?No se lave tanto! Ver¨¢ qu¨¦ bien
Al matar el olor del cuerpo con cada nuevo artilugio sanitario se est¨¢ matando la esencia de quien se somete a esa pr¨¢ctica, se?ala el articulista. La higiene genera sus nuevas suciedades, agrega, y bajo el pretexto cient¨ªfico, lo que hay es religi¨®n: la persistencia, bajo nuevas formas de la abluci¨®n penitente de los pecados.
Est¨¦ V. atento, y especialmente, est¨¦ V. atenta: con cada nueva loci¨®n, con cada nueva fricci¨®n, con cada nuevo artilugio sanitario, le est¨¢n matando el olor, le est¨¢n matando la esencia.Debe V. saber que vivimos bajo un Imperio que tiene como fin y plan convertirlo a usted en dinero puro, que ni viva ni sienta, y est¨¢ ese Imperio, por ello mismo, pose¨ªdo de una sa?a furibunda contra eso que le hacen a V. llamar "mi cuerpo" y por tanto, le ordena a V. por todos los medios fregarlo, refregarlo, desodorarlo, untarlo de ponzo?as, arrancarle la flor de la piel y los sudores: en fin, aniquilarlo.
Todo ello, como se suele, bajo pretexto de que es por su bien de usted, y que V., puesto que obedece y lo hace y se lava y ba?a y ducha y unta y restriega a troche moche, es que le gusta a Usted. Para que vea que no puede V. fiarse de sus gustos de V. ni de sus votos, cuando tan claramente coinciden con las ¨®rdenes de Arriba y las necesidades del Mercado.
?Se ha fijado V. en lo que ha llegado a ser la promoci¨®n del sanitario y de los productos de limpieza, en c¨®mo las viviendas de los millonarios y las estrellas de los hoteles se grad¨²an por la cantidad y progreso de los sanitarios de que est¨¢n dotados, en c¨®mo los anuncios televisivos, despu¨¦s del pop¨®, van a eso sobre todo, que parece que no se vive m¨¢s que para desodorarse, ducharse, untarse algo de marca y volverse a duchar implacablemente, y en fin, que, si dejara V. de lavarse un poco, se iba a hundir en dos d¨ªas el Mercado todo y el Imperio? Para que se fie V. de sus gustos personales, se?ora, lo mismo que de las opiniones pol¨ªticas de su marido.
Peste del mundo
El pretexto principal que se manej¨® para llegar a esta b¨¢rbara invasi¨®n fue el de la Higiene, una peste del mundo que el Desarrollo le debe a la iniciativa de las damas brit¨¢nicas de hace siglo y medio; no a las altas arist¨®cratas inglesas, que ¨¦sas probablemente se lavaban igual de poco que las de otros sitios (tal vez ni siquiera hab¨ªan adoptado de las francesas la instituci¨®n del bid¨¦, que, atacando directamente a lo m¨¢s sagrado de las mujeres, daba inicio a todo este mortal proceso), pero, una vez que la colonizaci¨®n lanzaba se?oras de coroneles a residir en sitios como la India o Tanganika, ya el proceso estaba desatado: la obsesi¨®n de la plumbery, de las instalaciones sanitarias en junglas y desiertos, -el terror de los germs, enseguida ratificados como 'microbios' por la Ciencia, luego perfeccionados como 'virus', la adoraci¨®n de la limpieza a todo trapo, el miedo de que un cuerpo pudiera oler a algo, m¨¢s que a productos de droguer¨ªa, en fin, la Higiene como ense?a de la Civilizaci¨®n triunfante.
Ese pretexto, higi¨¦nico y cient¨ªfico, era falso, por supuesto: bien ha visto V. c¨®mo la Higiene genera sus nuevas suciedades y sus nuevas pestes; y por debajo de la Ciencia, lo que hab¨ªa era, como siempre, religi¨®n: la persistencia, bajo nuevas formas, de la abluci¨®n penitente de nuestros pecados, que no son de V. ni de nadie, sino acaso de Dios mismo que lo manda. Pero ello es que, con tal pretexto, lo han sometido a V. a este r¨¦gimen bajo el que sufre V. pasi¨®n, que ya no puede vivir limpi¨® ni por casualidad, sino limpiado costantemente: cuando el Trabajo corre peligro de dejar al descubierto su falta de necesidad, ?sean trabajo la Higiene y el Deporte!, ?d¨¦mosle le?a al cuerpo con cualquier motivo!
Y no se nos oculta, se?or, se?ora, que no es f¨¢cil para V. escaparse ahora de tal dominio: cuando a uno lo han sometido desde peque?ito al refriegue y odio de su piel, la piel acaba abandonando sus sabios medios de limpieza; y si deja V. ahora de repente de lavarse, a lo mejor hasta huele mal. Recuerdo a mi t¨ªa Augusta, cuando andaba de maestra, a?os '40 y '50, por los pueblos de Espa?a, que, junto a sus muchas y benditas virtudes, era tambi¨¦n una ferviente propagadora de la Higiene, y resultaba que, una vez que a los ni?os y ni?as del pueblo empezaba a obligarlos a lavarse, se encontraba ella con que era entonces, al privarlos de la sabia capita de sus pieles, cuando empezaban de veras a estar sucios y hasta a oler mal los pobrecillos; as¨ª como acaso V. recuerda que, cuando en los pueblos hac¨ªan esti¨¦rcol y hab¨ªa muladares, aquello no ol¨ªa de veras mal, o al menos se nos ha convertido casi en un perfume al compararlo con el hedor intolerable de las cloacas sanitarias y de los abonos qu¨ªmicos.
Piel martirizada
Puede pu¨¦s que le sea dif¨ªcil ponerse a lavarse menos y rebelarse contra el Imperio de la Higiene, y tendr¨¢ V. que ser prudente y morigerado en el progresivo abandono de las malas pr¨¢cticas con que lo han constitu¨ªdo, en el ir devolviendo la vida y el respiro a su piel martirizada. Incluso, si est¨¢ V. enfermo, puede que tenga que seguir usando la ba?era a la manera de aquellas viejas damas que, al ense?arles a las visitas el cuarto de ba?o instalado por primera a vez en su domicilio, les dec¨ªan se?alando la ba?era "Y esto, por si alguna vez (Dios no lo permita) caemos enferma alguna de nosotras". Que deb¨ªan de ser las mismas que, murmurando de unas j¨®venes vecinas, rezongaban "Esas guarras, que se andan ba?ando cada d¨ªa", con mejor raz¨®n de la que cre¨ªan ellas: pues s¨®lo la que no necesita limpiarse es limpia.
Puede, s¨ª, que le cueste mucho; pero vale la pena -se lo aseguramos: vea lo que va a ganar con el progresivo abandono de la sa?a limpiadora.
No tendr¨¢ V. ya que gastar en desodorantes; y de paso, un d¨ªa la Televisi¨®n no podr¨¢ ya m¨¢s hacer su agosto pregon¨¢ndole las mil maneras de disimular su olor.
Labios con sabor a labios
No se dar¨¢ cremas solares, para no tener tampoco que quit¨¢rselas; ni de otras cremas ni m¨¢scaras ni maquillajes, para no tener que usar las locciones limpiadoras de todo ello. ?Hasta puede que un d¨ªa se encuentre con unos labios que saben a labios y no a carm¨ªn, con una piel que sabe a vida y no a destiler¨ªa ni polvera ni marca comercial ninguna!
?Se da cuenta, la delicia que le proponemos?
Descubrir¨¢ el placer de ba?arse por gusto o cuando lo pida la calor o la tentaci¨®n del agua.
Ganar¨¢ V. cantidad de tiempo libre, tiempo de aburrirse a pelo, sin hacer nada o, como dice el vulgo, toc¨¢ndose lo que pueda, sin necesidad del intermedio de los implementos sanitarios.
Y con suerte, con costancia, si no est¨¢ V. demasiado enfermo de ducha y Dios (fervientemente le deseamos que no), llegar¨¢ a descubrir que a lo mejor no huele mal.
Puede incluso que descubra (?imagina qu¨¦ amor de los amores?) que hasta ol¨ªa bien: que huele V. a mujer, a hombre, y que huele bien.
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