Espejos de sombra

Hace ahora dos temporadas, nos presentaba ?ngeles San Jos¨¦ (Madrid, 1961) en este mismo una muestra emocionante, de ejemplar despojamiento e intenso lirismo; y vuelve ahora a sorprendernos con otro conjunto, no menos excelente, reflejo del proceso de replanteamiento de su trabajo desarrollado en el ¨²ltimo a?o.Muchos rasgos separan, en apariencia, el clima y el lenguaje de ambos ciclos, aquellos blancos y Marfiles del actual dominio de negros y grises, el vac¨ªo y ausencia del retorno latente de las im¨¢genes, el ¨¦nfasis sensual en el arquetipo de los soportes de la pintura de la distancia t¨¦rmica impuesta hoy por la base fotogr¨¢fica. Y, sin embargo, por parad¨®jico que pueda resultar, la distancia entre ambos momentos del hacer de la pintora madrile?a es, en su sentido ¨ªntimo, mucho menos dr¨¢stica, en mi opini¨®n, de lo que superficialmente pudiera pensarse. Si se quiere, la luz como met¨¢fora esencial pierde en parte, en este tr¨¢nsito, aquella intensidad m¨ªstica m¨¢s literal del ciclo anterior, pero se mantiene a¨²n como eje dominante -e incluso como instrumento objetivo- de su po¨¦tica de visiones evanescentes, de disoluci¨®n de las apariencias, que ha sido una de las constantes de evoluci¨®n a lo largo de su trayectoria. De hecho, ya en ¨¦poca anterior, ?ngeles San Jos¨¦ hab¨ªa recurrido al uso de la imagen fotogr¨¢fica, centrada entonces en un juego algo inmediato sobre determinados hitos de nuestra memoria pict¨®rica. El sentido de la mirada selectiva que ?ngeles San Jos¨¦ dirige ahora al entorno, centr¨¢ndola en determinadas referencias elementales -un rostro o una figura, la superficie indiferenciada del mar, de la tierra ¨¢rida o del follaje, la ambig¨¹edad de una vista urbana nocturna o el juego entre llama y tinieblas-, tiende a alejarse radicalmente del sesgo ret¨®rico de sus im¨¢genes anteriores para imponer, de nuevo, una l¨ªnea m¨¢s radical a su po¨¦tica en tomo al umbral fugaz de las apariencias.