No se acababa nunca
La corrida acab¨® pasadas las nueve y media de la noche. No se acababa nunca, dio tiempo de que rompiera a llover; en realidad dio tiempo para todo; desde aburrirse de muerte hasta entablar relaciones amistosas con el vecino de localidad, y romperlas luego, por culpa de las tonter¨ªas que dec¨ªa. Tonter¨ªas desde un punto de vista estrictamente c¨®mico taurino -musical, se debe entender, pues en los restantes ¨®rdenes de la vida, seguramente el vecino de localidad sab¨ªa m¨¢s que Brij¨¢n y hac¨ªa relojes.Por la isidrada, y sobre todo en domingo, se suelen oir en el tendido de Las Ventas aut¨¦nticos desprop¨®sitos, desde un punto de vista estrictamente c¨®micotaurino-musical. A los espectadores domingueros una de las cosas que m¨¢s les molesta en el mundo es que los aficionados protesten la invalidez de los toros. La otra cosa que m¨¢s les molesta en el mundo es que los toreros toreen con naturalidad. Con semejantes condicionamientos, la corrida les result¨® molest¨ªsima -era l¨®gico-, y ellos tambi¨¦n se pasaron la tarde-noche protestando: del aficionado intransigente con el toro inv¨¢lido -y le gritaban: "?Baja t¨²!"-; del torero que toreaba con naturalidad -y le gritaban: "?A ver si espabilas!".
Boh¨®rquez / V¨¢zquez, Mart¨ªn, Luguillano
Cuatro toros de Ferm¨ªn Boh¨®rquez (los dos primeros fueron devueltos por inv¨¢lidos), con trap¨ªo pero muy desiguales de presencia, inv¨¢lidos, amodorrados; 3?, encastado y noble. Sobreros, ambos con trap¨ªo, muy serios: 1? de Antonio P¨¦rez Angoso, manso de solemnidad; 2? de Antonio Jos¨¦ da Veiga Texeira, manso pero con casta.Pepe Luis V¨¢zquez: cuatro pinchazos bajos y siete descabellos (pitos); pinchazo, otro hondo tendido, dos pinchazos, estocada corta atravesada y dos descabellos (silencio). Pepe Luis Mart¨ªn: estocada corta trasera (algunos pitos); pinchazo hondo tendido, pinchazo y desceballo (silencio). David Luguilliano: dos pinchazos, dos metisacas delanteros y bajonazo escandaloso (aplinas y algunos pitos); pinchazo bajo, estocada trasera ladeada -aviso con retraso- y dobla el toro (silencio). Plaza de Las Ventas, 9 de mayo. Segunda corrida de feria. Lleno.
Los toros inv¨¢lidos fueron todos -se incluyen sobreros- y el el torero que toreaba con naturalidad fue Pepe Luis V¨¢zquez, faltar¨ªa m¨¢s. El diestro Pepe Luis porfi¨® pases en diversos terrenos a un toraco manso de solemnidad que no sab¨ªa embestir y cuando lo hac¨ªa era al estilo asnal. Raro comportamiento en este torero, siempre tan precavido y sucinto, que no dej¨® de sorprender. Tampoco dejaron de sorprender sus redondos instrumentados con hondura y temple, no porque se le considere incapaz de darlos, sino porque un toreo de aquel corte ya no se lleva, est¨¢ en desuso, muchos espectadores no lo hab¨ªan visto jam¨¢s.
Los ol¨¦s que corearon esos muletazos templados y hondos -y los cambios de mano, pases de pecho, ayudados, un molinete, que Pepe Luis V¨¢zquez emple¨® para rematar las tandas se corearon con los ol¨¦s profundos caracter¨ªsticos de la afici¨®n vente?a, mientras el resto de la plaza los aplaud¨ªa sin calor. Evidentemente no acababan de gustar, o quiz¨¢ alguien tem¨ªa que el torero Pepe Luis les estuviera quitando la cartera, con sus naturalidades y rarezas. "Ese torero se ha cre¨ªdo que est¨¢ en el pasillo de su casa", le reprochaban por el tendido; "?a ver si espabila!".
Hab¨ªa asimismo un problema de transmisiones. Se le acusaba al torero natural de que no transmit¨ªa ni a la de tres, y al toro manso de que le faltaba transmisi¨®n. Transmitir es la expresi¨®n cient¨ªfica favorita de los expertos en tauromaquia moderna. La han debido de aprender en radio Andorra. El cuarto toro no es que careciera de transmisi¨®n; es que sali¨® ya sin pilas. Cuando intent¨® Pepe Luis V¨¢zquez aplicarle el toreo de la naturalidad, le pitaron; y cuando se puso a mecharlo le pegaron la bronca.
La obviedad es lo que se lleva: alguien que sude -y, por lo tanto, transmita- David Luguillano pretendi¨® ejercitar esta modalidad de toreo con resultados aleatorios. Dos series de ver¨®nicas embraguetando el lance y a?adi¨¦ndole una carga de bell¨ªsima gitaner¨ªa provocaron un aut¨¦ntico alboroto en la plaza. Despu¨¦s, con la muleta, actu¨® forzado, metiendo pico, perdiendo terreno y, en fin, planteando las faenas al moderno ritmo del un pase, todo lo cual es una forma como otra cualquiera de renunciar a torear.
Puede hacerse tal cual queda dicho o a la manera de Pepe Luis Mart¨ªn en su primero, al que no aguant¨® ninguna de sus encastadas embestidas. En cambio se empe?¨® en torear al quinto -otro inv¨¢lido sin transmisi¨®n y sin pilas-, a pesar de las crecientes protestas del p¨²blico, por una vez de acuerdo el de diario y el de las fiestas de guardar. El p¨²blico ya estaba harto de corrida, de toros inv¨¢lidos, de aburrimiento. Y, adem¨¢s, ca¨ªa la noche. Y se ve¨ªa venir la tormenta, que finalmente lleg¨®, solt¨® agua misericordia y puso a todo el mundo en remojo.
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