El soldado homosexual
La decisi¨®n del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, de anular el reglamento que prohibe la entrada de homosexuales en el Ej¨¦rcito ha detonado el explosivo tab¨² de la homosexualidad. El enfrentamiento entre los grupos que se oponen a este cambio y los que lo defienden alcanza con frecuencia alarmantes niveles de furor y de dureza. El debate est¨¢ tan polarizado que son contados los pol¨ªticos o los famosos que no se vean obligados a definirse p¨²blicamente a favor o en contra del soldado homosexual.En los sectores conservadores, religiosos y militares muchos piensan que aceptar oficialmente a homosexuales en el Ej¨¦rcito es intr¨ªnsecamente incompatible con la esencia de la cultura militar. Este grupo razona que las personas de orientaci¨®n homosexual introducir¨ªan una gran ansiedad y tensi¨®n sexual en la tropa, destruir¨ªan la disciplina y el trabajo de equipo, tan necesarios en las operaciones de combate, y, a la larga, comprometer¨ªan la seguridad de la naci¨®n. En privado, bastantes confiesan, adem¨¢s nerviosamente, visiones chocantes de soldados siendo acosados o seducidos sexualmente por compa?eros homosexuales, o predicen escenas grotescas de marines de permiso con ojos y labios pintados, luciendo pendientes de perlas o pechos postizos.
Por su parte, quienes favorecen la reforma del c¨®digo militar se?alan que, dado que no existe evidencia alguna que indique que los soldados homosexuales no est¨¦n capacitados para llevar a cabo la misi¨®n de guerra, la controversia actual es realmente un problema de discriminaci¨®n, de fanatismo y de intolerancia. Una sociedad civilizada, alegan, no maltrata ni margina a un individuo por una condici¨®n que la naturaleza le ha proporcionado, sea su raza, su sexo o su preferencia sexual. La cuesti¨®n es si la sociedad est¨¢ o no dispuesta a aplicar esta norma b¨¢sica de civilizaci¨®n a los homosexuales.
Nadie niega que siempre hubo y siempre habr¨¢ homosexuales ocultos en las Fuerzas Armadas. Los expertos mantienen que la historia est¨¢ repleta de renombrados l¨ªderes castrenses homosexuales, como Alejandro el Grande o Ricardo Coraz¨®n de Le¨®n, y advierten que cientos de militares homosexuales en silencio -algunos incluso altamente condecorados- sirven hoy honrosamente en el Ej¨¦rcito. Este dato no debe sorprender a nadie, ya que se calcula que el 7% de los hombres y el 3% de las mujeres de los pa¨ªses occidentales son exclusivamente homosexuales, mientras que los ¨ªndices de homosexualidad pasajera o bisexualidad son considerablemente m¨¢s altos. No hay duda de: que existe una enorme discrepancia entre lo que es estad¨ªsticamente normal y lo que se considera culturalmente anormal.
Desde tiempos b¨ªblicos, la homosexualidad ha sido considerada un tab¨², una abominaci¨®n. El mismo dise?o anat¨®mico humano parece revelar un plan divino para el uso apropiado de los ¨®rganos sexuales. Las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo se han visto hist¨®ricamente como un peligro para la supervivencia humana, una violaci¨®n de la naturaleza, una grave transgresi¨®n, un vicio vergonzante y, en ciertas sociedades, un crimen. Por estas razones no s¨®lo se discrimina a los homosexuales socialmente, incluso en el seno de su propia familia, sino que a menudo son objeto de desprecio, humillaci¨®n, rid¨ªculo y repugnancia.
Todav¨ªa no se conoce la causa de la homosexualidad, ni se sabe con certeza si es una condici¨®n innata o adquirida. Unas explicaciones culpan a los genes, la herencia y la naturaleza, mientras que otras lo imputan a ciertas experiencias de la ni?ez, a la crianza. Independientemente de su origen, hoy los especialistas en el tema coinciden en que la identidad homosexual es una variaci¨®n de la norma que est¨¢ inscrita tanto biol¨®gica como psicol¨®gicamente en el ser y, por tanto, fuera del control de la persona. La orientaci¨®n homosexual no es una enfermedad, no se contagia, no es la consecuencia del menosprecio de las normas sociales ni la secuela de una infancia s¨®rdida.
Esta postura refleja la visi¨®n del mismo Sigmund Freud. "La homosexualidad", escribi¨® en 1925, "ocurre en personas que no muestran ninguna desviaci¨®n de lo normal, en individuos cuya capacidad para funcionar est¨¢ intacta, que se distinguen a menudo por su superior desarrollo intelectual y por sus principios ¨¦ticos (...)". "Muchas personas muy respetables de tiempos antiguos y modernos han sido homosexuales, entre ellos grandes hombres, Plat¨®n, Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci. Perseguir la homosexualidad como un crimen es una gran injusticia y tambi¨¦n una crueldad".
No se puede negar que en las ¨²ltimas d¨¦cadas los hombres y mujeres homosexuales han ganado justamente terreno en su lucha por el reconocimiento y la igualdad. Desgraciadamente, en 1981 brot¨® la maldici¨®n devastadora del sida. Identificada como la plaga gay, esta epidemia se ha convertido en un pretexto que muchos usan para culpar a la v¨ªctima, para justificar la vuelta a la discriminaci¨®n homof¨®bica y, en definitiva, para reafirmar con ardor de cruzada los valores heterosexuales de la mayor¨ªa.
Es un hecho constatable que hoy d¨ªa en muchas comunidades los homosexuales contin¨²an siendo una minor¨ªa humillada y oprimida por las instituciones y las ideolog¨ªas que les niegan la dignidad y por las tendencias sexistas convencionales que reflejan el poder y la supremac¨ªa del hombre heterosexual. De hecho, muchos de los problemas psicol¨®gicos que se observan en algunos homosexuales son mera consecuencia de la exclusi¨®n, el estigma, el miedo, el aislamiento y la ruina social a que los condena una sociedad intolerante y hostil.
Pienso que, al final, la sociedad no tendr¨¢ m¨¢s remedio que reconocer que la homosexualidad no implica debilidad de car¨¢cter, ni deformaci¨®n moral, ni desequilibrio mental. Tampoco est¨¢ re?ida con el patriotismo o el honor militar, ni con otras virtudes castrenses, como la disciplina, la valent¨ªa o la generosidad. Al igual que el soldado negro o la mujer soldado supusieron hace unas d¨¦cadas, el soldado homosexual supone hoy un enorme desaf¨ªo para la cultura militar, porque cuestiona duramente sus premisas, sus estereotipos, sus prejuicios y sus fobias sociales y pone a prueba sus capacidad de aceptar genuinamente esta realidad.
La humanidad est¨¢ sujeta a un proceso imparable de desarrollo, de evoluci¨®n y de progreso. Si miramos hacia atr¨¢s y meditamos unos momentos sobre la segregaci¨®n de las minor¨ªas religiosas y raciales, o la discriminaci¨®n de la mujer, una cosa est¨¢ clara: las modas de la intolerancia y del fanatismo van y vienen, pero, a la larga, los cambios justos perduran.
psiquiatra, es comisario de los Servicios de Salud Mental de Nueva York.
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