Italia, la dificultad de cambiar la norma
Acabar con los abusos de poder que se traducen en extraer propinas arbitrarias de los contratos p¨²blicos ayudar¨¢ a sanear la sociedad civil y la econom¨ªa italianas, se?ala eautor. Pero es ingenuo pretender que se puede acabar con toda forma de corrupci¨®n cuando hay una gran presencia del sector p¨²blico en la econom¨ªa.
Por las calles de Roma, la vida transcurre con normalidad. Ya es parte de esta normalidad el abrir los peri¨®dicos y comentar qui¨¦nes han sido los nuevos implicados en la campa?a manos limpias. Pero los comentarios han pasado del chiste f¨¢cil a la poes¨ªa tr¨¢gica. Ya no se trata del ex presidente de un club de f¨²tbol (?aunque del Roma se tratase!) sino de Andreotti, la persona que m¨¢s ha representado la Italia de la I Rep¨²blica en el mundo; ya no se trata de pol¨ªticos aislados, sino de consistorios -casi- en pleno, como el de N¨¢poles. Tras la apariencia de normalidad se respira inseguridad. Parece que se ha llegado al fin de un r¨¦gimen, pero nadie sabe decir muy bien cu¨¢l va a ser el nuevo r¨¦gimen ni qui¨¦nes van a reemplazar la vieja y "corrupta" clase pol¨ªtica. Los jueces han sabido actuar con decisi¨®n al destapar la alfombra de la corrupci¨®n. Ahora sabemos que pocos ten¨ªan las manos limpias, y el polvo que todo el mundo sab¨ªa que se escond¨ªa bajo la alfombra no deja ver con claridad.?Hay que hacer limpieza general? ?Cu¨¢les van a ser las nuevas normas del juego? ?Qui¨¦n y c¨®mo se va a gobernar en la Italia del postangent¨®polis? Para los m¨¢s optimistas, la respuesta a estas preguntas est¨¢ en el s¨ª al refer¨¦ndum del 18 de abril. Pero aunque -como es de esperar- el s¨ª gane en el refer¨¦ndum, ¨¦ste tan s¨®lo habr¨¢ abierto un proceso de reformas. Proceso que en circunstancias normales deber¨ªa ser relativamente largo (cambio de la legislaci¨®n para las dos c¨¢maras, elecciones, etc¨¦tera). Pero las circunstancias no son normales (?si nunca lo han sido en Italia!). No se trata tan s¨®lo de la importancia de los implicados, sino de que el pa¨ªs, con una deuda alarmante que se va encareciendo con la crisis pol¨ªtica y social, no puede esperar a que se concluya un proceso gradual de reforma pol¨ªtica.
Afici¨®n a la historia
Con la afici¨®n de los italianos a la historia (pocos tienen m¨¢s), las poes¨ªas ¨¦picas en esta primavera romana recuerdan c¨®mo el r¨¦gimen de Sal¨® (Mussolini) se derrumb¨® en muy pocos d¨ªas. C¨®mo fue precisamente el 18 de abril el d¨ªa de las primeras elecciones de la posguerra. Pero si aquella ca¨ªda ofreci¨® inseguridad a algunos, el sentido del cambio era claro, y tambi¨¦n qui¨¦nes eran los nuevos protagonistas (la Democracia Cristiana (CD), que arras¨® a los comunistas que hab¨ªan organizado la resistencia). Adem¨¢s, Italia no estaba sola en su tarea de reconstrucci¨®n; era la tarea europea de la posguerra.
Ahora, en cambio, no existe una alternativa global a los partidos que en mayor o menor forma han sido implicados en los casos de corrupci¨®n (la Liga tampoco ofrece esta alternativa global, si bien es la principal beneficiaria de la crisis actual). Por otra parte, aunque la corrupci¨®n no sea exclusiva de los italianos (en algunos pa¨ªses se llama lobying lo que en otros es corrupci¨®n) ni tampoco lo sea el cuestionar las opciones dominantes de los ¨²ltimos a?os (como los franceses bien han demostrado), Italia s¨ª que se encuentra sola en su intento de cambio, sin apenas oposici¨®n organizada, en su intento de perseguir la integraci¨®n europea a la vez que se sienta en el banquillo a empresarios y pol¨ªticos que hasta ahora eran, en gran parte, la imagen internacional de Italia (Andreotti, Craxi, ENI, Fiat, etc¨¦tera).
Los economistas no somos muy propensos a hacer poes¨ªas sobre la ca¨ªda de Sal¨®; sin embargo, cuando miramos el periodo de posguerra, no dejamos de ver que, despu¨¦s de Jap¨®n, Italia es el pa¨ªs industrializado que ha tenido un mayor crecimiento de la producci¨®n industrial (*) y uno de los pa¨ªses que ha experimentado un mayor crecimiento de la renta per c¨¢pita. Jap¨®n e Italia no s¨®lo tienen este r¨¦cord en com¨²n. Es muy posible que, si se pudiese establecer un ¨ªndice de corrupci¨®n, estos pa¨ªses tambi¨¦n ser¨ªan los que obtendr¨ªan los ¨ªndices m¨¢s altos entre los (le la OCDE (Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Europeo). ?sta es quiz¨¢ una de las mayores paradojas de la situaci¨®n actual.
Existen dos interpretaciones, en parte contrapuestas, sobre el papel de la corrupci¨®n en la. econom¨ªa. La primera, m¨¢s optimista, entiende la corrupci¨®n como pura distorsi¨®n. Seg¨²n esta. versi¨®n, Italia ha crecido a pesar de la corrupci¨®n. Por ejemplo, es un pa¨ªs en el que las recaudaciones por impuestos son m¨¢s del 40% del producto nacional y en el que los servicios recibidos a cambio son pocos e ineficientes. Un pa¨ªs que, a pesar de los elevados impuestos, no llega a pagar su gasto p¨²blico, lo que se traduce en un aumento de la deuda. Se sigue de esta interpretaci¨®n que acabar con la corrupci¨®n supondr¨¢ la liberaci¨®n de recursos que de forma m¨¢s o menos autom¨¢tica se podr¨¢n dedicar a mejorar la econom¨ªa (por ejemplo, en vez de sufragar los lujos esot¨¦ricos de algunos pol¨ªticos, se podr¨¢n dedicar estos fondos a acabar obras p¨²blicas casi inevitablemente inacabadas).
La segunda interpretaci¨®n es menos optimista. La corrupci¨®n no es un concepto bien definido, y ciertas formas de corrupci¨®n complementan a menudo muchas relaciones econ¨®micas. En este sentido, la corrupci¨®n ha sido protagonista del crecimiento de la econom¨ªa italiana (o japonesa, o ... ). Es decir, Italia ha crecido con (?gracias a?) ciertas formas de corrupci¨®n. Pese a que estemos hablando de econom¨ªas de mercado (mixtas si se quiere), muchos contratos son contratos en los que predominan los aspectos de reputaci¨®n entre las partes contratantes.
L¨ªnea divisoria difusa
Cuando las relaciones personales y/o institucionales entran en juego, la l¨ªnea divisoria entre contrato legal y corrupci¨®n es, si no m¨¢s, difusa. Por ejemplo, nadie llama corrupci¨®n a la propina del cliente de un restaurante que quiere garantizarse un buen servicio en el futuro, pese a que, te¨®ricamente, el camarero deba ofrecer un buen servicio a todos los clientes. Sin embargo, la propina al funcionario se considera a menudo como una transgresi¨®n de la legalidad. En Italia, muchas relaciones contractuales se han establecido en esta l¨ªnea borrosa. De la misma forma que eliminar las propinas a los camareros por decreto no ha de implicar necesariamente una mejora de los servicios en bares y restaurantes, el denunciar y tratar por igual todas las distintas formas de corrupci¨®n, en un intento de cambiar por decreto la norma vigente, no tiene por qu¨¦ implicar una mejora de la econom¨ªa.
Como he dicho, son dos interpretaciones contrapuestas, pero no autoexcluyentes. Cuando existe una norma imperante (por ejemplo, las concesiones de contratos p¨²blicos implican una propina a los partidos del consistorio) es dif¨ªcil acusar a todo aquel que se haya adecuado a dicha norma. Por otra parte, los responsables de los partidos o empresas p¨²blicas tienen poco que ver con el camarero, que puede ser despedido y/o quedarse sin clientes si no hace su trabajo cuando no recibe suficiente propina. De la corrupci¨®n como adecuaci¨®n a la norma se pasa a la corrupci¨®n como organizaci¨®n de la norma. En t¨¦rminos m¨¢s econ¨®micos, del comportamiento competitivo en el que el individuo toma como dada la realidad econ¨®mica en que se mueve se pasa a la utilizaci¨®n del poder del monopolio que ofrece el poder pol¨ªtico. Adem¨¢s, en alguna ocasi¨®n se ha pasado de la propina para obtener un mejor servicio legal (por ejemplo, la concesi¨®n de una obra p¨²blica) a la propina por realizar una actividad ilegal (¨¦ste ser¨ªa el caso si se confirman las conexiones de Andreotti con la Mafia o las conexiones con Libia que han salido a la luz en relaci¨®n con las operaciones financieras que el grupo ENI y los principales partidos pol¨ªticos manten¨ªan a trav¨¦s de la financiera Karfinco de Suiza).En resumen, existen formas distintas de corrupci¨®n, que se diferencian por sus implicaciones sociales y econ¨®micas, y que deber¨ªan tener un tratamiento legal tambi¨¦n diferenciado.
Acabar con los abusos de poder que se traducen en extraer propinas arbitrarias de los contratos p¨²blicos o en distorsionarlas inversiones p¨²blicas a favor de los grupos con mayores contribuciones va a ayudar al saneamiento de la sociedad civil y al crecimiento de la econom¨ªa italiana. Pretender, sin embargo, que es posible (o incluso conveniente) acabar con toda forma de corrupci¨®n cuando existe una gran presencia del sector p¨²blico en la econom¨ªa -los responsables de las empresas p¨²blicas son escogidos de acuerdo con sus afinidades pol¨ªticas m¨¢s que por su capacidad de gesti¨®n, y a los funcionarios no se les remunera de acuerdo con los resultados de su trabajo (productividad)-, no s¨®lo es pecar de ingenuidad, sino que adem¨¢s puede resultar un gran desperdicio de capital humano.
En la reconstrucci¨®n de la posguerra, Italia no se pod¨ªa permitir el lujo de prescindir de todos aquellos que hab¨ªan colaborado con la Rep¨²blica de Sal¨®. Ahora no se puede permitir el lujo de prescindir de todos aquellos que han participado en alguna forma de corrupci¨®n. Desafortunadamente, en la sociedad civil la diferencia entre soldado y general est¨¢ menos clara.
Hasta estos momentos hemos asistido al gran espect¨¢culo de la denuncia de manos de un grupo de jueces que han sabido seguir tirando de la alfombra a pesar del espesor de la polvareda. La situaci¨®n actual, sin embargo, no es sostenible por mucho tiempo. Hay varias incertidumbres que deben resolverse si no se quiere pagar un precio demasiado caro. Primero, los jueces han de saber diferenciar seg¨²n el tipo y el grado de suciedad.
Ley electoral
La mejor forma de dejarlo todo como ha estado es pretender llevar adelante todos los posibles juicios por corrupci¨®n. Segundo, nuevos pol¨ªticos o algunos conocidos poco quemados han de salir pronto a la palestra. La nueva ley electoral lo favorecer¨¢, pero har¨¢ falta una renovaci¨®n profunda de los partidos o, quiz¨¢ mejor, la r¨¢pida emergencia de formaciones nuevas (la deserci¨®n, de Segni de la DC parece anunciar movidas parecidas). Y tercero, los responsables de la pol¨ªtica econ¨®mica deber¨¢n demostrar su credibilidad en los mercados internacionales, en la implementaci¨®n de una pol¨ªtica fiscal m¨¢s efectiva y en llevar adelante un plan general de privatizaci¨®n de parte de las empresas p¨²blicas.
El hecho de que la instituci¨®n econ¨®mica m¨¢s relevante, la Banca de Italia, no haya estado afectada por la crisis pol¨ªtica actual y que algunos indicadores econ¨®micos, como la inflaci¨®n o la balanza comercial, est¨¦n dando se?as de sanidad son factores que favorecen estas tareas, pero, como dec¨ªa, la lira no puede esperar mucho tiempo.
Ram¨®n Marim¨®n es catedr¨¢tico de Teor¨ªa Econ¨®mica de la Universidad Pompeu i Fabra de Barcelona.
(*) V¨¦ase, por ejemplo, The Economist del 20-26 de marzo de 1993.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.