La larga agon¨ªa de un director
Cleopatra ostenta el dudoso honor de erigirse en el t¨ªtulo m¨¢s caro de la historia del cine, as¨ª como el fiasco m¨¢s clamoroso de la Fox. Esto es lo que se dijo en su momento, pero despu¨¦s se ha sabido que es una apreciaci¨®n inexacta: consigui¨® muy excelentes recaudaciones, pero no las necesarias para superar sus considerables gastos de producci¨®n en un momento particularmenie cr¨ªtico para la econom¨ªa de la Fox. Mucho se habl¨® sobre los continuos aplazamientos del rodaje. Se prolong¨® durante m¨¢s de dos a?os.Rex Harrison, en sus Memorias, lo cuenta como un c¨²mulo de atrocidades. Burton hac¨ªa al respecto un chiste simp¨¢tico: "Mi vida empieza BC" ("antes de Cleopatra", por "antes de Cristo"). En cuanto a Mankiewicz, que sustituy¨® a Rouben Mamoulian, vio tambalearse su carrera comercial al tiempo que asist¨ªa impotente a la mutilaci¨®n de su obra. Y es que el todopoderoso Zanuck esperaba de las superproducciones cualquier cosa menos intimismo.
Al visionar determinadas escenas entre una poderosa Cleopatra y un d¨¦bil, pusil¨¢nime Marco Antonio, el magnate grit¨®: "Si una mujer se atreviese a tratarme como esta reina trata a ese romano, le arreaba una patada en el co?o".
Tan delicadas opiniones dieron como resultado las amputaciones fundamentales que perjudicaron a la exposici¨®n final de unas relaciones sentimentales, cercanas al amour fou, que Mankiewicz traza con mano maestra, dot¨¢ndolas de una complejidad in¨¦dita en el cine colosal.
La furia de Zanuck
La furia de Zamick es muy sintom¨¢tica de los criterios que dominaban la industria. Incluso en su versi¨®n mutilada, siempre qued¨® claro que la Cleopatra de Mankiewicz estaba mucho m¨¢s cerca del Globe Theatre que de Beverly Hills, compromiso poco rentable como a la larga se vio. Algunas escenas completamente shakespearianas, como un soliloquio de Octavio al conocer la muerte de Antonio, se quedaron en la sala de montaje.
Tambi¨¦n desapareci¨® en su totalidad la entrevista con una Cleopatra derrotada, desaparici¨®n que perjudica cualquier juicio cr¨ªtico sobre el trabajo interpretativo de Elizabeth Taylor, que aqu¨ª alcanza sus cotas m¨¢s altas, con atisbos de su futura madurez. Y si bien es verdad que debi¨® esperar algunos a?os paraenfrentarse a este papel, lo cierto es que la versi¨®n definitiva demuestra que su comprensi¨®n del mismo era muy avanzada para su ¨¦poca y para Hollywood. (Contra la visi¨®n t¨®pica de una Cleopatra tentadora, vampiresa orientaloide, p¨¦rfida sirena, criatura kitsch, aparece por vez prime-
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ra una mujer inteligente, cultivada y con extraordinaria visi¨®n pol¨ªtica). La reconstrucci¨®n de Cleopatra no se limita a ofrecer escenas nuevas que aclaran el personaje e ilustran sobre los esfuerzos de Mankiewicz para, trascender sus materiales convirti¨¦ndolos en cine de autor; adem¨¢s, constituyen una dolorosa, lecci¨®n de censura art¨ªstica. Uno, de los m¨¦todos aplicados es el, equivalente de lo que en la jerga, teatral se llama "peinar un texto"; es decir, no s¨®lo se elimina, ron escenas y secuencias enteras, sino que fueron aligeradas otras; eliminando planos o r¨¦plicas que: pudieran alargar la acci¨®n con el ritmo supuestamente premioso que tanto asusta a los grandes estudios de Hollywood. En muchos casos, el peinado actuaba en detrimento de la credibilidad dram¨¢tica: cuando Cleopatra recibe la noticia de la boda de Antonio con Octavia, se produce un tiempo muerto, un largo paseo por los salones desiertos del palacio de Alejandr¨ªa que en la versi¨®n comercial fue eliminado, convirtiendo la posterior reacci¨®n de furia en puro melodrama.
Seguramente, Zanuck ten¨ªa. bien claro que una imitaci¨®n de los largos paseos de M¨®nica Vitti en filmes de Antonioni quedar¨ªa. poco egipcia.
El n¨²mero de secuencias eliminadas ¨ªntegramente afectaban a la totalidad del filme. En la primera parte, que expone la relaci¨®n entre Cleopatra y Julio C¨¦sar, se han recuperado varias; conversaciones importantes desde el punto de vista pol¨ªtico, as¨ª como la visita de Cleopatra y C¨¦sar al mausoleo de Alejandro, tan encesaria para la comprensi¨®n de los intereses de la reina; y, en los episodios romanos, varias escenas que afectan al desarrollo del compl¨® contra C¨¦sar. El tema, tratado siete a?os antes; por Mankiewicz en su versi¨®n cinematogr¨¢fica de la tragedia de Shakespeare, ofrece el inter¨¦s de comprobar c¨®mo el autor remodela sus materiales con un sentido narrativo completamente distinto.
Escenas esenciales
En la segunda parte se han recuperado escenas esenciales para la, comprensi¨®n del desmoronamiento de Marco Antonio, y, muy especialmente las relaciones de Cleopatra con su hijo Cesari¨®n, personajillo eliminado en. cuantas ocasiones pas¨® ella a la, pantalla. Es posible que para el glamour hollywoodiense una tentadora del Nilo convertida en. madre de tres hijos hubiese perdido parte de su atractivo. Fue: m¨¦rito de Mankiewicz, e incluso, de la Taylor, el comprender que: esta p¨¦rdida era esencial para darla primera visi¨®n v¨¢lida del personaje de Cleopatra en toda la, historia del cine.
Como he dicho, este gran esfuerzo s¨®lo ha permanecido dos semanas en los quioscos espa?oles y aun sujeto a las exigencias; de periodicidad de una colecci¨®n, determinada. Parece pues obligado que, una vez cumplido su plazo de explotaci¨®n, Cleopatra conozca una segunda oportunidad en alg¨²n espacio cinematogr¨¢fico de la televisi¨®n o en las estanter¨ªas de los videoclubes, donde los cin¨¦filos de pro y coleccionistas de Mankiewicz en general puedan contar con ella como un fetiche cultural imprescindible.
Babelia
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