?No se declare a Hacienda! Hay otros amores
No se Le declare usted; ni¨¦guese a hacerLe su Declaraci¨®n; o post¨¦rguela indefinidamente: para morir, siempre hay tiempo.?Por qu¨¦ va a tener usted que declararse? ?Ser¨¢ por eso que Ellos le pregonan de que "Hacienda somos todos?" Pues entienda V. lo que quieren decir con eso; que quieren decir dos cosas, o la misma del derechas y, del rev¨¦s.
Por un lado, quieren que Hacienda, esto es, el Estado, sea lo mismo que todos los ciudadanos sometidos al Estado: ¨¦sa es su ilusi¨®n, su aspiraci¨®n eterna, s¨®lo que m¨¢s descarada en el Ideal Democr¨¢tico Desarrollado: que el Dominio se confunda!. con los dominados, que la Mayor¨ªa, sumisa y bien contada, sea, todos, y que el pueblo que mor¨ªa. bajo el Estado sea lo mismo que el Estado.
(Claro que, si es V. una Empresa, un Consorcio Bancario, una Agencia de Promoci¨®n, un Ente Televisivo, cualquier cosa, de ¨¦sas que no son siquiera cosas, entonces, pase V. la hoja, vaya a buscar las de Finanzas, Opas y Fusiones, que es donde: tiene V. su sitio, ya que Capital, Privado y Hacienda del Estado son lo mismo, y este contra anuncio no reza para usted. Pero, si es V. un tipo corriente, que va con, sus ajetreos y hasta trapicheos sacando algo de ac¨¢ y de all¨¢ y, tratando de que le saquen algo menos, en fin, que cuenta V. el dinero por cifras de no m¨¢s de 7 ceros, entonces s¨ª, entonces siga, V. leyendo: para V. vale que no,, que el Estado no es todos ni la, Hacienda lo mismo que los sebos de sus v¨ªctimas).
Por otro lado, lo que le quieren decir con eso es, del rev¨¦s, que todos somos Hacienda, o sea que todos somos dinero y cada uno es todo ¨¦l dinero, y que con lo que cada uno somos, seg¨²n lo que tenemos a nuestro nombre, contribuimos entre todos, por suma, a hacer el Gran Dinero de la Hacienda del Estado, que a su vez, por divisi¨®n, se distribuye en el dinerillo de la cuenta de cada uno, y as¨ª a cada uno le da su ser.
Viejo contribuyente
O sea que, aunque V. pretenda todav¨ªa pasearse por la calle de Alcal¨¢ (por los pasillos que le dejen en la acera las latas de los autos) con una flor en el ojal y haciendo como que no ve los trescientos Bancos que le hacen gui?¨ªos al pasar, pues no: puro disimulo: la verdad es que donde est¨¢ V. es en la cuenta de su Banco, y es V. ni m¨¢s ni menos que el saldo que su cuenta arroje y, si no hay alg¨²n barullo inform¨¢tico, le proclame el Ordenador.
As¨ª es como se pretende que, a fin de que Hacienda seamos todos, todos seamos Hacienda. Y por cierto que ese ideal (las almas, todas dinero; cada alma, su dinero) casi est¨¢n apunto de rea-, lizarlo: cuando oye V. mencionar la Persona o la Personalidad o el Hombre, ?no se palpa V. el bolsillo interior derecho, a ver si lleva el talonario?
Pero, por si todav¨ªa el ideal no est¨¢ cumplido, diga V. que no: no se declare usted a Hacienda.
Motivos para no declararse, puede V. alegar muchos: podr¨ªa ponerse en plan de viejo contribuyente, hacer como si se creyera que su dinerillo de V. es el que hace, por suma, el dinero del Estado, y entonces echar las cuentas de en qu¨¦ se gasta el Estado su dinero: lo que se va en m¨¢s autov¨ªas y m¨¢s aparcaderos y m¨¢s polic¨ªa motorizada y m¨¢s burocracia gasolinera, en fin, en mantener el imperio del Autom¨®vil contra la evidencia de su inutilidad y seguirle a V. arrasando las ciudades y los campos; lo que se dedica a pagar las fiestas de las votaciones peri¨®dicas, estatales, auton¨®micas, municipales y la rastra; lo que se invierte en Cultura, es decir, en las grandes celebraciones culturales, centenarios, festivales, traslados de tesoros art¨ªsticos, subvenci¨®n a todo Arte y Literatura con la condici¨®n de que a la gente no le sirvapara nada; lo que se gasta en la promoci¨®n de la imagen de Espa?a en Europa y en el Universo; y el enorme gasto de personal, locales, renovaci¨®n de ficheros y ordenadores, para la organizaci¨®n de todos los gastos antes citados y m¨¢s que no citamos para no quedarnos sin resuello.
Pero esa manera de echar cuentas con el Estado es todav¨ªa una ilusi¨®n: implicar¨ªa que cre¨ªa V. en el sentido de Sus cuentas: que se cre¨ªa V. que, en pleno Desarrollo, reg¨ªan a¨²n criterios de utilidad y de inter¨¦s econ¨®mico al viejo estilo, que de verdad su dinero contribu¨ªa al dinero del Estado y que el Estado en pago le repart¨ªa a V. esos dispendios de Sus arcas.Gastar por gastar
Lo cual no es as¨ª: pues en el Desarrollo, el dinero del Estado, lo mismo que el del Capital, con quien ha venido a fusionarse, ese dinero de las cifras de los 12 o 13 ceros, no se rige por las leyes de la oferta y la demanda, ni se gasta para cosa alguna: se gasta para gastarse, porque gast¨¢ndose se mueve, y ¨¦sa es su vida, y da igual que pierda o gane, igual ¨¦xito que fracaso; da igual con qu¨¦ pretesto se mueva (procurando, eso s¨ª, que no vaya, por descuido, a servir para algo ¨²til); y desde luego, con sus intereses de V., con sus manos y su boca, nada tiene que ver el juego de laHacien da P¨²blica ni el de la Banca, que son el mismo.
Por eso aqu¨ª le recomendamos que no se deje V. enredar en ese juego del Ideal y la Locura de los Entes Superiores, y le sugerimos que, en consecuencia, no se declare V. a Hacienda.
Lo que importa es, en la medida que se pueda, no entrar en cuentas con los Entes Superiores: si entra en cuentas con Ellos, si se declara usted, se ver¨¢ inmediatamente convertido en un Auxiliar Contable de la nada; esa Declaraci¨®n de Amor le llenar¨¢ la vida, esto es, le ratificar¨¢ el vac¨ªo (?no sabe V. que ya el dinero es tiempo?), se habr¨¢ V. convertido en uno de Ellos, y si le quedaba todav¨ªa algo que palpitaba, que besaba y que mord¨ªa, todo quedar¨¢, por virtud de esa Declaraci¨®n de Amor, que es una declaraci¨®n de Fe, sometido a Dios, todo usted convertido en Alma, en Persona, en Dinero puro.
Que usted se convierta en dinero al Estado y a la Banca les conviene, lo necesitan: dinero, la Posa de las cosas, que no es cosa ninguna, es lo que Ellos pueden manejar. Que a V. le convenga venderse es muy dudoso: hace V. su Declaraci¨®n, se hace V. dinero, y ?qu¨¦ le dan a cambio?: pues dinero, o sea Usted m¨¢s veces: ya ve qu¨¦ negocio.
En suma, que depende: si quiere V. ser dinero, venga, haga su Declaraci¨®n, cumplimente todas las casillas, calcule sus rentas personales y sus desgravaciones (tiene V. que aprender la jerga correspondiente, como buen contable), y pres¨¦ntela en los debidos plazos, que el Se?or, sonri¨¦ndole complacido, le dir¨¢ "S¨ª".
Ahora, si a lo mejor descubre V. que hay cosas, que se palpan y se huelen, que no es usted todo dinero todav¨ªa, que hay tal vez cosas que hacer que no son hacer las cuentas de la Hacienda, entonces, no se declare usted, hombre: no mate los amores con su Declaraci¨®n de Amor.
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