Resp¨ªrar en el infierno
?Se puede respirar a pleno pulm¨®n dentro del infierno? Neil Jordan y los int¨¦rpretes de Juego de l¨¢grimas dicen que s¨ª, que una brutal pel¨ªcula de violencia y muerte puede bordarse -con pura seda, con buen gusto y vieja sabidur¨ªa- sobre un bastidor de tanta espiritualidad y elevaci¨®n, que convierte a la galer¨ªa de horrores sobre la que discurre en materia de un poema esponjoso, generoso y en el fondo optimista, que nos reconcilia con la gente humana arrastrada por un vendaval de inhumanidad.Este apasionado, elegante y bello filme est¨¢ -secretamente, por lo que conviene seguirlo desde el comienzo con mirada afilada: sin pasar por alto el m¨¢s m¨ªnimo rev¨¦s de cada personaje y de cada situaci¨®n o giro argumental- contenida en su primer gran bloque secuencial. Es media hora de cine apretado y no obstante ligero, con alt¨ªsima y dram¨¢tica intensidad emocional, que cuenta el surgimiento de una amistad sin barreras entre dos hombres que se enfrentan en una cofusi¨®n mortal llevada al l¨ªmite: un militante del IRA irland¨¦s y un soldado ingl¨¦s -reh¨¦n condenado a muerte por el grupo terrorista- al que vigila en la viciada espera de recibir la orden de asesinarle.
Juego de l¨¢grimas
Direcci¨®n y gui¨®n: Neil Jordan. Fotograf¨ªa: I. Wilson. M¨²sica: A. Dudley. Reino Unido, 1992. Int¨¦rpretes: Stephen Rea, Miranda Richardson, Jaye Davidson, Forest Whitaker. Cines Capitol, Minicines, La Vaguada, Excelsior y (v. /o) Ideal.
Todo el Juego (posterior) de l¨¢grimas est¨¢ oculto ah¨ª, en ese preludio o pista de despegue de un itinerario moral que se recorre gradualmente, paso a paso, en la hora y cuarto que resta de pel¨ªcula, que sigue un raro movimiento argumental y una fluencia secuencial circular que -rizando el rizo- adquiere la apariencia de una l¨ªnea recta imposible, pues discurre desde un punto de partida a un punto de llegada que coinciden, que son el mismo punto: nada y sin embargo todo hay, por tanto, entre ambos.
El filme es la ingaci¨®n en el interior de un ¨²nico instante po¨¦tico en el que se aprieta el destino de dos seres vivos y de un tercero muerto. Hay que verlo -y verlo, insistimos, con esos aludidos ojos inconformes, que no se contenten con los evidencias sino que hurgen bajo ellas en busca de lo que esconden- para creerlo, corno a todo milagro est¨¦tico, pues no hay verdadera creaci¨®n ni victoria art¨ªstica -de Ordet a Sacrificio, de Sin perd¨®n a Un lugar en el mundo- que no ocurra en forma de milagro.
Misterio
Se ha pactado no contar, en un bonito juego al escondite, el final de este -sosegado e incluso misteriosamente alegre- doloroso juego de l¨¢grimas. Jugarnos a ello, pero con una advertencia que enriquece a este ocultamiento, pues no lo es de una sorpresa o giro argumental inesperado, sino todo lo contrario. Consiste en que el final de la pel¨ªcula ya (sin saberse) se sabe, pues est¨¢ formulado en una zona anterior de ella. ?Cual es esa zona? Si se contempla y vive el filme con esa doble mirada aludida, el peque?o enigma se eleva hacia algo m¨¢s grande: la evidencia que acompa?a no a un insignificante secreto, sino al signo de un misterio.Es Juego de l¨¢grimas una hermosa historia de amor, que nos devuelve -tras sus pobres trabajos en Hollywood y el comienzo de su recuperaci¨®n, otra vez en sus ra¨ªces, con El milagro- el inimitable talento del Jordan de Mona Lisa, que dispar¨® hacia arriba a este irland¨¦s de pura cepa, tierno hasta la abnegaci¨®n y transgresor hasta la la blasfemia. Aqu¨ª, otra vez, Jordan se la juega sin red protectora. Entra sin guardaespaldas en las malas tripas del IRA y, acto seguido, en las cloacas del otro lado de la barricada: el Londres de Mona Lisa, degradado por -dice Jordan- el thatcherismo triunfante, prolongado ahora en esa misma impostura agonizante y siempre generadora de rencor, pobreza y violencia.
En este vertedero, Jordan y sus c¨®micos -?que cuadr¨¢ngulo componen Forest Whitaker, Jaye Davidson, Stephen Rea y Miranda R¨ªchardson!- crean plenitud con la carencia, deducen riqueza del despojo y hacen ver la legitimidad de la transgresi¨®n all¨ª donde solo se legisla lo injusto. Pocas pel¨ªculas tan libres como esta se han visto ¨²ltimamente.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.