Una verg¨¹enza
EN VIRTUD de la ley de amnist¨ªa, precipitadamente votada por los partidos gubernamentales de El Salvador a ra¨ªz del informe de la Comisi¨®n de la Verdad de la ONU, han sido puestos en libertad los dos militares que hab¨ªan sido condenados a 30 a?os de c¨¢rcel por el asesinato de los jesuitas de la Universidad Centroamericana. El proces¨® estuvo falsificado y la justicia salvadore?a escondi¨® la responsabilidad de los m¨¢s altos jefes del Ej¨¦rcito, incluido el general Ponce, ministro de Defensa. Ahora, la comisi¨®n de la ONU ha podido restablecer la verdad y poner de relieve que las ¨®rdenes de matar salieron de la c¨²pula militar. Por ello, si resulta chocante la puesta en libertad, despu¨¦s de tres meses de c¨¢rcel, de los asesinos directos, es mucho m¨¢s escandaloso que el general Ponce y sus compa?eros sigan ocupando sus cargos en el Gobierno de Cristiani y en el Alto Estado Mayor.Con esta amnist¨ªa, Cristiani est¨¢ poniendo en peligro la aplicaci¨®n de los acuerdos de paz que pusieron fin a 12 a?os de guerra civil. Un punto de dichos acuerdos es precisamente que una Comisi¨®n de la Verdad establezca qui¨¦nes son los culpables de los horribles cr¨ªmenes que han salpicado el pa¨ªs durante esos a?os. Cristiani, pese a su compromiso de acatar las resoluciones de la comisi¨®n, act¨²a con una mala fe manifiesta, protegiendo de manera escandalosa a los militares cuyos cr¨ªmenes han sido ahora puestos al descubierto. Uno de ellos sigue de ministro de Defensa; otro, de viceministro, y as¨ª toda la c¨²pula militar.
Cristiani pretende ahora, adem¨¢s, modificar la ley de amnist¨ªa para que puedan ser condenados los guerrilleros que sean culpables de cr¨ªmenes contra algunos consejeros de EE UU que estaban con las tropas oficiales. Con ello quiere ganarse la simpat¨ªa de Washington, pero el clima actual en EE UU es de autocr¨ªtica por la conducta seguida con los militares salvadore?os. El alto el fuego deb¨ªa servir para crear las condiciones que permitieran enterrar en el olvido las horribles desgarraduras de la guerra civil. Ese olvido deber¨¢ ser rec¨ªproco, sin duda, pero la voluntad de alcanzarlo es incompatible con el mantenimiento en los altos cargos del Ej¨¦rcito de los principales culpables del asesinato de Ellacur¨ªa y sus compa?eros.
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