"Limpieza ¨¦tnica" a la croata
Los asesinos llegan de madrugada sin avisar, desliz¨¢ndose por las esquinas
RAM?N LOBO ENVIADO ESPECIAL, Vitez, Ahnici o Donja Vecemiska son sin¨®nimos del infierno. Su silueta es fantasmal: centenares de casas incendiadas, hombres, mujeres y ni?os carbonizados en sus propias viviendas, mezquitas destruidas, animales tiroteados como si pudiesen ser testigos de algo, cementerios desacralizados en nombre de un dios vencido y un insoportable hedor a muerte que lo envuelve todo hasta que el olor se agarra al est¨®mago, volte¨¢ndolo.
A lo lejos, en la colina que domina el pueblo de Ahnici, a¨²n se escuchan disparos aislados. Dicen que es un francotirador que nos apunta para jugar con los curiosos. El exterminio que ha tenido lugar en esta parte de Bosnia central, a diferencia del perpetrado en Srebrenica, tiene nombre croata.Llegaron sin avisar, desliz¨¢ndose por las esquinas a las cuatro de la madrugada. Al pueblo de Donja Vecemiska le toc¨® la mala hora cuando m¨¢s esperaba la paz. Los asaltantes, en pandilla para diluir responsabilidades, no llamaron a las puertas. Ni tan siquiera hubo preaviso. Quemaron las viviendas roci¨¢ndolas con gasolina, con m¨¦todo, para hacer una buena pira. Cuando los aterrorizados habitantes trataron de huir por las puertas o las ventanas, les dispararon a quemarropa. Fue una carnicer¨ªa terrible.
En Ahnici, a 10 minutos tan s¨®lo de los barracones brit¨¢nicos en Vitez, otro grupo de neoustachis (croatas), que rivalizan en brutalidad con los chetniks (serbios), se divirtieron reinventando el horror: a una mujer de 70 a?os la invitaron, entre risotadas, a saltar por el balc¨®n; como no lo hizo, tomaron a uno de sus nietos y le pegaron dos tiros delante de la mujer.
En Bila, pegadito al cuartel brit¨¢nico, Elvediana perdi¨® su casa en una sola noche. Fueron los croatas, dice con la mirada a¨²n extraviada por el miedo. "Mis vecinos, los mismos que hab¨ªa invitado muchas veces a comer a mi casa, son los que me han quitado todo". La acera de la izquierda de la calle que atraviesa Bila de este a oeste se ha llenado de refugiados procedentes de la otra. Los de la acera con suerte comparten sus casas con los desheredados hasta abarrotar las habitaciones y los pasillos. Esta semana la milicia croata se present¨® ufana en Bila. Fueron los soldados de la ONU los que tomaron posiciones casa por casa para defenderles.
En Vitez, donde los escombros de las casas destruidas por la artiller¨ªa y los morteros todav¨ªa inundan la calzada obligando a conducir en zig zag, los croatas llevaron un cami¨®n con bidones de gasolina y lo reventaron contra la mezquita, destruy¨¦ndola por completo. "Esto no es una guerra, es puro terrorismo", afirma un teniente brit¨¢nico.
En otras aldeas actuaron con m¨¢s educaci¨®n: llamaron antes a la puerta y dieron una hora a sus habitantes para salir con lo puesto. "Esto no es una limpieza ¨¦tnica ", comenta Dalma, una bella musulmana que habla un ingl¨¦s perfecto, "es pura barbarie". Las tropas brit¨¢nicas han empezado a peinar la regi¨®n de Vitez para socorrer a los supervivientes y recoger a los muertos. "No conocemos a¨²n la verdadera dimensi¨®n de lo ocurrido en los ¨²ltimos ocho d¨ªas, puesto que no nos permiten llegar a muchas zonas las Fuerzas Croatas de Defensa (HVO)", dice un portavoz militar.
Odisea nocturna
Delic y Sanika, a sus 65 a?os, tuvieron que hacer el camino de noche, a pie y sin zapatos. Atr¨¢s qued¨® su casa en Donja Vecemiska, sus vacas y sus gallinas. "S¨®lo pudimos correr, no vimos la cara de los agresores. O¨ªmos matar a nuestros vecinos y pensamos que tambi¨¦n nos iban a matar a nosotros". Cuando pasaron por Zabilje, un pueblo croata, junto a otros refugiados humedecidos por la fr¨ªa escarcha. de la noche, fueron golpeados, escupidos e insultados por una muchedumbre que se aline¨® a ambos lados del camino. Sanika llora cuando habla de sus seis nietos. Sabe que est¨¢n vivos porque han salido en la televisi¨®n. Est¨¢n a salvo en un albergue de Zenica, donde hoy se ha producido un ataque con morteros. Delic y Sanika aseguran que est¨¢n dispuestos a regresar a casa cuando los soldados brit¨¢nicos les digan que es seguro, pero reconocen que ya nadie les va a arrancar el temor de que vuelva a suceder esta pesadilla.
Ahnici es el pueblo de la regi¨®n de Vitez que m¨¢s ha sufrido durante esta org¨ªa de sangre. Las casas se hallan hundidas por dentro y quemadas por fuera. S¨®lo quedan en pie, desafiantes, unas cuantas chimeneas. La mezquita est¨¢ quebrada: el alminar parece una lanza clavada en el coraz¨®n del templo. Las calles est¨¢n pobladas de coches volteados y ennegrecidos por las llamas.
Media docena de perros hu¨¦rfanos brincan alrededor en busca de un nuevo amo, un caballo blanco de carga aguarda cabizbajo, pues nadie le ha liberado de las ataduras del establo, dos cabras chillan con las ubres a punto de estallar por falta de orde?o. Son los ¨²nicos supervivientes de Ahnici. Los dem¨¢s o est¨¢n muertos o son refugiados.
En la ¨²ltima casa, tras subir una pronunciada cuesta, est¨¢n a la vista dos cad¨¢veres en los que las costillas parecen sujetar una masa uniforme de cenizas. Yacen en las escaleras, como si hubiesen intentado defender la puerta. Son los cuerpos de dos hombres, posiblemente de un padre y un hijo. Dentro de la casa, en el s¨®tano, hay otros dos cad¨¢veres. Son los restos de dos mujeres. En uno se distingue s¨®lo un cr¨¢neo dorado por las llamas. El otro est¨¢ entero y agarrotado, con mu?ones en las manos imitando a los pu?os. En su mand¨ªbula est¨¢ dibujado un grito de horror.
Las otras viviendas de la zona no tienen muerto. Alguien los quit¨® para asear el paisaje. En este pueblecito de 400 habitantes, el ataque croata les sorprendi¨® a muchos con la cena puesta. Se pueden apreciar mesas con mantel. Entre los escombros tambi¨¦n se distinguen cuerdas de tender con ropa seca que ya nadie se pondr¨¢. En los prados pr¨®ximos hay vacas tiroteadas, muertas, con la lengua fuera y los ojos de par en par, donde la pupila todav¨ªa refleja incredulidad.
El mando del HVO en la regi¨®n, preocupado ahora por su maltrecha reputaci¨®n internacional, asegura que nadie dio la orden de matar civiles o de quemar sus casas.
Seg¨²n el mayor Robertson, encargado de las relaciones con la prensa y empe?ado en preservar la neutralidad dial¨¦ctica de las fuerzas de la Unprofor, afirma que los jefes croatas dicen estar tan consternados como cualquiera de nosotros por lo ocurrido.
Reconocen que ha tenido lugar una matanza en su territorio y prometen una investigaci¨®n. La teor¨ªa oficial es que si no fueron chetniks camuflados debi¨® ser un grupo de incontrolados. La dial¨¦ctica croata ya no se diferencia de la serbia. Los largos meses de guerra hacen que todos los b¨¢rbaros comiencen a parecer el mismo.
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