La trampa de Gaza
Tras un periodo de incertidumbre, las negociaciones ¨¢rabe-israel¨ªes se han reanudado por fin. Sirios y jordanos estaban a favor de esta reanudaci¨®n. Aunque oficialmente no pudieran sino condenar -como la comunidad internacional- la deportaci¨®n al sur del L¨ªbano de unos 400 palestinos de Hamas, el reciente endurecimiento de la actitud de las autoridades israel¨ªes frente a los islamistas no les disgustaba del todo: la continuaci¨®n de las conversaciones de paz era una oportunidad que no quer¨ªan perderse, sabiendo que tal vez no volviera a presentarse en mucho tiempo.Si los negociadores palestinos han ido a Washington sin estar muy convencidos y tomando toda clase de precauciones es porque, para ellos, los peligros son grandes. Deben asumir la protesta de los activistas islamistas y de los radicales de la OLP: c¨®mo negociar cuando la situaci¨®n no deja de empeorar en los territorios ocupados, Jerusal¨¦n Este, Cisjordania y, sobre todo, Gaza. ?Gaza la inh¨®spita, la des¨¦rtica, la maldita!
La franja de Gaza, exiguo territorio de 363 kil¨®metros cuadrados contiguo a la pen¨ªnsula del Sina¨ª, se ha convertido en un infierno para sus habitantes, en una trampa para la OLP y tambi¨¦n, es cierto, en una bomba de relojer¨ªa para Israel. S¨®lo que los israel¨ªes son los m¨¢s fuertes. Disponen de medios para esperar aunque, ante el recrudecimiento de la Intifada, cada vez sean m¨¢s los responsables que reconocen que la ocupaci¨®n de Gaza se ha vuelto insostenible.
Ya en 1991, Moshe Arens, entonces ministro de Defensa del Gobierno Shamir, partidario del Eretz Israel, el gran Israel, preconizaba una retirada unilateral de Gaza "por razones estrat¨¦gicas y militares". Desde la victoria de los laboristas, en junio de 1992, diversos miembros del Gobierno de Isaac Rabin se han mostrado a¨²n m¨¢s decididos. El 14 de marzo, Yossi Sarid, ministro de Medio Ambiente, se mostr¨® apremiante, y uno de sus colegas, Ha?m Tzaban, propuso resueltamente entablar una negociaci¨®n directa con la OLP para acelera el proceso de evacuaci¨®n. Por su parte, Haydar Abd el Chafi, que era el jefe de la delegaci¨®n palestina en las conversaciones de paz, no dud¨® en afirmar que una retirada unilateral, sin preparaci¨®n adecuada, ser¨ªa un "acto criminal". Es decir, los responsables de la OLP son conscientes de que Gaza se ha convertido en una m¨¢quina infernal.
?C¨®mo se ha llegado a este punto? En 1948, tras la proclamaci¨®n del Estado hebreo y la primera guerra israelo-¨¢rabe, Cisjordania fue confiada a la Administraci¨®n del reino de Jordania, mientras Gaza se colocaba bajo la tutela de Egipto, puesto que los palestinos, animados por los dirigentes ¨¢rabes, hab¨ªan rechazado el plan de divisi¨®n de la ONU que preve¨ªa un Estado palestino. La franja de Gaza parec¨ªa desheredada y superpoblada: 200.000 habitantes, entre los que hab¨ªa numerosos refugiados procedentes del reci¨¦n nacido Estado jud¨ªo. A estos refugiados ven¨ªan a a?adirse peri¨®dicamente los indeseables, como los beduinos del desierto del N¨¦guev expulsados por los dirigentes israel¨ªes a principios de los a?os cincuenta. En la misma ¨¦poca, el primer ministro, David Ben Gourion, hizo trasladar all¨ª a los 10.000 habitantes de la ciudad de Majdal, rebautizada como Ashkelon. Las capitales ¨¢rabes no dejaban de protestar ante cada uno de estos atentados contra los derechos del hombre, pero las grandes potencias estaban entonces demasiado ocupadas con el conflicto de las dos Coreas y los inicios de la guerra fr¨ªa entre el Este y el Oeste.
Organizaciones de fedayin reaccionaron con actos de sabotaje en Israel. Tsahal, el Ej¨¦rcito israel¨ª, respondi¨® con medidas de represalia. La m¨¢s espectacular fue, sin duda, el bombardeo del mercado de Gaza, el 5 de abril de 1956, que ocasion¨® de golpe cientos de v¨ªctimas. En 1967, tras la Guerra de los Seis D¨ªas, que perdi¨® Egipto, los israel¨ªes ocuparon Gaza. Los m¨¦todos se volvieron m¨¢s sutiles, pero el territorio entr¨® de todos modos en el infernal c¨ªrculo rebeli¨®n-represi¨®n. Hay que decir que la desesperanza es el pan nuestro de cada d¨ªa de esta poblaci¨®n olvidada por Dios... y por los hombres. En casi 20 a?os, hasta que se marcharon, los egipcios no emprendieron ninguna iniciativa para industrializar el territorio ni sus tres grandes n¨²cleos urbanos (no se puede llamar ciudades a esas aglomeraciones de chabolas), Gaza, Khan Yunis y Raffah. En 25 a?os, desde 1967, los israel¨ªes tampoco han hecho nada.
Hoy, con un crecimiento demogr¨¢fico del 4%, la poblaci¨®n palestina alcanza ya las 800.000 personas. Ochocientos mil ¨¢rabes -musulmanes y cristianos- que viven en la indigencia y que no tienen nada que perder. A los hombres no les queda m¨¢s opci¨®n que trabajar en las empresas israel¨ªes -industriales o agr¨ªcolas-, situadas muchas veces a m¨¢s de un centenar de kil¨®metros de sus casas. Van, evidentemente, cuando el territorio no est¨¢ acordonado por el Tsahal y si ese d¨ªa no se ha impuesto el toque de queda. Se ven adem¨¢s confinados a trabajos duros e insalubres que los israel¨ªes ya no quieren hacer en su propio pa¨ªs, y se les paga la mitad. Se dan casos en que les deducen incluso el precio del transporte de ese exiguo salario. Para ser justos, hay que a?adir las ayudas humanitarias y el dinero que env¨ªan los exiliados que han triunfado, si puede decirse as¨ª, en el extranjero. ?Pero puede un pueblo vivir siempre de la caridad?
A la poblaci¨®n palestina hay que a?adir la de los colonos israel¨ªes: en 1972 eran 700 agrupados en seis asentamientos; actualmente son cerca de 4.000 que viven en 14 colonias. Pero lo importante no es cu¨¢ntos son, sino su modo de funcionar. Y ¨¦ste ¨²ltimo ha hipotecado en muchos aspectos el desarrollo futuro de la franja de Gaza. En efecto, con diversos pretextos, las autoridades israel¨ªes pusieron a disposici¨®n de los colonos la mitad de las tierras y la mayor parte de los recursos de agua, ya d¨¦biles en cuanto a cantidad.
Las consecuencias son sencillamente catastr¨®ficas: la superexplotaci¨®n de las capas subterr¨¢neas costeras ocasiona una infiltraci¨®n de las aguas del Mediterr¨¢neo que ha provocado, con el paso de los a?os, la salinizaci¨®n de las reservas de agua dulce. Al volverse salobre, este agua es francamente imbebible. Seg¨²n los criterios vigentes en la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos -e incluso en Israel-, este agua ser¨ªa considerada como no apta para el consumo humano. ?Pero se sigue considerando a los palestinos de Gaza seres humanos? Es una pregunta que deber¨ªamos hacernos todos nosotros si queremos que la negociaci¨®n de paz llegue por fin a alg¨²n sitio.
Hace unos a?os, el Likud, partido de derechas de Menahem Begin y de Isaac Shamir, foment¨® el aumento de poder de Hamas para "neutralizar" y debilitar a la OLP, calificada de organizaci¨®n terrorista y con la que estaba descartada toda negociaci¨®n. Ahora bien, mientras que en Cisjordania la OLP sigue siendo ampliamente mayoritaria, en Gaza ha perdido terreno en beneficio de Hamas. Y Hamas, igual que la derecha israel¨ª, es hostil a las negociaciones de paz iniciadas en Madrid a finales de 1991 y le encantar¨ªa mucho hacerlas fracasar.
Hoy en d¨ªa, Isaac Rabin y los laboristas se enfrentan a una situaci¨®n parad¨®jica: se van convenciendo t¨ªmidamente de la necesidad de una negociaci¨®n directa con la OLP, pero Yasir Arafat y los dirigentes palestinos moderados, que est¨¢n deseando llegar a un acuerdo, se ven obligados a solidarizarse con los 400 deportados de Hamas, si no quieren ganarse la desaprobaci¨®n de la poblaci¨®n de los territorios ocupados y, m¨¢s concretamente, la de Gaza.
Tampoco quieren que vuelvan a ponerlos ante un hecho consumado: encontrarse, sin preparaci¨®n ni garant¨ªas, con que son los herederos de la administraci¨®n de un territorio que, en el contexto regional, correr¨ªa seriamente el riesgo de convertirse en el cruce de caminos de todos los tr¨¢ficos, desde, el de armas hasta el de droga. Gaza es la trampa. La mejor manera de salir de ella ser¨ªa un poder palestino democr¨¢ticamente elegido. Pero la puesta en pr¨¢ctica de la democracia requiere un m¨ªnimo aprendizaje.
Paul Balta es director del Centro de Estudios Contempor¨¢neos de Oriente de la Universidad de la Sorbona, en Par¨ªs.
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