Peligro
Las viviendas generan peligrosos contaminantes. Lo public¨® este peri¨®dico y estremec¨ªa descubrir la cantidad de c¨¢nceres, asmas, enfisemas y otras perniciosas patolog¨ªas que corre el riesgo de contraer el hombre urb¨ªcola en cuanto atraviesa el zagu¨¢n de su casalicio. Si hay all¨ª fumadores, ya puede ir llamando a la funeraria, pues el humo del tabaco emite benzopireno, un gas provocador de cataclismos pulmonares Y afecciones cardiacas. Las irritaciones y somnolencias que se cre¨ªan producidas por los programas de televisi¨®n, se deben al formaldeh¨ªdo, que procede del tresillo pompeyano si ha sido tratado para darle apresto.
Moquetas y pl¨¢sticos emanan estireno, un pol¨ªmero perjudicial para h¨ªgado y ri?ones. La pintura de las paredes contiene disolventes cancer¨ªgenos. El agua caliente, esterilizada con hipoclorito, desprende similar veneno, y muchos ciudadanos ya han tomado la medida precautoria de no ducharse jam¨¢s, all¨¢ penas si al levantar el brazo tumban de espaldas a los compa?eros del taller.
En la cocina se concentra mon¨®xido de carbono. Cierto que abrir la ventana resuelve el problema. Pero entonces entrar¨¢n los azufres, carburos, hollines y toda la porquer¨ªa ambiental que es capaz de producir el genio creador del ser humano. Y no concluyen los peligros ah¨ª, pues el propio edificio puede ser un foco de radiactividad si tiene pararrayos de amianto o se asienta en rocas liberadoras de rad¨®n.
S¨®lo hay una soluci¨®n para el urb¨ªcola: instalarse en la cumbre del Himalaya, donde podr¨¢ orearse a gusto y contemplar el panorama. Eso, o quedarse donde est¨¢, a ver qu¨¦ pasa. A fin de cuentas, de algo se tiene que morir uno. Y si es en casa, con su pararrayos por si acaso, su moqueta confortable, su tresillo pompeyano, su ag¨¹ita caliente y fum¨¢ndose un puro coracero, mejor.
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