El Atl¨¦tico no encontr¨® el billete para Wembley
ENVIADO ESPECIALGil no probar¨¢ el palco de Wembley. Europa hab¨ªa quedado para el Atl¨¦tico como ¨²nico puerto para una temporada tempestuosa y plagada de v¨ªctimas, pero el inclemente pitido final de Schmidhuber dio carpetazo al ¨²ltimo proyecto del presidente. Sus empleados lo intentaron y durante 13 minutos, los que fueron desde el afortunado gol de Sabas hasta la conclusi¨®n del encuentro, se creyeron merecedores de la final europea. Tal vez lo fueran, pero m¨¢s por su condici¨®n de buenos futbolistas que por la de asalariados, algo que Gil suele olvidar a menudo.
Este equipo tiene firmado un pacto con la tristeza y su afici¨®n a duras penas se contenta con ver al mismo t¨¦cnico dos meses seguidos. La eliminaci¨®n del Atl¨¦tico tuvo un sabor rancio y conocido: fue ante un rival sin prestigio europeo, restado por las bajas y en un partido m¨¢s emocionante que brillante que concluy¨® entre las protestas e intentos de agresi¨®n al colegiado alem¨¢n. El nuevo proyecto no tard¨® en comenzar a gestarse. Nada m¨¢s concluir la semifinal, Gil se entrevist¨® con el que puede ser futuro entrenador rojiblanco: Zdenek Zeman.
El partido arranc¨® con un gui¨®n ideal para los italianos: ventaja en el marcador y 90 minutos para la especulaci¨®n. Para el Atl¨¦tico fue distinto: el trabajo deb¨ªa moverse en los m¨¢rgenes de la gesta, lo que siempre conduce a Ha crispaci¨®n propia del juego urgente y precipitado. Con ese reparto de papeles, todas las miradas se dirigieron a Schuster. La viabilidad del proyecto rojiblanco depend¨ªa en buena medida de la capacidad del alem¨¢n para cargar con el partido. Heredia dispuso un bloque muy aireado por las bandas para rescatar del alem¨¢n su condici¨®n de lanzador. Schuster ten¨ªa que ser la referencia, el muelle del que deb¨ªa partir el asalto a Wembley. Todos estaban dispuestos para ello, pero Schuster huy¨® y el Atl¨¦tico se hundi¨® con ¨¦l. Ajeno al verdadero tronco del encuentro, Schuster se detuvo en menudencias. Vivi¨® en las ramas y envi¨® a sus compa?eros a un laberinto tan voluntarioso como esteril.
Sin ¨¦l, el Atl¨¦tico no dispuso en toda la primera mitad de una sola ocasi¨®n de gol a pesar de poseer el bal¨®n durante buena parte de la misma. El abismo abierto entre las l¨ªneas conden¨® a galeras la mayor¨ªa de las anunciadas penetraciones de Toni y Aguilera por las bandas, el recurso ofensivo que Heredia hab¨ªa dispuesto para levantar la semifinal. Vizca¨ªno tampoco se atrevi¨® con los galones y Alfredo se encontr¨® muy s¨®lo en tierra de nadie. Sin apenas llegadas al ¨¢rea de Ballotta, el juego del Atl¨¦tico fue derivando hacia el ostracismo. El balance de los primeros 45 minutos fue desolador: un par de disparos sin peligro de dos centrocampistas, Vizca¨ªno y Toni, que el portero del Parma espant¨® con suficiencia. Las dos acciones se produjeron en los diez primeros minutos. De ah¨ª al descanso, nada.
Llegado el partido al tono mortecino y falto de voltaje que tan bien manejan, los italianos decidieron entrar en juego. La primera internada del impecable Grun por el carril derecho motiv¨® el primer descosido de la defensa espa?ola. El remate sin oposici¨®n de Osio fue sacado desde debajo de los palos por Tom¨¢s. Unos minutos despu¨¦s, fue Brolin el que remat¨® en plancha un nuevo centro de Grun. La serie y la primera mitad concluyeron con un disparo a la media vuelta desde dentro del ¨¢rea de Minotti.
El tratamiento de urgencia aplicado por Heredia en la reanudaci¨®n pas¨® por el sacrificio de un carrilero, Aguilera, por un hombre creativo como Alfaro. Se trataba de encontrar el hueco en la s¨®lida defensa italiana a trav¨¦s de una acci¨®n individual, de un zigzagueo veloz o un ca?o insospechado, recursos m¨¢s propios de la agon¨ªa que del m¨¦todo. Desestimado ya cualquier opci¨®n planificada, el Atl¨¦tico se refugi¨® en la desesperaci¨®n de los lanzamientos desde fuera del ¨¢rea y el bombeo de balones.
La ¨²ltima carta de Heredia lleg¨® cuando ya cada uno quer¨ªa ganar por su cuenta. Consisti¨® en desempolvar a Juanito en perjuicio del mejor artillero, Luis Garc¨ªa. El defensa se coloc¨® como delantero centro para aprovechar su mayor envergadura en el juego a¨¦reo. No es una soluci¨®n nueva.
Condenado el partido al empuje rojiblanco, todo qued¨® en manos del azar, quien, a pesar del afortunado gol de Sabas, tambi¨¦n hab¨ªa escogido ya finalista. Despu¨¦s del tanto del diminuto delantero rojiblanco transcurrieron trece minutos ag¨®nicos e intensos, en los que los jugadores del Atl¨¦tico pretendieron suturar todos los descosidos de la temporada. No hubo manera. Ni siquiera Schmidhuber tuvo tiempo ya para sancionar las protestadas ca¨ªdas de Soloz¨¢bal y Sabas en el ¨¢rea. La del colegiado alem¨¢n fue una labor de aderezo a un final de campa?a esperado.
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