Exportar o mentir
EL PRIMER ministro brit¨¢nico, John Major, que va de crisis en crisis, ha sido convocado a comparecer, junto con su predecesora, Margaret Thatcher, el 4 de mayo ante un juez de la C¨¢mara de los Lores -el Tribunal Supremo brit¨¢nico- para que manifieste si estuvo enterado y aprob¨® a finales de los a?os ochenta la exportaci¨®n de armamento a Irak, cuando pesaba sobre este pa¨ªs un embargo total. Es interesante que el magistrado fuera nombrado en noviembre pasado por el propio Major, probablemente para arrostrar as¨ª el mal menor de una investigaci¨®n judicial restringida.Todo hab¨ªa empezado porque un juez que enjuiciaba la violaci¨®n por un fabricante de armas del embargo impuesto por la ONU a Irak e Ir¨¢n durante la guerra que enfrent¨® a estos dos pa¨ªses en la d¨¦cada de los ochenta descubri¨® que al menos tres ministros conservadores hab¨ªan facilitado la exportaci¨®n, entre otras cosas, de m¨¢quinas troqueladoras y tornos utilizados para la fabricaci¨®n de cartuchos. El juez hizo dos cosas: declarar inocentes a los administradores de la f¨¢brica y sacar el tema a la luz p¨²blica.
Los ¨²ltimos esc¨¢ndalos registrados en materia de exportaci¨®n de armamento han beneficiado a pa¨ªses que luego est¨¢n dispuestos a usarlo indignamente incluso contra el exportador (el Ir¨¢n-Contra de Estados Unidos es un ejemplo t¨ªpico). Asuntos de este cariz evidencian que los Gobiernos prefieren alegar ignorancia en relaci¨®n con las actividades ilegales de compa?¨ªas exportadoras y encubrirlas, antes que impedirlas. Lo que es bueno para el comercio, se asume, es bueno para el pa¨ªs.
Durante buena parte de la ¨¦poca en la que varias empresas brit¨¢nicas violaron el embargo (entre 1985 y 1990), Major fue ministro de Hacienda, y luego, de Exteriores. ?Estuvo enterado de todo? ?l lo niega. La norma por la que se defin¨ªan las modalidades del embargo contra Irak fue establecida en 1985 por el entonces ministro de Exteriores, Geoffrey Howe, y suavizada en 1988 en una reuni¨®n de altos cargos de Exteriores, Defensa y Comercio, que ahora todo el mundo parece haber olvidado, ignorando c¨®mo pudo producirse.
En lo que ya se conoce como el Irakgate inciden tres tipos de cuestiones. Primera: las democracias occidentales estuvieron convencidas, durante la d¨¦cada de los ochenta, de que era fundamental sostener a Sadam Husein en su lucha contra Ir¨¢n, porque creyeron que Irak desempe?ar¨ªa un papel moderador en Oriente Pr¨®ximo. Interesante visi¨®n pol¨ªtica con la que adem¨¢s se justificaba pasar por alto salvajadas como la famosa matanza de kurdos con empleo de armas qu¨ªmicas. Escandaliza pensar que durante una d¨¦cada los l¨ªderes democr¨¢ticos no s¨®lo consideraran conveniente colaborar con aquella tiran¨ªa, sino que carecieran de la m¨¢s elemental visi¨®n de futuro hasta el d¨ªa mismo en que Irak invadi¨® Kuwait. De todos modos, no deb¨ªan tener la conciencia muy tranquila si se piensa que prefirieron encubrir el asunto antes que permitir que saliera a la luz.
Segunda: el Irakgate, como cualquier otro caso de tr¨¢fico de armamento, se apoya en falacias argumentales del tipo "no es la pistola la que mata, sino el que la dispara", o, lo que es lo mismo, las armas siempre son para defensa y el que las vende no es responsable de su mal uso. Adem¨¢s, se dice, la industria de armamento tiene demasiado peso en la econom¨ªa de un pa¨ªs, alimenta a demasiadas familias y est¨¢ lo suficientemente deprimida como para desde?ar cualquier contrato, por desagradable que resulte el cliente. Un documento del Foreign Office (distribuido contempor¨¢neamente al genocidio kurdo) afirmaba que las sanciones no son eficaces "para cambiar el comportamiento iraqu¨ª en materia de armamento qu¨ªmico y perjudicar¨ªan in¨²tilmente los intereses brit¨¢nicos".
Tercera: es un hecho que la Administraci¨®n brit¨¢nica ayud¨® sin ambages a los exportadores de armas con total desprecio del embargo de la ONU, que el Gobierno de Londres hab¨ªa contribuido a establecer. Por eso, le ser¨¢ dif¨ªcil seguir alegando ignorancia y pretender eludir la responsabilidad. .
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