres), se ha inclinado a favor del candidato dem¨®crata (46% mujeres, 41% hombres), que ha defendido un programa acorde con el cambio social que las mujeres est¨¢n protagonizando de una forma ya imparable. Muchas republicanas se han pasado al bando dem¨®crata, lo que ha hecho decir a alg¨²n analista que Ias mujeres norteamericanas han dejado a un lado su ideolog¨ªa pol¨ªtica para apoyar al candidato que mejor defienda sus derechos".
Tambi¨¦n ha influido decisivamente la imagen de la mujer que acompa?a al candidato. Ya no es la sombra de su compa?ero: tiene personalidad propia y puede dar el modelo de una futura dirigente pol¨ªtica. Las feministas y los movimientos sociales a favor de los derechos de la mujer han resurgido en Estados Unidos con fuerza. Se dice que estamos en el "a?o de la mujer", que entramos en nuevas formas de ejercer el poder, influidas decisivamente por la participaci¨®n de las mujeres. Comienza de manera a¨²n incipiente una nueva forma de hacer pol¨ªtica, que genera un cambio sin precedentes en las funciones de hombres y mujeres en la sociedad. Las mujeres, al aportar su singularidad y sus valores a un ¨¢mbito en el que no estaban presentes, modifican la cultura pol¨ªtica y la forma habitual de comportamiento en esa esfera social.
La entrada masiva de las mujeres en la vida sociolaboral produce cambios estructurales de enorme calado, que no pueden ser despachados con peque?as concesiones simb¨®licas como nombrar algunas mujeres para cargos de responsabilidad. La transformaci¨®n social que genera requiere un an¨¢lisis en profundidad y los ajustes necesarios en todo el sistema para equilibrar la participaci¨®n de hombres y mujeres en las responsabilidades colectivas.
La presencia pol¨ªtica de las mujeres en las instancias de decisi¨®n va a ser cada vez mayor, y las mujeres ya piensan seriamente en tomar la iniciativa pol¨ªtica de movilizar a la opini¨®n p¨²blica sobre la necesidad de contar con la aportaci¨®n de las mujeres en la gesti¨®n de los asuntos p¨²blicos.
La capacidad de las mujeres por su condici¨®n de electoras va a tener un impacto cada vez mayor en los procesos electorales. La presencia de mujeres en las listas electorales, los programas que incluyan sus aspiraciones y los compromisos sobre incorporaci¨®n de mujeres a las tareas de gobierno ser¨¢n elementos definitivos a la hora de contar con el voto de las mujeres, que va a exigir mucho a sus representantes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.