Glandes
Conmueve el relativo clamor con que un pu?ado de nobles se han pronunciado para exigir que el Rey retire al duque de Feria la grandeza de Espa?a. En la fechor¨ªa del duque los nobles han visto una oportunidad inmejorable para dotar de nueva sem¨¢ntica a una distinci¨®n hist¨®ricamente marcada en muchos casos por la fechor¨ªa. ?Qu¨¦ otra cosa fue la grandeza que un duro y victorioso dirimir en los campos de batalla, fuese descuartizando sarracenos, galos o albiones? ?Qu¨¦ otra cosa pudo tributarla que similares haza?as libradas en el t¨¢lamo, fuese despojando doncellas o ligando bellas alianzas inter pares, provechosas para la estabilidad de los pa¨ªses o de las familias? ?Qu¨¦ otra caracter¨ªstica m¨¢s ajustada a la grandeza que esa posibilidad regulada por ley de meter la pata, gesto dulcemente simb¨®lico con que el noble evitaba a la reci¨¦n desposada la antigua incomodidad de probarla y lo sustitu¨ªa por la met¨¢fora -luego dir¨¢n que el progreso no existe- de hundir su pata, de hundirla inocentemente en el embozo del lecho? Puede arg¨¹irse que todo cambi¨® con la Ilustraci¨®n: que se premi¨® luego la industria y el comercio. As¨ª es: Alfonso XIII no retir¨® a Antonio L¨®pez la grandeza por su probada dedicaci¨®n al tr¨¢fico de hombres. Antes bien, con ella le premi¨®.En 1567, Felipe II concedi¨® el ducado y la grandeza de Espa?a al quinto conde de Feria "en atenci¨®n a los m¨¦ritos de sus mayores". Hasta ahora, los m¨¦ritos se han ido sucediendo. Rafael Medina, que as¨ª llaman ahora al duque desde que ingres¨® en la c¨¢rcel -un territorio ajeno a la grandeza, seg¨²n parece-, podr¨ªa obstinarse perfectamente en conservar su distinci¨®n. Razones no van a faltarle, si no relacionadas con la moral y la ¨¦tica, s¨ª perfectamente emparentadas con la grandeza. El duque, ese espectro, puede defender sin mayor apuro su condici¨®n espectral.
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