Vasquismo militante
Un sonoro pateo, silbidos y algunas imprecaciones terminaron la obra de Ignacio Amestoy Egiguren Betizu, toro rojo: puede que los que aplaudieron fueran m¨¢s, y otros tantos los que se abstuvieron, no lo s¨¦. En todo caso, eran opiniones pol¨ªticas: y ten¨ªan tanta raz¨®n para manifestarse -sobre todo, habiendo respetado en silencio toda la representaci¨®n- como Amestoy Egiguren para usar del escenario en la manifestaci¨®n p¨²blica de su manera de pensar. Que es profundamente vasca, o vasquista.Defiendo por encima de todo este derecho y esa libertad que, finalmente, resultan contrarias a las m¨ªas: no siento ning¨²n nacionalismo, no creo en la superioridad de nadie, ni que ciertas maneras de comportamiento puedan determinar una mejor condici¨®n o una definici¨®n especial de estado; condici¨®n que el autor lleva de Elcano e Ignacio de Loyola al padre Ellacur¨ªa, asesinado por los fascistas en El Salvador. Y trae aqu¨ª mismo a uno de sus personajes vivos, a Patxi Bisquert, actor ahora (su primer y gran papel, la pel¨ªcula Tasio), cuya vida se traza y representa ¨¦l mismo en escena. Su infancia, la compenetraci¨®n con su abuelo libertario -como si su alma hubiese transmigrado a ¨¦l mismo-, el misterio de su padre ("una estrella", le dijo su madre), la atracci¨®n por la mujer y el whisky. Y la militancia, y la c¨¢rcel. Tomo un p¨¢rrafo de la introducci¨®n de Amestoy Egiguren, por si mi interpretaci¨®n var¨ªa el sentido o lo descubre demasiado; o no llega: "Y la militancia pol¨ªtica, como sost¨¦n de comportamientos ¨¦ticos positivos, tal vez ut¨®picos pero nunca irracionales. Una militancia que, a veces, en el entorno de Euskadi, est¨¢ impregnada de cierto matiz religioso, quiz¨¢ circunstancial a un pueblo ligado tan profundamente con un pasado demasiado difuminado y con un presente y un futuro nada f¨¢cil ni sencillo. As¨ª, personajes de la vida p¨²blica vasca como el dirigente de ETA Domingo Iturbi Abasolo, Txomin, o el misionero Ignacio Ellacur¨ªa, son interlocutores, en nuestra ficci¨®n, de Patxi Ellacur¨ªa".
Betizu, toro rojo
De Ignacio Amestoy Egiguren.M¨²sica: Bingen Mendiz¨¢bal. Int¨¦rpretes: Patxi Bisquert, Jon Gabella, Izaskun Asua. Escenograf¨ªa: Carlos P. Donado. Vestuario: Ibargolt¨ªa. Drarnaturgia y direcci¨®n: Antonio Malonda. Sala Olimpia CNNT. Madrid, 25 de febrero.
Una leyenda vasca
Me desconciertan m¨¢s algunos personajes, como Hern¨¢n Cort¨¦s, que se incorpora a. Patxi, y la Malinche, que le viola; pueden ser sencillas vivencias del actor que estuvo rodando en Costa Rica sin abandonar demasiado el whisky, o alguna otra clave que s¨®lo se confiesa a medias. Introducciones teatrales, dram¨¢ticas, fant¨¢sticas: puesto que, finalmente, esta es una obra dram¨¢tica de un autor teatral. Una ficci¨®n, insiste.Claves quiz¨¢ m¨¢s comprensibles en un entorno vasco. Betizu, el toro rojo salvaje, es una leyenda vasca: se supone una manada libre que pasta por los montes. Aqu¨ª es el toro volante de Paxti Bisquert, que le lleva por el mundo, que ataca hasta la c¨¢rcel de Carabanchel y la revienta; puede interpretarse por un sue?o del nacionalista exaltado -o de los dos: no excluyo a Ignacio Amestoy-; pueden algunos espectadores ver en ese toro a ETA militante y actuante; o un ¨ªmpetu meramente revolucionario; o una de las misteriosas religiones ancestrales.
En todo caso, el vuelo esc¨¦nico contiene uno de los mejores p¨¢rrafos escritos por Amestoy Egiguren, y uno de los momentos m¨¢s exaltantes desde el punto de vista dram¨¢tico.
Si todo lo que apunto es dudoso, hay algunas cosas a¨²n menos claras. Quiz¨¢ para m¨ª, o para el contexto de esta ciudad de m¨²ltiples procedencias y formaciones, de tantas razas juntas y culturas mezcladas que son virtudes para m¨ª, y que consiguen, por alg¨²n sitio, no hacerme sentir mal siendo madrile?o.
Desde esa amplitud y esa miscigenaci¨®n pienso -lo poco que pienso-, siento -cuando no puedo evitarlo- y escribo -porque hay que trabajar-, y todo ello me hace apreciar m¨¢s esta obra, porque trata de temas actuales, de creaci¨®n teatral concreta: desde mis ant¨ªpodas. Colabora en el trabajo Antonio Malonda, director, con una dramaturgia y una direcci¨®n que tratan de solventar los excesos verbales que tan frecuentes son en este autor, y meter en ellos a los tres actores: a Patxi, continuamente en el centro del protagonista y del narrador, y a los otros dos con sus r¨¦plicas. A veces cantan; y lo hacen mal, y las canciones, casi infantiloides, podr¨ªan muy bien ser suprimidas.
Ya comenc¨¦ por la reacci¨®n del p¨²blico: fue as¨ª el viernes, creo que result¨® m¨¢s favorable la noche del estreno.
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