Australia se dispone a votar bajo la peor recesi¨®n sufrida desde los a?os treinta
Una crisis econ¨®mica no conocida en Australia desde la gran depresi¨®n de los a?os treinta obliga a la revisi¨®n de valores tradicionales en esta Arcadia feliz de 17 millones de personas. La campa?a previa a las elecciones generales del d¨ªa 13 de un pa¨ªs que naci¨® como colonia penitenciaria brit¨¢nica converge sobre un punto fundamental: ?C¨®mo proporcionar empleo a un mill¨®n de parados? ?C¨®mo hacerlo sin sobresaltos? El desaf¨ªo es el mismo en otras latitudes con recesi¨®n, pero el desempleo amenaza en Australia la supervivencia de un sistema con cotas ejemplares en comodidad e igualitarismo.En una naci¨®n de dimensiones continentales, la campa?a se sigue por radio y televisi¨®n y no es especialmente ruidosa. Los laboristas, en el poder desde hace 10 a?os, y la coalici¨®n conservadora, en la oposici¨®n, prometen atajar la crisis, y en las declaraciones de sus l¨ªderes ¨¦sta tiene los d¨ªas contados. La coalici¨®n de liberales y nacionalistas afirma que crear¨¢ dos millones de nuevos empleos en siete a?os, pero respetados economistas aseguran que, de no mediar sustanciales cambios en ambos programas, el partido ganador concluir¨¢ su mandato en 1996 con 700.000 australianos todav¨ªa sin trabajo.
Encabezan la apretada pugna por el poder el laborista Paul Keating, primer ministro, y el l¨ªder opositor, John Hewson, dos pol¨ªticos j¨®venes y agresivos, con ¨¦xito en los negocios y en la pol¨ªtica; dos hombres de trayectoria ejemplar para muchos de los habitantes de esta. tierra de buscadores de oro y emigrantes que llegaron expres¨¢ndose en 82 lenguas diferentes.
En un reciente mitin celebrado en Tasmania, Hewson, de 47 a?os, de probada debilidad por los Ferrari y reconocida preparaci¨®n como economista, recibi¨® una andanada de tomatazos. Los lanzadores formaban parte de un grupo de desempleados que denunciaron como abusivas y gravosas algunas de las medidas incluidas en el programa de la oposici¨®n para atajar la crisis: reducir el gasto gubernamental y sustituir seis impuestos indirectos por un gravamen impopular directo del 15% sobre numerosos bienes de consumo y servicios.
El embate de la recesi¨®n y una deuda externa de 168.000 millones de d¨®lares ponen en peligro seguros de paro que caducaban y prestaciones sociales superiores a las de otras naciones m¨¢s industrializadas.
El liberalismo aplicado por Paul Keating, de 49 a?os, arrogante, dado a la invectiva y enriquecido mediante oportunas inversiones, fracas¨® y la pobreza se asom¨® sombr¨ªa en los centros urbanos y rurales m¨¢s deprimidos. El impuesto oficial sobre la renta enemist¨® al Gobierno con amplios sectores de la clase empresarial. Durante esta campa?a encontr¨® una muestra de esa animosidad en la peque?a poblaci¨®n de Bomaderry. El due?o de una panader¨ªa coment¨® amargamente al primer ministro que trabajaba de 18 a 20 horas al d¨ªa, siete d¨ªas a la semana, con una plantilla de 70 personas que hubiera podido ampliarse sin tantos impuestos. "Hablando, parece usted un anuncio", contest¨® el jefe de Gobierno. "Es inmoral el gravamen", insisti¨® el industrial.
El comentarista pol¨ªtico Max Suich afirmaba que, a pesar de la enemistad personal y "su ciega ambici¨®n", los dos l¨ªderes coinciden en privado en que, gane quien gane, 750.000 australianos no habr¨¢n encontrado trabajo al t¨¦rmino del mandato.
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